Cuando se habla de Subida no se puede menos de hablar también de la otra obra Noche. Aquí y ahora me limito a lo estrictamente necesario para señalar la relación que corre entre los dos libros, pues en otro volumen se publicará la Noche con su introducción particular.
Desde hace ya muchos años se viene hablando del díptico Subida-Noche. Quien más ha defendido este punto de vista escribe: «La Subida y la Noche en la mente del santo son como las dos partes de un díptico»[22]. No todos los sanjuanistas están de acuerdo con la afirmación y han ido poco a poco erosionándola, acá o allá[23]. Pero, hay un hecho innegable: Juan de la Cruz se refiere a Noche desde Subida y a Subida desde Noche, no simplemente como si hiciera una autocita sino interrelacionándolas temáticamente y por dentro, aunque redaccionalmente aparezcan separadas en los códices y presenten, en definitiva, unos caracteres bien distintos. Sin ir más lejos en 2N 22,3, dice: «Como se dice en el prólogo». El prólogo aludido es, sin falta, el gran prólogo antepuesto a Subida, prólogo de ambas obras. Mi opinión personal es la siguiente: Juan de la Cruz escribió los tres libros de Subida «con muchas quiebras», es decir interrupciones, como asegura Juan Evangelista (BMC 10, p. 341). La última «quiebra» se debió, en mi opinión, no a falta de tiempo sino a que se espantó de la amplitud desmesurada del esquema propuesto. Explicada ya en buena parte, aunque no en su totalidad, la doctrina acerca del gozo, le debió parecer innecesario tratar de las otras pasiones. Y así colgó la pluma, para emplearse más a fondo, aunque también con «quiebras», en la redacción de la Noche oscura, para escribir sobre todo acerca de la noche pasiva del espíritu, de la que dirá: «Tenemos grave palabra y doctrina» (1N 13,3). Deja inconclusa una obra para emplearse en la otra y, por ironía de la suerte, queda también incompleta, la segunda.
14. Fuentes del libro de la Subida
El propio Juan de la Cruz nos descubre cuáles son las fuentes de donde se surte para escribir su libro. Son tres: a) ciencia; b) experiencia; c) Sagrada Escritura (Subida, prólogo, 1-2). Para explicar temas tan arduos como los que va a abordar acerca de la vida espiritual de las personas tiene conciencia de que su ciencia y su experiencia no son suficientes; se servirá de ambas cosas, pero su recurso principal será la Sagrada Escritura «por la cual guiándonos no podremos errar, pues que el que en ella habla es el Espíritu Santo».
El lector puede ir controlando en qué medida responde la realización del libro a estas afirmaciones. Por lo que se refiere a textos bíblicos y al partido que saca de ellos, hay que convenir que algunos de esos pasos escriturísticos «se convierten como en quicios de su exposición o de una serie de ideas que dejan traslucir, tantas veces, el mundo o transmundo de sus experiencias o vivencias»[24]. Los principales son los siguientes:
a) El precepto del amor: Dt 6,5: 3S 16,1.2.
b) Lo preparado por Dios para los que le aman: 1Cor 2,9; Is 64,4: 2S 4,4; 2S 8,4; 3S 12,1; 3S 24,2.
c) Puerta angosta y estrecho el camino: Mt 7,14: 2S 7,2-3.
d) Mi fortaleza guardaré para ti: Sal 58,10: 1S 10,1; 3S 16.
e) Renacer del agua y del Espíritu: Jn 3,5: 2S 5,5.
f) Hijos de Dios movidos por el Espíritu: Rom 8,14: 3S 2,16.
g) El que se ha de juntar con Dios conviénele que crea su ser: Heb 11,6: 2S 5,5.
h) Nos lo ha hablado todo en el Hijo de una vez: Heb 1,1: 2S 22,4ss.
i) «El día rebosa y respira palabra al día, y la noche muestra ciencia a la noche»: Sal 18,3: 2S 3,5.
j) Niéguese a sí mismo y me siga: Mc 8,34-35: 2S 7,4ss.
Fabrizio Foresti estudió hace años, con gran agudeza y competencia, el tema de las raíces bíblicas de la Subida del Monte Carmelo. Centraba su estudio este genio malogrado, más que nada, en la parte que tienen en el desarrollo de dicha obra sanjuanista el primero y el segundo mandamiento de la Ley. Desarrolla puntos como el precepto del amor total (Dt 6,5) como formulación positiva del primer mandamiento, los apetitos desordenados como forma de idolatría; incomprensibilidad de Dios y segundo mandamiento; fe y esperanza como formulaciones positivas del segundo mandamiento. Después de sus grandes análisis y valoraciones del texto sanjuanista, concluye que la estructura de la Subida «es dinámicamente unitaria, en cuanto que animada por un solo postulado: el mensaje bíblico de la trascendencia del Dios revelado, de la que fluye también la moral de los dos primeros mandamientos. En el centro del sistema ascético de Juan de la Cruz no hay más que el centro de la revelación divina hecha en el Sinaí. La espiritualidad de Juan de la Cruz se coloca de esta manera en el corazón de la historia de la salvación y traduce en un código ascético las normas que Dios mismo ha dado a su pueblo como condición para entrar en comunión con él. De la revelación sinaítica toma el sistema sanjuanista no sólo el contenido sino su carácter radical y absoluto. Así como el Dios revelado en el Sinaí exige una adoración sin componendas y parcialidades y no soporta verse degradado al mundo de la creaturalidad (prohibición de imágenes), así el Dios hasta el que Juan de la Cruz quiere conducir es el Dios celoso de la propia santidad y divinidad»[25].
15. Personajes bíblicos
Las citas o «autoridades» bíblicas y su exégesis, practicada tantas veces «según el germano y espiritual sentido» (2S 7,4), se complementan y personalizan en ciertos personajes o tipos bíblicos que encarnan alguna de las situaciones espirituales que anda describiendo.
Bastará recordar algunos más principales: Sansón, privado de sus fuerzas monstruosas, vaciado de sus ojos, atado con doble cadena de bronce, moliendo en la prisión (Jue 16,21) es tipo de la esclavitud que imponen los apetitos desordenados (1S 7,1-2; 3S 22,5); el caso del incrédulo y escéptico apóstol santo Tomás (Jn 20,29) le sirve para insistir en el valor de la fe por la palabra (2S 11,12; 3S 31,8); en el ejercicio de la fe pura y más desnuda se referirá también a María Magdalena (Jn 20,11-18) puntualizando la pedagogía que fue usando con ella el Señor (2S 11,7, 12; 3S 31,8).
Job es un ejemplo muy socorrido para tantas cosas en los escritores espirituales. En Subida (2S 9,3-4) lo presenta como modelo de cómo y a quién se comunica Dios y le revela sus secretos (Job 38,1 y 40,1); las tres noches de Tobías con su esposa sin juntarse con ella (Tob 6,18-22), le saca un buen partido para diseñar el proceso espiritual (1S 2,2-5); del caso de Simón el Mago (He 8,18-19) extrapola la codicia de los simonitas de su tiempo (3S 19,9; 31,5); en Salomón que viene «a tanta ceguera y torpeza de voluntad» como a hacer altares a tantos ídolos y adorarlos él mismo (2Re 11,4-8) ve los daños de los apetitos desordenados que ciegan y oscurecen la razón (1S 8,6).
De la conducta ambivalente de san Pedro (Gál 2,14) desciende a defender, en contra de aquella simulación, los fueros de la razón y del sentido común (2S 22,14-15), tal como se lo vino a recordar san Pablo en persona (ib); ya en Jetró encontraba un ejemplar de sentido común frente a ciertas dudas de Moisés (2S 22,13); los ejemplos de Micas (Jue 18,24) y Labán (Gén 31,34) apegados a sus ídolos le sirven para ilustrar las devociones «a tontas y a bobas» en el mundo de las imágenes (3S 35,4); el profeta Elías «nuestro padre» es para él alguien a quien se comunicó altísimamente el Señor (2S 24,3); Moisés aparece en el mismo contexto que Elías (ib) y en las órdenes que recibe de Dios para subir al Monte Sinaí (Éx 34,3) encuentra las consignas pertinentes para subir al Monte de la perfección o Monte Carmelo (1S 5,6-7); también descubre consignas equivalentes y muy válidas para la misma escalada (1S 5,6-7) en las tres cosas que Jacob mandó a su gente al subir a Betel a edificar allí a Dios un altar (Gén 35,1-2); en Absalón con su muerte tan desastrada (2Re 14,25) encuentra cómo no hay que gozarse de nada, ni de la hermosura, ni de la riqueza, ni del linaje (3S 18,4).
En David, cuyos salmos cita tantísimo, identifica grandes experiencias personales de Dios (2S 26,3-4; 14,11) y aprueba sus preguntas a Dios, cosa entonces querida por el Señor y por el punto en que se encontraba la economía de la salvación (2S 22,2,8); en el proceder de Balaán (Núm 22,20-32) descubre uno de los ejemplos de la condescendencia enojada de Dios (2S 21,6); de esto mismo es ejemplo el rey Saúl (ib); Nadad y Abiú ofreciendo fuego ajeno en el altar del Señor (Lev 10,1-2) le son ejemplo de cómo no hay que hacer «para ser digno altar» del Señor y para que no