La pintura porteña del siglo XIX fue cosmopolita por la nacionalidad de sus pintores, la diversidad de sus escuelas y fue quizás la más importante del país. Charles Wood, John Searle, los hermanos Ward, Mauricio Rugendas, Manuel Antonio Caro, Augusto Monvoisin, Juan Francisco González (profesor de dibujo del Liceo Eduardo de la Barra), el norteamericano Whistler, quien vino por la guerra disparatada de 1866 estuvo apenas un mes y pintó su “Nocturno” de la bahía de Valparaíso.
Hacia final del siglo surgen Juan Francisco Puelma, Pedro Lira y Celia Castro, quien obtuvo la tercera medalla del Gran Salón de París, como nos lo cuenta Roberto Zegers en Sobre los comienzos de la pintura en Chile y en especial de Valparaíso. Un lugar destacado lo ocupa el pintor inglés Thomas Somerscales, quien llegó a Valparaíso como profesor de dibujo del colegio Mac Kay y cuya obra creció en la ciudad.
Hasta un vals de Johann Strauss, “Recuerdos de Valparaíso”, tiene la ciudad. Lo descubrió en los años noventa del siglo XX el profesor de la Universidad de Valparaíso Allan Bowne, en una caja con partituras que había comprado por 200 pesos en una feria libre; se trataba de una pieza del autor cuya existencia se conocía pero que estaba perdida.
Así se fue terminando el siglo del gran salto, de un puerto pujante abierto a la cultura y al mundo con hoteles magníficos y bellas mansiones, pero también con miseria, desigualdades y conventillos pobrísimos.
En 1844 se había creado ya el primer teatro Victoria, que sería reemplazado por una versión más monumental en 1886, donde llegaba la mejor ópera. El poeta popular Pezoa Véliz solía burlarse de los porteños porque el público pretendía entender incluso en galería las arias en italiano. Se debe recordar que allí actuó también Sarah Bernhardt.
El Victoria fue destruido por el terremoto de 1906 y reemplazado por una versión más modesta, pero con mucho encanto. En ese teatro en la avenida Pedro Montt vi siendo un niño deslumbrado “La pérgola de las flores”, la primera versión con Ana González, Silvia Piñeiro, Justo Ugarte, Charles Becher, Carmen Barros y Héctor Noguera.
Bastantes años después, cuando el teatro ya estaba muy venido a menos, dije un discurso en un acto del Partido Comunista, nervioso y emocionado, tenía veinte años.
Después pasó lo de siempre, el teatro resistió a muy mal traer su enésimo terremoto y lo demolieron.
Sic transit gloria mundi.
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