Registro de la Propiedad Intelectual Nº 2021-A-11475
ISBN: 978-956-6048-72-5
ISBN digital: 978-956-6048-73-2
Imagen de portada: Archivo Francisco Méndez, 1991-1992.
Diseño de portada: Paula Lobiano Barría
Corrección y diagramación: Antonio Leiva
© ediciones / metales pesados
© Magdalena Dardel
Todos los derechos reservados.
E mail: [email protected]
Madrid 1998 - Santiago Centro
Teléfono: (56-2) 26328926
Santiago de Chile, diciembre de 2021
Impreso por Andros Impresores
Diagramación digital: Paula Lobiano Barría
Fondart regional, proyectos de difusión, convocatoria 2020.
En memoria de Francisco Méndez Labbé
(1922-2021)
Escanear el código para acceder a las imágenes a color de los murales del Museo a Cielo Abierto.
Índice
Introducción
El Museo a Cielo Abierto de Valparaíso (MaCA) es resultado de un curso del Instituto de Arte de la Universidad Católica de Valparaíso1 y se concretó gracias a un convenio con la Municipalidad, que permitió la intervención del espacio público. Ideado por el pintor, arquitecto y académico Francisco Méndez (1922-2021) en 1991 e inaugurado en julio de 1992, contó con obras donadas y elaboradas por dieciocho referentes claves del arte chileno de mediados del siglo XX, instaladas en un circuito que Méndez definió en el céntrico cerro Bellavista.
Esta inédita propuesta surgió a partir de tres objetivos. El primero fue continuar un proyecto que quedó detenido durante la dictadura. Como revisaré en el capítulo primero, entre los años 1969 y 1973 Francisco Méndez desarrolló, al alero de la UCV, un Taller de Murales en donde salía con sus estudiantes a intervenir los muros de la ciudad. El segundo objetivo fue ofrecer un regalo, entendido como un ofrecimiento artístico, para Valparaíso. Para ello se proyectó la experiencia muralista previa, esta vez reformulada en el nuevo contexto del retorno a la democracia. Como tercer objetivo, a los participantes les interesaba plantear una relación entre la pintura y el particular paisaje natural y urbano porteño, siendo el hilo conductor fundamental de la propuesta.
Para cumplir estos objetivos, en 1991 Méndez invitó a un amplio espectro de artistas a enviar bocetos. Finalmente, se incorporaron veintiuna obras, de autoría de Mario Carreño, Gracia Barrios, Eduardo Pérez, Matilde Pérez, Eduardo Vilches, María Martner, Ricardo Yrarrázaval, Rodolfo Opazo, Roberto Matta, Ramón Vergara Grez, Mario Toral, Roser Bru, Sergio Montecino, Nemesio Antúnez, José Balmes, Guillermo Núñez, Augusto Barcia y el propio Francisco Méndez. La diversidad estilística de los participantes y de sus trabajos conforman una muestra que puede ser considerada una síntesis de la pintura chilena de mediados del siglo XX. Imposible de agrupar en una sola definición, el carácter del MaCA se fue gestando no a partir de los artistas que la componían, sino del sentido que los agrupaba, pues el aspecto individual de la obra quedó relegado a un segundo plano.
Este libro propone un acercamiento a los conceptos de museo, curaduría y arte público desde el análisis de este singular estudio de caso. La propuesta del MaCA es una experiencia única en la historia del arte chileno en particular y de la historia cultural reciente del país en general, que logró redefinir, a través de un ejercicio práctico, los conceptos antes mencionados.
A lo largo del libro se observará que un inusual ejemplo de arte público y participativo en Chile estableció hilos invisibles con el escenario artístico internacional. Lo que para Méndez y los pintores invitados constituyó un regalo a la ciudad, fue también una estrategia que permitió que el arte chileno contemporáneo estuviera en consonancia con teorías y propuestas realizadas en otros lugares, particularmente en relación con la manera de abordar las nociones de museo, curaduría y arte público. Para ello, revisaré las vinculaciones que el MaCA tiene con los conceptos de museología crítica, campo expandido y arte participativo. Reconoceré en esta experiencia una propuesta de lo que Andrea Giunta ha definido como vanguardias simultáneas, es decir, ejercicios que hay que analizar de manera situada y que, pese a sus vinculaciones con el arte centroeuropeo, no constituyen una copia o adaptación tardía. Deben, de hecho, considerarse una reinterpretación local, centrada en problemas específicos, y que permiten una «visión no monolítica de la modernidad europea»2.
En el específico contexto de la vuelta a la democracia, el Museo a Cielo Abierto se interesó por volver a usar los espacios públicos, a partir de la interacción entre artistas, estudiantes y vecinos, todo en el marco de un curso universitario. Para ello, Méndez recogió gran parte del discurso de la Escuela de Arquitectura de Valparaíso (EAV), de la que fue miembro fundador, no únicamente respecto a la vinculación entre arquitectura y espacio natural y urbano, sino que también en la intención de reconocer una relación comunitaria entre artistas, estudiantes y vecinos, con foco en la pedagogía.
Este proyecto va más allá de ser un ejercicio muralista, el principal valor del MaCA reside en ser una propuesta renovadora manifestada en una práctica participativa en el espacio urbano. Sugiero que, si bien cumplió sus objetivos a través de una actualización de las nociones de museo, curaduría y arte público, no hubo por parte de los actores involucrados una aproximación teórica a estos conceptos. Sin embargo, las estrategias planteadas tuvieron consonancias con proyectos y teorizaciones que, en distintas partes del mundo, se llevaron a cabo de manera simultánea tanto al Taller de Murales como al MaCA. Esto da cuenta de su lógica global, novedad artística y actualidad historiográfica.
Sugiero que el Museo a Cielo Abierto, además, es parte de una problemática mayor en la trayectoria pictórica de Francisco Méndez, en cuanto constituye uno de los múltiples ejercicios que realizó basándose en una experimentación en torno al soporte. Como demostraré en el capítulo cuarto, la radicalidad de la propuesta no se basa únicamente en la participación, sino que también en el medio empleado en estos ejercicios pictóricos. Por lo mismo, propongo el concepto murales no albergados, parafraseando el concepto de pintura no albergada3 desarrollado por el artista.
Como ya adelanté, el museo tuvo su punto de partida en el Taller de Murales liderado por Méndez entre 1969 y 1973, cuyos fundamentos fueron modificados considerando el contexto nacional de principios de los noventa. En términos artísticos, esta renovación se realizó a partir de dos cambios.
El primero fue la inclusión de un importante grupo de pintores. El Taller de Murales se inició solo con obras de Francisco Méndez y luego de tres años de funcionamiento se agregaron obras de los pintores y grabadores Eduardo Pérez, Eduardo Vilches y Nemesio Antúnez. El MaCA, en cambio, tuvo como base inicial la extensa invitación que hizo Méndez –gracias a los contactos realizados por su amigo Antúnez, en ese entonces director del Museo Nacional de Bellas Artes– a un amplio grupo de artistas nacionales y extranjeros residentes en el país.
El segundo cambio del MaCA fue definir un circuito señalizado en la ciudad. En el primer momento se elaboraron más de sesenta murales repartidos desde el cerro Barón hasta Playa Ancha (límites norte y sur de