Qué significa esto. Angel Hernandez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Angel Hernandez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877984989
Скачать книгу
tal enseñanza. Al contrario, tanto Jesús como los discípulos sanaron en­fermos y resucitaron muertos.

      Ahora bien, si este dicho no debe interpretarse literalmente, ¿cuál es su enseñanza? Que cada individuo considere erradicar la raíz del pecado que está en su interior. Cada persona debe tratar la causa de su problema en vez de concentrarse en sus síntomas. Mientras no se resuelva la causa de la enfermedad, que podría ser una infección, el síntoma de la fiebre perdurará. Del mismo modo, a menos que extirpemos la raíz de la planta que da como fruto el pecado, de nada sirve que nos saquemos los ojos y nos cortemos las manos. ¡Podemos mutilar todo el cuerpo y seguiremos pecando!

      El orgullo, la lascivia, la avaricia y el odio nacen en el corazón y se expre­san como síntomas en “el ojo y en la mano”. El ojo es la ventana del corazón. Luego, la mano ejecuta las obras de nuestra mente. Aquí está represen­tado todo nuestro ser: pensamiento y obra. La causa de nuestro mal está en nuestro interior. No se trata de que andemos tuertos y mancos por el mun­do, sino que saquemos de raíz lo que enferma nuestra vida espiritual y pone en riesgo la vida eterna. Porque “mejor te es que se pierda uno de tus miem­bros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Es mejor que sufras la pérdida de lo que te ofrece el pecado en este mundo y no la pérdida de la vida eterna.

      Finalmente, el sentido de esta hipérbole se encuentra en los versículos 27 y 28: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. En este texto, Jesús revela cómo se concibe el pecado, y explica que el adulterio no es solo un acto, sino que es primeramente un pensa­miento. “Por lo tanto, cambia el foco de tu mirada”.

      Este principio de “cortar” con lo que nos hace daño se aplica a todas las situaciones de la vida. Es mejor “cortar” un vicio a que el vicio nos destru­ya.

      2. Evidencia de uso de hipérboles fuera del contexto del Sermón del Monte. El Sermón del Monte no es la única narración de Jesús que contiene hipér­boles. El dicho del camello y el ojo de una aguja, registrado en los tres evan­gelios sinópticos, es un ejemplo del lenguaje hiperbólico (Mat. 19:24; Mar. 10:25; Luc. 18:25).

      De acuerdo con estos registros bíblicos, Jesús les dijo a sus discípulos que era más fácil que pasara un camello por el ojo de una aguja que un rico entrara en el reino de Dios. Esta es una exageración típica de una hipérbole, pues todos sabemos que es imposible que un camello pase por el ojo de una aguja. Ya analizamos la hipérbole del mosquito y del camello, pero hay mu­chas más en los cuatro evangelios.

      3. El carácter absurdo de una interpretación literal. Volvamos al texto del capítulo cinco de Mateo y consideremos de nuevo su lenguaje y su mensaje. Si lo leemos con detenimiento, nos percataremos, al igual que el público original de Jesús, que no es lógico ni sostenible pensar que el único brazo con el que se ejecuta el pecado es el derecho. ¿Acaso no se peca también con el brazo izquierdo? ¿Y no es el pensamiento humano pecaminoso la fuente del orgullo, la lascivia, la avaricia y el odio? Los ojos, las manos y las piernas tan solo ejecutan las órdenes del cerebro.

      En resumen, el carácter absurdo de una interpretación literal de los re­franes contenidos en el Sermón del Monte confirma el hecho de que esta­mos ante un lenguaje figurativo. Por lo tanto, aquellos dichos de Jesús que cumplan las tres condiciones que acabamos de enumerar deben ser inter­pretados simbólicamente.

      CAPÍTULO 3

      Voltear la mejilla en el contexto del Sermón del Monte

      “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses”.—Mateo 5:38-42

      Al igual que en el estudio anterior, los mandatos que aparecen en Mateo 5:38 al 42 pueden resultar fáciles o difíciles de entender. Todo depende de cuán literalmente uno quiera interpretar la lista de estos mandatos. La interpretación literal de este texto produce una gran consternación en nuestro espíritu. ¿Cómo puede alguien cumplir realmente estos mandatos tan radicales? Hasta parecieran irracionales, generando profunda confu­sión.

      Sin embargo, la supuesta confusión se resuelve cuando interpretamos la lista de órdenes de Jesús de un modo hiperbólico, o sea, simbólico. En otras palabras, podemos hacer algo parecido a lo que hicimos en el capítulo ante­rior de este libro: En vez de interpretar ese texto al pie de la letra, busque­mos su significado en aspectos que van más allá de sus mismas palabras.

      Comencemos por considerar el contexto del capítulo 5 de Mateo. El propósito principal del discurso de Jesús era instruirnos contra el instinto humano de venganza. Sabemos esto por la introducción que hace Jesús a su discurso. Él dijo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y dien­te por diente”. Esta introducción es muy significativa, porque estas palabras forman parte de la ley mosaica referida al proceso legal del acto vengativo y retributivo (Éxo. 21:24). El contexto mosaico clarifica el marco de refe­rencia desde el que Jesús está operando. Por lo tanto, esta es la razón por la que debemos ser sensatos a la hora de interpretar y aplicar estos mandatos de Jesús. Cada obligación debe entenderse dentro del marco de referencia del rencor y la venganza, según la legislación de Moisés y la enseñanza de Jesús respectivamente.

      Ya explicado el marco de referencia de esta declaración de Jesús, analice­mos ahora otras evidencias bíblicas del uso del lenguaje hiperbólico de Je­sús en el Sermón del Monte.

      1. No resistáis el mal. Si la frase se refiere a la tentación personal, y se interpreta literalmente, entraremos en conflicto con la oración modelo, donde Jesús dice: “líbranos del mal” (Mat. 6:13). En esta súplica, el Maes­tro no ruega que nos rindamos ante el mal. Al contrario. Esta frase de Jesús, “no resistáis el mal”, también entraría en conflicto con las palabras inspira­das del apóstol Santiago: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Sant. 4:7). En otras palabras, la única alternativa que nos queda es ver la frase como una hipérbole. Esta forma de interpretación armoniza con el resto de la Biblia.

      2. Poner la otra mejilla. Si poner la otra mejilla fuera una regla cristiana a la que todos deberíamos atenernos, Jesús debió haber sido el primero en aplicarla a su vida. Pero no fue así. Nuestro Modelo moral no siempre se sometió al dominio de sus opresores. En más de una ocasión, Jesús rehusó “poner la otra mejilla” ante sus adversarios, más bien se defendió. En vez de someterse al abuso, lo vemos escapando de la violencia de los fariseos en diversas circunstancias. Consideremos este incidente narrado en San Juan: “Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue” (Juan 8:59; ver Juan 10:39, 40).

      Otro ejemplo de defensa propia lo hallamos entre los seguidores de Je­sús. Pablo eludió cuantas veces pudo el asedio de enemigos. Cuando lo bus­caron para prenderlo y matarlo en Damasco, sus amigos lo bajaron por el muro de la ciudad dentro de una canasta (Hech. 9:25). Cuando los prin­cipales de los sacerdotes judíos se confabularon para emboscarlo y asesinar­lo, Pablo apeló al César (Hech. 25:2-12), el equivalente en nuestros días de apelar a la Corte Suprema de los Estados Unidos.

      3. Quitar la ropa y dejar la capa. Tomado literalmente, este mandato nos pondría en serias dificultades. Ante una situación que demandara esto, quedaríamos desnudos, y entraríamos en conflicto con los valores y los princi­pios de la Biblia. La exposición pública de nuestro cuerpo no es una virtud bíblica; al contrario, la desnudez está asociada con la impudicia y la deshon­ra (ver Génesis 3:10; Mateo 25:36, 38; Marcos 14:51 y 52). El problema se complicaría aun más si pensáramos que el acto de desnudarnos sería una elección voluntaria y no una imposición, como sugeriría el texto leído lite­ralmente.

      4. Número de millas caminadas. Parecería que este mandato sí podría interpretarse