–Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? –le dijo su madre–. ¡Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados!
–¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no entendieron lo que les decía.
Así que Jesús bajó con sus padres a Nazaret y vivió sujeto a ellos. Pero su madre conservaba todas estas cosas en el corazón. Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente.
Lucas 2:40-52 .
* * * *
Desde muy pequeño, los niños judíos estaban rodeados por los requerimientos de los rabinos. Había reglas rígidas para cada acción, incluso para los más mínimos detalles de la vida. Pero Jesús no se interesaba en estos temas. Desde la niñez, actuó independientemente de las leyes rabínicas. En todo momento estudiaba las Escrituras del Antiguo Testamento y, a medida que empezó a comprender la condición del pueblo, vio que las exigencias de la sociedad contradecían los requerimientos de Dios. Los hombres se apartaban de la Palabra de Dios, y exaltaban y aplaudían las teorías que habían inventado. Observaban ritos tradicionales que no tenían ninguna virtud.8
De un modo sumiso y amable, Jesús trataba de agradar a las personas con las que trataba. Los escribas malinterpretaron sus modales, y creyeron que iba a ser fácil influenciarlo con sus tradiciones y enseñanzas. Pero cuando lo cuestionaron, él confrontó la autoridad de ellos con la de las Escrituras. Demostró un profundo conocimiento de la ley, de principio a fin. Los rabinos se avergonzaron de ser instruidos por un niño y se indignaron cuando los contradijo. Pronto se dieron cuenta de que la comprensión espiritual de Jesús iba mucho más allá que la de ellos.
Siendo un niño, Jesús ya había empezado a trabajar por su cuenta en la formación de su carácter, y ni siquiera el respeto y el amor por sus padres lo podían separar de la obediencia a Dios. La Palabra inspirada se convirtió en la razón de todo aquello que lo distinguía del resto de su familia. Sus hermanos, los otros hijos de José, se ponían del lado de los rabinos. Insistían en que había que seguir las tradiciones como si fueren requerimientos de Dios. Veían su obediencia estricta a la ley de Dios como terquedad, y lo condenaban. Estaban asombrados por el conocimiento y la sabiduría que mostraba Jesús al contestar a los rabinos, y reconocían que su educación era de una calidad superior a la de ellos.9
Había algunos que buscaban la compañía de Jesús, y se sentían en paz en su presencia; pero muchos lo evitaban, porque se sentían acusados por su vida sin manchas. Cristo era de carácter alegre; sus jóvenes amigos disfrutaban estar a su lado y aceptaban sus propuestas. Pero, algunos se incomodaban y hasta se fastidiaban por sus elevados principios, y lo consideraban de mente cerrada o anticuado.10
Desde el tiempo en que los padres de Jesús lo encontraron en el Templo, su conducta fue un misterio para ellos. Por ejemplo, estar a solas con la naturaleza y con Dios eran sus momentos de mayor felicidad. La madrugada lo encontraba con frecuencia en algún lugar aislado, meditando, estudiando las Escrituras u orando. Luego de estas horas de quietud, volvía a su casa para continuar con sus responsabilidades y tareas del hogar. Le gustaba tratar de aliviar el sufrimiento de los hombres y de los animales.
Jesús consideraba valiosa a cada persona. Pronunciando palabras de ánimo, ayudaba a los enfermos, a los oprimidos y a los desanimados. A veces, hasta entregaba su propia comida a los hambrientos. Trataba de llevarles esperanza y victoria espiritual, asegurando que todos eran miembros de la familia de Dios, incluso los más antisociales y olvidados. Jesucristo nunca peleó por sus propios derechos, aunque a menudo fue tratado injustamente o discriminado.
A veces, María sentía que estaba en el medio entre Jesús y sus hermanos, que no creían que era el Enviado de Dios. Pero ellos no podían negar las evidencias de la divinidad de su carácter o el hecho de que su presencia llenaba el hogar con una atmósfera más pura.11
8 El Deseado de todas las gentes, p. 64.
9 Ibíd., pp. 64, 65.
10 Ibíd., p. 68.
11 Ibíd., pp. 69, 70.
Capítulo 3
Sí, Jesús empezó su ministerio en una fiesta
Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús se encontraba allí. También habían sido invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Cuando el vino se acabó, la madre de Jesús le dijo:
–Ya no tienen vino.
–Mujer, ¿eso qué tiene que ver conmigo? –respondió Jesús–. Todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los sirvientes:
–Hagan lo que él les ordene.
Había allí seis tinajas de piedra, de las que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada una cabían unos cien litros.
Jesús dijo a los sirvientes:
–Llenen de agua las tinajas.
Y los sirvientes las llenaron hasta el borde.
–Ahora saquen un poco y llévenlo al encargado del banquete –les dijo Jesús.
Así lo hicieron. El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio y le dijo:
–Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.
Ésta, la primera de sus señales, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Juan 2:1-11.
* * * *
Jesús tenía alrededor de treinta años cuando empezó su ministerio público, pero no eligió realizar alguna gran obra en la sede religiosa de Jerusalén. Comenzó en una fiesta de casamiento, en una pequeña aldea de Galilea. Así, demostró desde el principio que deseaba la felicidad de la gente. Ocurrió en Caná, un pueblo chico no lejos de Nazaret. Se iba a celebrar el casamiento de un familiar de José y María, y Jesús, que había estado ausente por algunas semanas, se les unió y llevó también a recién seleccionados discípulos.12
Una agitación reprimida parecía dominar a los participantes que, animadamente pero en voz baja, conversaban en pequeños grupos acerca de Jesús.
María estaba orgullosa de su Hijo. Poco tiempo antes, había escuchado el relato del bautismo de Jesús en el río Jordán, realizado por Juan el Bautista, y eso le había traído a la mente hermosos recuerdos. Desde el día en que escuchó la anunciación del ángel en su casa de Nazaret, ella había atesorado cada evidencia de que Jesús era el Mesías. Su vida de constante generosidad y desinterés la había convencido de que ningún otro podía ser el Mesías.