De cara al debate que se había de producir en las Cortes franquistas sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política, la revista analiza las palabras del presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda, pero da también visibilidad a los intentos de la oposición para reivindicar su papel en el proceso mediante una huelga general convocada para pocas fechas antes. En su columna, el director se muestra cada vez más preocupado por la falta de compromiso negociador del Gobierno Suárez y su constante esquivar a la Comisión que representa a la oposición democrática. «Últimamente, el Gobierno Suárez ha ido abandonando sus contactos con la oposición, situada más o menos extramuros del sistema, para consagrarse a unas negociaciones con la llamada oposición franquista u oposición que se sitúa dentro del sistema».85 Aunque puede entenderse que se trata de exigencias del guion, porque en esa fase se está tratando de hacer que las Cortes franquistas aprueben un proyecto de ley que, sencillamente, las liquide. En el número siguiente,86 Manuel Martín Ferrand, estudia primero el impacto de la huelga general y luego reconoce abiertamente que la estrategia de Suárez, una vez aprobada la reforma por las Cortes, está funcionando, pero advierte de que aceptar un sistema electoral mayoritario, como el que propone Fraga, daría al traste con todo ello.
La revista vuelve a pronunciarse críticamente87 sobre la conducción del proceso de reforma, cargando sobre la opacidad en torno a la primera sesión de negociación con la oposición. Esta será, de nuevo, una línea constante y que diferenciará progresivamente a Interviú de otras revistas políticas: más adelante, cuando tras las primeras elecciones de junio de 1977 se inicie el periodo llamado del «consenso», con la firma de los Pactos de la Moncloa y el secreto de las negociaciones sobre el proyecto de Constitución, la revista mantendrá una línea crítica y distante sobre dicho consenso.
En el número siguiente a la llamada semana sangrienta o trágica de Madrid, el 3 de febrero de 1977, cuando el GRAPO y la ultraderecha intentaron hacer descarrilar la transición, la portada de Interviú apenas acusa la crisis por la que se acaba de pasar: el desnudo de portada (Dominique Sanda) es como de costumbre. Apenas uno de los titulares menores alude a la tragedia. Pero el interior está repleto de excepcionalidad: un reportaje relata cronológicamente los sucesos de Madrid. Siete días, siete titulares: «brota la sangre», «masacre profesional», «tensa indignación», «puños en alto», «la caza», «en acto de servicio» y «País en vilo». La posición del director en su «Érase una vez un país...» revela la gravedad de la situación. Plantea el problema de que nadie tiene legitimidad para actuar sin haber pasado por las urnas, por lo que la convocatoria electoral es urgente, pero para llegar a ella se precisa un «gobierno de concentración nacional».88 No se trata de una idea ajena al debate del momento, aunque en general se venga planteando con el matiz de la exclusión del PCE, y volverá a ser moneda común tras las elecciones de junio, cuando la urgencia ya no sea responder a la ofensiva ultra, sino hacer frente a una economía en bancarrota mientras se elabora una Constitución. El sucedáneo de esa inaceptable «concentración» –inaceptable para las dos fuerzas mayoritarias, UCD y PSOE– acabarán siendo los llamados Pactos de la Moncloa, responsables del gran marco del consenso. La colaboración de Vázquez Montalbán89 en ese mismo número propone, tras una larga digresión sobre la posible intervención de la CIA en los sucesos recientes, una suerte de «gobierno de amplia unidad política», que no se encuentra muy lejos de aquella «concentración».
En la antesala de las primeras elecciones democráticas, Interviú incluye en forma de artículo cuasi-editorial de Álvarez Solís90 una llamada al voto al PCE/ PSUC, que acompañan de un dibujo de Carrillo puño en alto. Nada menos. Aunque también la revista Triunfo llamó a votar a la izquierda, resulta infrecuente un llamamiento tan explícito. En el mismo número se hacen previsiones («Elecciones ¿y después qué?») sobre el proceso constitucional, que no «constituyente», que se producirá tras las elecciones.
Una de las pocas ocasiones en las que Interviú incluyó un verdadero artículo editorial91 fue en el primer número compuesto tras las elecciones (el anterior se imprimía mientras estas se celebraban). Ese editorial celebra el triunfo de la democracia, pero advierte del peligro que las reminiscencias franquistas agazapadas en el aparato del Estado representan para el progreso de la libertad. La crónica electoral92 proclama que «ganó Suárez, pero triunfó Felipe», y el artículo del director93 sugiere que el socialismo ha de prepararse para gobernar, pero no apresurarse a hacerlo. Dando por hecho que habrá nueva Constitución, no se muestra muy optimista sobre su alcance, dado el enorme peso del franquismo dentro del partido de Adolfo Suárez.
En coherencia con el modelo de periodismo atrevido que le dio popularidad, la revista logró ser la primera en publicar una entrevista a Adolfo Suárez94 aunque la tuvo que comprar a una publicación francesa, porque el presidente no concedía entrevistas a medios españoles. Pero al mes siguiente aún fueron más lejos al publicar en rigurosa exclusiva unas fotos de Suárez en bañador95 sobre un yate fondeado en la Costa Brava, osadía que, en un país que apenas se había despedido de la más severa gama de grises, no tenía más remedio que consagrar su leyenda.
El debate periodístico sobre el secreto de las deliberaciones de la ponencia constitucional fue más bien sordo. De hecho, ni siquiera Interviú, que venía colocándose a las afueras del consenso constitucional e incluso de los Pactos de la Moncloa, hizo causa contra aquella decisión de los constituyentes de esconder sus trabajos adoptada en pleno agosto de 1977. Cuando sale a la luz, primero una parte del articulado (Cuadernos para el Diálogo) y luego la totalidad (La Vanguardia), solo un pequeño suelto, recuadrado en la página 116, se felicita por ello: «Bien por Cuadernos».96 El comentario del director es distante, «un texto gris, sin empuje alguno, espeso y municipal, pacto entre la cobardía y el egoísmo», y le augura un futuro igual al de los Pactos de la Moncloa, «que todo el mundo los ha firmado y al final nadie quiere cargar con la paternidad correspondiente».97
No solo el director, Álvarez Solís, sino a menudo algunas firmas de prestigio de la revista, como Fernando Claudín,98 advierten de que el consenso constituyente amenaza con retrasar sine die las imprescindibles y urgentes elecciones municipales. La visión crítica de los excesos del «consenso» se acompaña de una clara focalización sobre los conflictos laborales o los acuciantes problemas sociales, que desbordaban o amenazaban con desbordar los límites de dicho consenso.
A la hora de examinar el resultado de los trabajos de la Comisión Constitucional, el primer dato que se debe tener en cuenta es el referéndum de diciembre de 1978, que convirtió el proyecto de Constitución en vigente Carta Magna. Interviú, nuevamente, se desmarca de los entusiasmos generalizados por dicha aprobación, ya que no solo no encuentra tan indiscutible