INTERVIÚ, REMOVIENDO LASTRES Y FALSOS CONSENSOS
Al igual que Cambio 16, la revista Interviú huyó siempre de los dos modelos al uso entre los semanarios de la España del final del franquismo y comienzos de la democracia: ni revista política al estilo de Triunfo; ni semanario del «corazón» o de sociedad, como las muy leídas Hola o Lecturas. Si acaso, se inscribe formalmente en el grupo de las llamadas «revistas ilustradas», como Gaceta Ilustrada o Sábado Gráfico, que puede considerarse como su verdadero precedente, salvo por que los fundadores de Interviú quisieron buscar su nicho de mercado en una orientación hacia temas «sociales» y «sucesos» de impacto, preferiblemente con un tratamiento que roza el sensacionalismo y unas portadas, también atrevidas, que cultivan el desnudo femenino.
Si nos atenemos a la filosofía que se proclama desde el editorial de presentación del primer número de la revista, el 22 de mayo de 1976, la opción queda meridianamente clara: «Lo de cumplir una misión social informando y orientando a la opinión púbica [...] ya no lo hace nadie [...] la actualidad es el conjunto de golpes que nos lanzan a la cara, al hígado o al corazón un consumado boxeador de completísima e imprevisible técnica que se llama la vida».79 He ahí todo un proyecto editorial centrado en la búsqueda del impacto. La fórmula tuvo tanto éxito que Interviú se convirtió durante muchos años en la revista más vendida y leída y con una notable influencia en aquello que podríamos denominar, con Gerard Imbert (1990), «los imaginarios sociales» de la Transición.
Al haber visto la luz el 22 de mayo de 1976, Interviú no puede dar cuenta del proceso de desaparición física del dictador, la proclamación del rey Juan Carlos ni los primeros pasos del Gobierno «aperturista» de Arias-Fraga. Pero ese primer número contiene la crónica de los sucesos de Montejurra,80 que da cuenta de la agresión ultraderechista contra la tradicional concentración del carlismo, recientemente convertido al socialismo por su jefe de filas Don Carlos Hugo, en ese lugar de Navarra. La acusación de connivencia del aparato del Estado con las fuerzas de seguridad se acompaña de alarmantes fotografías de los pistoleros y los heridos.
Esta primera pieza marca un poco la tónica de la revista en el futuro: denuncia valiente e imágenes escabrosas. Pero también, inequívoco posicionamiento democrático: para dejar las cosas claras, la firma del director, Antonio Álvarez Solís, que funcionará en adelante cuasi como artículo editorial, descalifica por continuista la política del tándem Arias-Fraga y condena la detención de miembros de la llamada Coordinación Democrática, el órgano unitario de la oposición. Otra pieza de gran despliegue en este primer número es la referida al fraude de la comercialización de aceite adulterado con connivencia de la Administración. Por último, y de forma también representativa de las opciones temáticas de la revista, aparece un reportaje sin firma bajo el título de «La rebelión de los homosexuales» y un expresivo subtítulo, «No debemos ocultar nuestro amor», que, aunque referido a Estados Unidos, expresa bien el compromiso «social» que mencionamos más arriba.
Este número inicial de la revista anticipa, pues, todas las claves de la fórmula de éxito de Interviú: erotismo en portadas y desplegables, enfoque sensacionalista, denuncia de las pervivencias franquistas, fotos impactantes o truculentas y atención a «temas olvidados» o realidades marginales. O, como lo definiría en su día Vázquez Montalbán (27 años de colaborador), una especie de «cesta de navidad o un cuerno de la abundancia del que salen todas las provocaciones a la curiosidad humana» (Montero, 2013). Pero lo cierto es que la revista se implicaba en algunos de los temas que el resto de la prensa tocaba con un exceso de cautelas: los horrores de la represión franquista, las fosas y desaparecidos, el mundo de la prostitución o la droga, el hampa y las redes criminales, la miseria y el atraso, la violencia sexual, los derechos de gais y lesbianas, conflictos obreros, las reminiscencias franquistas en el aparato del Estado o los ayuntamientos, etc., siempre nichos de escándalo, abordados con una mirada morbosa y un tratamiento gráfico discutible, aunque también, con un enfoque investigador del que carecían los demás medios y una mirada crítica o insumisa hacia las realidades brutales de la injusticia o la corrupción.
El estilo periodístico era, desde luego, mucho más libre e incisivo de lo acostumbrado en la prensa de la época. Al no obligarse a un seguimiento constante de los temas de la actualidad, la revista se permite un abanico temático extremadamente amplio y variado, lo que aumenta el atractivo popular de la publicación. Todo ello aderezado con abundante material erótico, portadas y desplegables de mujeres desnudas que, a veces, se legitimaban como una apuesta por la liberalización de las costumbres y la moral. La política de firmas de prestigio fue siempre una de las bazas de la publicación. Daba cabida a colaboraciones de un espectro ideológico tan amplio como contradictorio: desde Emilio Romero y su franquismo descreído, hasta el propio Vázquez Montalbán, comunista reconocido. Desde Manuel Martín Ferrand hasta Francisco Umbral.
La apuesta por esa especie de «populismo informativo» tuvo más respuestas desde la izquierda, en la que globalmente militaba la revista, que desde la supuestamente escandalizada derecha mediática. Las feministas protagonizaron protestas ante la redacción en octubre de 1977 y ataques desde la publicación teórica del movimiento, Vindicación Feminista, en los que señalaban que la utilización del cuerpo de la mujer nunca podía considerarse como una conquista de la libertad. Y La Calle publicó una investigación sobre la revista bajo el título «Desnudamos a Interviú»,81 en la que reducía su «modelo de éxito» a la combinación de «sexo, sangre, violencia y escándalo». Esta crítica mereció una airada respuesta de la revista bajo el título «¿A quién le duele Interviú?».82
Dado que la revista no publica artículo editorial y las portadas se dedican siempre a desnudos femeninos, no resulta fácil seguir la pista de sus posicionamientos ante el curso de los acontecimientos políticos. La carencia, sin embargo, se suple bien con la sección «Érase una vez un país...», firmada por su director, Álvarez Solís, y la elección de temas de actualidad a través de la sección de entrevistareportaje, central en la estructura de Interviú. Así, en un momento en el que, tras la sorpresa y enfado inicial de la prensa con el nombramiento de Adolfo Suárez para sustituir al cesado presidente Carlos Arias Navarro, la mayoría de los diarios se inclinaban por apoyar al recién llegado y sus anuncios liberalizadores, el artículo del director adopta una línea mucho más crítica. Se refiere al discurso de reentré de Suárez tras el verano:
Nos ha dicho el presidente: hay que contar con los partidos, con las organizaciones políticas. Pero ha advertido que esos partidos y esas organizaciones políticas no significarán nada hasta verse revalidados por aquellas elecciones que aún no tienen el bautismo de la fecha exacta.83
Es decir, ninguna intención de negociar en serio con la oposición y sí de mantener la hegemonía indiscutida durante todo el proceso. Esta será, precisamente, la gran cuestión del momento político: no tanto a dónde conduce la transición, que todo el mundo asume que ha de ser la democracia, sino quién conducirá el proceso. Gerard Imbert (1990: 25) explica que la dicotomía «continuidad/ruptura» sucede a la de «franquismo/antifranquismo y alcanza toda su agudeza en el momento de la dimisión de Arias Navarro en julio de 1976». Pues bien, en esa dicotomía, la posición de Interviú, compartida con algunas otras como Triunfo o Cambio 16, es no hacer cuestión de la hegemonía sino del modo en que se ejerce y, en