La amargura del odio de Melitta se compensaba con una relación cálida y frecuente con su hijo Erich y su familia. En 1937 nació su nieto Michael a quien Melanie amó siempre.
La llegada a Londres de los analistas alemanes y austríacos emigrados, con los Freud a la cabeza (1938), expulsados por el nazismo, complicó las cosas para Klein, que entonces contaba con muchos seguidores. La Asociación se convirtió en un remedo de la guerra en que las hostilidades no eran menos violentas. Freud murió en 1939 y Anna se constituyó en la heredera universal de su legado. Los bombardeos alemanes sobre Londres dificultaban el trabajo; Melanie se trasladó a Cambridge con Susan Isaacs y más tarde a Pitlochry, en Escocia, en donde residiría durante un año mientras trataba a Richard, un niño de siete años, el personaje central de su último libro.
Las Controversias (Controversial Discussions), el nuevo intento de Jones por mantener la disputa en términos civilizados después de 1935, iniciaron formalmente en 1941 y finalizaron en 1945. El tema central del debate sería la validez y el estatus de las ideas introducidas por Melanie Klein. Para ella y para sus seguidores, se trataba de “salvar la vida”, es decir, si podían ser considerados psicoanalistas o no. Las vilezas y las abyecciones menudearon en uno y otro bando; amigos se convirtieron en enemigos acérrimos.
Un grupo que reconocía deber tanto a Freud como a Klein, optó por mantenerse a igual distancia de unos y otros. Se hablaba de “la ambición y el egoísmo sorprendentemente desinhibido de Melanie Klein”. Bowlby sentenció que si bien Ana Freud rezaba en el altar de san Sigmund, Melanie Klein lo hacía en el de santa Melanie. La propia Melanie Klein recriminó a Jones el haber llevado a los Freud a Inglaterra cuando hubieran podido ir a otra parte.
James Strachey sintetizó:
Mi propio punto de vista es que la señora K.[lein] ha realizado algunas importantísimas aportaciones al psicoanálisis, pero es absurdo creer que (a) estas ideas cubren la totalidad del campo o (b) que tienen un valor axiomático. Por otra parte, pienso que es igualmente absurdo que la señorita F.[reud] sostenga que el psicoanálisis es un coto reservado a la familia F. y que las ideas de la señora K. son fatalmente subversivas.
Estas actitudes de ambas partes son puramente religiosas y constituyen la antítesis misma de la ciencia (Grosskurth, 1991: 275).
Las Controversias terminaron en un “arreglo” que identificó al grupo kleiniano, al annafreudiano y al intermedio, pero dividieron al psicoanálisis en tres grandes tipos de práctica: Escuela kleiniana, Escuela de relaciones de objeto y annafeudismo, más tarde, Psicología del yo.
La tradición inglesa y las condiciones externas favorecían al pensamiento kleiniano. La Segunda Guerra produjo una modalidad de sufrimiento que no había estado presente en la Primera. Londres fue bombardeado intensamente; más tarde lo serían las ciudades alemanas. El Holocausto, las invasiones nazis de otros países, precipitaron un cambio decisivo en la concepción del psicoanálisis.
Tres millones y medio de niños fueron evacuados de Londres. La sociedad se convirtió en una familia sufriente. La imagen paradigmática fue la escultura de Henry Moore, Madonna and Child, que fue develada en 1943. El reverendo Hussey diría en esa ocasión: “La Santísima Virgen es imaginada como cualquier niño pequeño pensaría esencialmente en su madre, no como pequeña y frágil, sino como el grande, seguro y sólido origen de la vida” (Zaretsky, 2012: 396). El grupo social no se entendió como un fenómeno contingente al que se sumaban los individuos, sino como el medio en el cual las personas encuentran su realización o su sufrimiento.
Eran, pues, los temas kleinianos y post kleinianos.
Melitta, que había dejado de creer, si alguna vez lo hizo, que la suya era una madre suficientemente buena, emigró a los Estados Unidos al término de la Guerra. Madre e hija nunca volvieron a dirigirse la palabra.
Entre tanto, la creatividad de Melanie no cesaba y nuevas ideas fluían. En 1952 Melanie cumplió 70 años. Las celebraciones incluyeron la publicación de Desarrollos en psicoanálisis (1952), que reunía artículos de Joan Riviere, Susan Isaacs y Paula Heimann, sus colaboradoras más cercanas hasta ese momento, además del trabajo central de
la propia Klein, “Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé”, la gran síntesis que ponía a punto la teoría. Igualmente,
apareció el número doble de homenaje de la International Journal of Psycho-analysis dirigido por Paula Heimann y Roger Money-Kyrle, que incluía artículos de muchos de sus colaboradores, y que constituyeron el corpus de Nuevas direcciones en psicoanálisis (1955).
Podía hablarse con rigor de una Escuela kleiniana y ésta se implantaba en el mundo: Françoise y Jean Baptiste Boulanger traducían al francés El psicoanálisis de niños, traducción para la que Jacques Lacan se había ofrecido. Arminda Aberastury había iniciado años antes (1948) la traducción de lo que estaba conformándose como las Obras completas de Melanie Klein al español, y desde la Argentina el psicoanálisis latinoamericano quedó impregnado de las concepciones kleinianas en ocasiones de una manera predominante. Sólo los Estados Unidos, en donde los refugiados fieles al annafreudismo eran mayoría, y constituyeron la llamada Psicología del yo, mostraron siempre su rechazo a las ideas kleinianas.
En 1955, en el Congreso de Ginebra Melanie Klein leyó un provocador artículo “A Study of Envy and Gratitude”, que es su última aportación al corpus teórico y clínico del psicoanálisis, y que ocasionó fuertes reacciones de rechazo incluso entre amigos y colaboradores cercanos como D. Winnicott y Paula Heimann, quien se sintió directamente aludida y ofendida (Grosskurth, 1991: 434).
La salud y las fuerzas menguaban. Como Cervantes en sus últimos días, Melanie Klein llevaba la vida sobre las ganas que tenía de vivirla: siempre aparecía elegantemente arreglada aunque la artritis la obligara a caminar con bastón. Era evidente que se fatigaba con facilidad, pero la capacidad creativa no disminuía. Envidia y gratitud, como libro, apareció en 1957 después de haber sido presentado en 1955 y publicado en 1956. Aun a pocos días de su muerte, seguía corrigiendo el manuscrito del Relato del psicoanálisis de un niño, que recogía el tratamiento de Richard y que aparecería póstumamente. Era el último de los grandes casos clínicos del psicoanálisis en el siglo XX.
A principios de 1960, con la esperanza de recuperar sus fuerzas perdidas como consecuencia de la anemia, intentó una estancia en un sanatorio suizo. Un poco más tarde, en Londres, se le diagnosticó cáncer de colon.
Melanie Klein murió el 22 de septiembre de 1960.
En la ceremonia funeraria, su amiga cercana, la pianista Rosalyn Tureck, interpretó el Andante de la Sonata en re menor de Bach, una de las melodías más hermosas y sencillas del gran maestro.
NOCIONES ESENCIALES
ANTES DE ABORDAR EL TEXTO
HISTORIA DE LA OBRA
“Freud fue el primer analista en emplear el concepto de envidia tanto en la idea de envidia del pene como en el proceso en que los miembros de un grupo pueden experimentar una rivalidad envidiosa en el curso de una idealización común del líder (Freud 1921). Abraham (1919) empleó la idea de envidia para explicar un ataque destructivo que ciertos pacientes emprenden contra el trabajo psicoanalítico. Eisler (1922) observó que la envidia deriva del instinto oral. En su trabajo de 1932, ‘Los celos como mecanismo de defensa’, Joan Riviere considera los celos patológicos como un mecanismo de defensa frente a la envidia oral inconsciente hacia los padres en coito. Fue Melanie Klein, sin embargo, la primera en hacer de la envidia un concepto central de su teoría psicoanalítica” (Spillius, 2007: 140).
Hacia 1957, después de casi cuarenta años de trabajo, tres años antes de su muerte, Melanie