En 1919, en Budapest, alentada por S. Ferenczi, su analista, había iniciado el tratamiento de un niño. A partir de 1921, en Berlín, animada y sostenida por K. Abraham, su segundo analista, había empezado una práctica que pronto culminó en un genuino psicoanálisis infantil. En los primeros años londinenses el psicoanálisis de niños se consolidó como una disciplina por su propio derecho y M. Klein la defendió contra posiciones que ella juzgó siempre menos analíticas, sobre todo las de Anna Freud.
La adhesión de M. Klein a la teoría del instinto de muerte a partir de 1932 le había permitido ver de una manera distinta la destructividad y el sadismo pero, también, había abierto un lugar para los instintos de vida, es decir, el amor. Por vez primera, el concepto de amor adquirió un sentido complejo que trasciende con mucho el ámbito psicoanalítico. A la luz de la importancia y la trascendencia de la idea del amor como preocupación por el objeto, cuidado, reparación y, más tarde, gratitud, el modelo kleiniano no podría ser acusado de pesimista en cualquier sentido serio.
En 1934 tuvo lugar uno de los acontecimientos más significativos de la historia del psicoanálisis: M. Klein presentó su “Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos”. La Posición depresiva, propuesta en ese artículo, se convirtió en la fuente de todo el pensamiento británico acerca de las relaciones objetales y marcó la diferencia del modelo kleiniano de la mente respecto de las tendencias freudianas prevalecientes. Con ello, la significación de su aportación al psicoanálisis parecía quedar fuera de toda duda.
Y, sin embargo, otra vez tuvo que defenderse, de nuevo frente a Anna Freud. Las llamadas Controversias (1941-1945) fueron una serie de discusiones científicas en las cuales Melanie Klein y sus aliados debían probar —frente a Anna Freud y los suyos— que el pensamiento kleiniano podía llamarse psicoanalítico. De no hacerlo con suficiencia pesaría sobre ella la amenaza de expulsión de la Sociedad Británica. La respuesta kleiniana fue una serie de aportaciones ‘probatorias’ que hoy forman parte del corpus teórico del psicoanálisis.1
En los años que siguieron, la creatividad de M. Klein no tuvo más límite que su capacidad de trabajo.
Quizá su mejor respuesta a las Controversias fue la continuación de su avance en la investigación del desarrollo temprano. En 1946 publicó “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides”, ensayo en el cual presenta la Posición paranoide-esquizoide y, en dos párrafos, un nuevo descubrimiento que habría de tener una fortuna inmensa de tal modo que el psicoanálisis quedó permeado por las consecuencias de esa intuición. La identificación proyectiva suscitó un inmenso interés no sólo por su poder explicativo del desarrollo normal y patológico, sino porque permitió entender mejor la comunicación que se establece entre analista y paciente. Su papel en la transferencia ha llevado a que los dos fenómenos sean (mal) entendidos como uno solo.
Entonces, y en el mismo año en que se publicó su minuciosa exploración de la identificación proyectiva, “Sobre la identificación”, 1955 (que en realidad había empezado a escribir desde 1953), leyó, el 24 de julio, en el XIX Congreso de Psicoanálisis en Ginebra, un trabajo sobre la envidia y la gratitud. En febrero de 1956 dictó, en la Sociedad Británica de Psicoanálisis, una conferencia con el título de “Un estudio sobre la envidia y la gratitud”, que era una versión ampliada de su participación de Ginebra. Una ampliación aún mayor fue publicada un año después en forma de libro: Envidia y gratitud. Un estudio de las fuentes inconscientes (1957). Es la última gran aportación teórica de Melanie Klein, y es el texto que aparece en sus Obras completas tanto en inglés como en español. El presentado ante la Sociedad Británica un año antes no fue publicado sino hasta 1986 y no existe de él traducción al español, a pesar de su indudable interés.
En el apartado correspondiente (Trascendencia. Cómo fue recibido Envidia y gratitud) nos ocupamos de las adhesiones y las críticas; pero no podemos soslayar ahora que, en tanto que la mayoría de las reacciones se centran en la crítica hacia la envidia excesiva primaria, el papel que Klein otorga al amor (la gratitud) tanto en el desarrollo del psiquismo como en la determinación de la salud mental pasa casi inadvertido. Y sin embargo, es con respecto a la teoría de la gratitud inmediata, no mediada por la reparación, que el concepto final de envidia adquiere todo su sentido (Petot, 2016b: 318).
Ciertamente, la noción de envidia tenía ya un lugar en la teoría psicoanalítica. Freud había teorizado sobre la envidia del pene en la mujer y sobre sus vínculos con las pulsiones agresivas. La consideraba un elemento fundamental de la sexualidad femenina. La envidia del pene, y todo su complejo simbolismo, aparecía a partir del descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos: la niña desea poseer un pene como el niño. En el curso del complejo de Edipo, la envidia del pene tomaba dos formas derivadas: deseo de poseer un pene dentro de sí (principalmente en forma de deseo de tener un hijo); deseo de gozar del pene en el coito (Laplanche y Pontalis, 2013: 118).
Esta noción siempre tuvo gran importancia para Freud debido a la función central que asignaba al falo en ambos sexos. En la clínica, había anticipado que esta envidia podía conducir a un análisis interminable.
Con el trasfondo de la crítica de la teoría freudiana de la sexualidad femenina iniciado por Karen Horney (1924), M. Klein (1932) pareció entender mejor a Freud: reconocía la presencia de la envidia en los deseos del bebé de destruir todo cuanto posee la madre, en particular, el pene paterno (en el caso de la niña, no por temor de la castración sino de la intrusión). En 1932, igualmente, Joan Riviere estableció el vínculo que une a la envidia con el deseo del bebé de apoderarse del pecho materno y de arruinarlo.
Envidia y gratitud no propone una transformación del modelo kleiniano como podría pensarse de Más allá del principio de placer (1920) o de El yo y el ello (1923) que establecieron una segunda tópica en la teoría freudiana. Se trata de algo que M. Klein “añadió”. La adición sin duda altera concepciones anteriores, supone nuevas propuestas y enriquece otras ya planteadas. De estas adiciones, modificaciones y matices nos ocupamos en los apartados Análisis del texto y Trascendencia.
Finalmente, los trabajos de los años anteriores a Envidia y gratitud, sobre todo los de 1952, se caracterizan por consignar los elementos que componen la Posición paranoide-esquizoide y la Posición depresiva en el proceso del desarrollo del aparato mental normal y en ciertas condiciones de perturbación. En esta descripción, Klein incluye conceptos tales como frustración, gratificación, voracidad, avidez, envidia, celos, culpa, creatividad, reparación, pero su papel y la relación que mantienen entre sí es de una naturaleza distinta.
En cuanto a la noción de gratitud sólo viene a ocupar su lugar a partir de 1955. Entre 1923 y 1955 el término gratitud aparece muy pocas veces y siempre acompañando a otros conceptos.
Un elemento que tiende a ignorarse cuando se habla de esta aportación es que envidia y gratitud es una visión binaria de la mente que concibe a estos dos fenómenos como una matriz. No se trata de dos elementos postulados por separado; son indisociables. Y, sin embargo, la numerosa producción de trabajos consagrados al estudio y a la descripción del fenómeno de la envidia da cuenta, por un lado, del impacto que éste tuvo en la comunidad psicoanalítica, y del escándalo que produjo. Pero, por otro, de la tendencia a olvidar a su par constitucional. En el propio texto de M. Klein es llamativa la desproporción en cuanto al espacio destinado a cada uno de los conceptos: del total de páginas menos del diez por ciento está destinado a la gratitud, lo que corroboró la impresión (equivocada) ya establecida de que a Klein y a sus seguidores sólo interesaba el aspecto negativo de las motivaciones humanas (Steiner, 2017).
En el texto Envidia y gratitud la proporción es, aproximadamente, de cinco a uno: envidia se menciona 246 veces contra 48 de gratitud. En una búsqueda general en los cuatro tomos de los Writings of Melanie Klein (las obras completas) encontramos sólo 72 veces el vocablo “gratitud” en distintos contextos.
En los dos diccionarios clásicos del pensamiento kleiniano (Hinshelwood, 1992; Spillius, 2011), la entrada correspondiente a ‘Gratitud’ tiene apenas alrededor de diez líneas.