En este libro haremos un viaje iniciático para conocer a tan sólo algunas de las figuras más representativas de la música peruana de los últimos cien años que, al igual que la gastronomía, poseen una particular confluencia de ingredientes autóctonos y foráneos, de espíritus incendiarios, voces hipnóticas, místicos ruidismos y visiones psicotrópicas. Un país donde se hablan cuarenta y siete lenguas originarias, además del castellano, sin duda posee una riqueza sonora que merecería mucha más atención. A diferencia de esa otra manifestación cultural que es la comida, la música peruana no ha corrido con la misma suerte en cuanto a su internacionalización. Son múltiples los factores que han impedido esta difusión, salvo casos muy aislados, los cuales guardan relación con sus erráticas políticas culturales y el bajo consumo interno de sus artistas más prometedores.
Este fue uno de los poderosos motivos que nos llevaron a construir este breve panorama de la música hecha en el Perú, como introducción a un universo sonoro que en los últimos años ha comenzado a ser abordado desde diversas publicaciones y reediciones discográficas que buscan desentrañar sus misterios y valorar su enorme aportación a la cultura latinoamericana. De esta manera, este menú de degustación les permitirá saborear las historias de las y los artistas que nutrieron las raíces del último siglo de música peruana y conocer los proyectos más relevantes de las últimas décadas. Así, proponemos una dialéctica entre el pasado y su proyección en el futuro.
Perú es un país de cantoras; por ello, la primera parte está dedicada a mujeres consagradas como Yma Sumac, Chabuca Granda y Susana Baca, pero también a jóvenes revelaciones que continúan preservando y renovando esta maravillosa tradición. A continuación, comenzaremos a mover las caderas al ritmo de cumbia, boogaloo, salsa, chicha y demás tropicalidades que exploraron músicos brillantes como Los Destellos, Los Wembler’s y Alfredo Linares, y presentaremos las más recientes versiones de la actual escena tropical peruana. Después, degustaremos las estridencias del rock peruano primigenio con bandas pioneras como Los Saicos, Los Belking’s o Los Yorks, y las secuelas que dejaron en los siguientes decenios. Finalmente, culminaremos este banquete con uno de los aspectos menos conocidos de la prolífica historia musical peruana: su vanguardia, es decir, música de avanzada que desde los años sesenta no ha parado de producirse en el país, gracias a enormes compositores como César Bolaños, Édgar Valcárcel o Manongo Mujica, así como los colectivos y artistas sonoros de tiempos más recientes.
Este ágape no habría sido posible sin la colaboración de diversos cocineros de la palabra, quienes han aportado su toque personal a cada historia que se narra en este libro: poetas, periodistas, músicos, etnomusicólogos, es decir, escritores a través de cuya visión disfrutaremos de este festín que nos espera para ser saboreado con los oídos. La mesa está servida.
Perú, noviembre de 2021
Prólogo
El viaje a nuestra raíz
Susana Baca
Quisiera empezar este diálogo con la sospecha de que hablar de la música, como de todas las artes, es hablar de un sentimiento que es inherente al ser humano. Ese sentimiento no está hecho de una habilidad, no tiene una clasificación, no tiene una nacionalidad; más bien, sólo contiene la necesidad humana de expresarse espontáneamente y dejarle saber al otro que es igual a uno en la alegría y en la tristeza.
Entonces, a contrasentido de la emoción, el racionalismo impuesto para esa manera de expresarse ha determinado modos y costumbres que establecen diferencias y, para estas diferencias, hemos edificado pesadas escuelas, hemos clasificado las discordias estéticas y comportamientos de cada persona, de cada nación, de cada pueblo. Y esa música, nacida como un sentimiento a modo de un abrazo o un beso, se pobló de rostros y decires que se volvieron y nos volvieron diferentes.
La construcción de la música en el Perú no es ajena a esto. La música peruana es una sumatoria de sentimientos, de épocas, de una historia que contiene confrontaciones, pero al mismo tiempo, también de juntas, de resistencias y de adaptaciones. Entonces, para comprenderla tenemos que hablar de cuáles son los acentos propios que caracterizan esta “peruanidad”, aquello que la distingue de las nociones musicales de otros pueblos distintos al nuestro.
Yo opino que el siglo XX ha sido determinante para esto. Antes, en los siglos XVIII y XIX, sólo se reconocía como oficial una manera de apreciar la música: desde la expresión colonial, la expresión de la dominación, la que determinaba una lengua y negaba las otras. Esto ocurre cuando me detengo a leer las partituras de la obra del obispo español Martínez Compañón donde, si bien hay expresiones propias de los lugares descritos, la notación y la acentuación con la que se las escribe no es para compartir un “modo de los otros”, sino para leerlo desde el lugar del dominador o conquistador. Ellos no revelaron un lenguaje musical que nos interpretara a todos, sino que mimetizaron nuestros acentos propios.
Si los peruanos emprendemos un recorrido comparativo de nuestra música oficial, encontraremos que, desde la construcción misma de nuestras raíces (que no es más que las admisiones rítmicas genéricas de la música, donde hallamos que una zamacueca de la costa peruana no es tan diferente a una cueca boliviana, una cueca chilena o una chacarera argentina), muchas de sus formas están compuestas en un tiempo de 6/8, es decir, poseen el acento de la conquista; la música que escapaba a esa concepción fue calificada como “música de rituales”.
Entonces, nuestro encanto o nuestro “sabor”, como lo llama el bello título de este hermosísimo libro, se hará más profundo cuando empecemos a mirarnos desde nuestros propios sentimientos colectivos y desde una versión de la historia que use nuestros gentilicios. Así, sólo así, sentiremos que esta música es nuestra y que sus diferencias son sólo acentuaciones naturales propias de nuestras regiones o periferias, las que se van reconfigurando por la constante movilización social y agregan nuevos acentos que antes no eran considerados. Este proceso y esta forma de ser se dan a través de la comprensión de los artistas que colocaron los hitos y que, a su manera, lograron la aceptación e identificación del público peruano con lo suyo, ayudando a forjar su propia identidad.
El desarrollo de los medios de comunicación, y la rapidez que nos imprimen en el día a día, ha cambiado permanentemente el lento proceso de nuestra evolución musical, que ha tenido personalidades fuertes y valerosas. Sin temor a equivocarme, podría decir que estas travesías sonoras por la tierra de los incas no se agotan en la mera descripción intelectual de géneros o historia, sino que emprenden un viaje de reminiscencia de los intérpretes que forjaron y forjan este sentimiento de pertenencia a un mismo territorio.
La fina selección de artistas y personajes que retrata este libro nos permite identificar de manera emocional los hitos musicales de esta joven memoria compartida que, a través de la pluma de estos escritores, nos muestra a detalle las diferentes historias de la diversidad que nos hace únicos y únicas. Los textos que integran este recorrido por la musicalidad del Perú serán un enérgico antecedente para las nuevas generaciones que sabrán, en su momento, que nuestra historia musical fue y sigue siendo un proceso largo e inconcluso que deberá ser completado por los y las que vendrán a seguir alimentándose de este Sabor peruano, así, con mayúsculas.
Octubre de 2021
Yma Sumac: la diva alada
TILSA OTTA
© Getty Images.
La relación de Yma Sumac con el Perú ilustra los eternos conflictos que crecieron como mala hierba en las fisuras profundas que dejó la brutalidad de la colonización en ese territorio, fracturas de las que pareciera no haber retorno. Y es por eso que la historia del éxito colosal que cosechó en todo el mundo es tan extraordinaria como la indiferencia que sufrió en su patria a pesar de ser su estrella más brillante: incluso hoy, a más de una década de su muerte, sigue siendo la artista peruana con más discos vendidos.
Pero antes de representar, a su pesar, estas contradicciones, Yma era Zoila, una niña de