6.Un libro en español que asume como central la dialéctica entre las diferentes partes de la musicología –y de la disciplina con el resto de la vida musical– es el de C. Rodríguez Suso: Prontuario de Musicología. Música, sonido, sociedad, Barcelona, Clivis, 2002.
7.Esta configuración de los materiales reproduce la que se ofreció en 2005 en un curso de historiografía musical titulado «Vicente Ripollés y la historiografía musical de su tiempo», organizado por el Institut Valencià de la Música de la Generalitat en colaboración con la asociación Pro Historia Musicae: los textos originales que ahora se ofrecen al público son, obviamente, diferentes de los que se propusieron en su momento, tras las revisiones –en algunos casos reelaboraciones, por no decir reescrituras–y puesta al día bibliográfica por parte de sus autores. A todos ellos va el más sincero agradecimiento por la amable paciencia y disponibilidad y, sobre todo, por haber mantenido su valioso apoyo a este proyecto.
I
ESTUDIOS
PROBLEMAS DE LA HISTORIOGRAFÍA MUSICAL
El caso de Higinio Anglés y el medievalismo
Juan José Carreras Universidad de Zaragoza
¿Por qué interesarse por la historiografía musical? ¿No es ya la propia música un campo de estudio suficientemente amplio y complejo como para interrogarnos además sobre las razones, modos y funciones que supone la escritura de su historia? Son estas, sin duda, preguntas perfectamente legítimas que habrán asaltado a más de una persona interesada en la musicología. La exposición que sigue pretende aportar argumentos que ayuden a contestar estos interrogantes. Para ello propongo un itinerario en tres etapas: me centraré, primero, en algunas reflexiones introductorias sobre la actual relevancia musicológica de la historiografía, en sus dos campos de Histórica (entendida como estudio sistemático de la investigación histórica) y de Historia de la historiografía (como estudio histórico de la práctica historiográfica).1 Pasaré, en segundo lugar, a esbozar la situación general de la musicología histórica en España en torno a 1930, un momento en el que el influjo del modelo académico de la musicología alemana es todavía escaso. Finalmente, pasaré a estudiar en detalle algunas de las decisivas aportaciones historiográficas en la década de los treinta de Higinio Anglés (1888-1969), uno de nuestros musicólogos de mayor prestigio. Intentaré mostrar que las cuestiones que suscita la historiografía de Anglés van bastante más allá de una consideración que afecte meramente a los diversos campos a los que dedicó su investigación, entre los que destacan, en primer lugar, los estudios medievales. Plantearé, por el contrario, que las implicaciones metodológicas –historiográficas en el más amplio sentido del término– de lo que se fraguó en las decisivas publicaciones de esos años afectan todavía a la práctica general de la musicología en España de forma sustancial. Solo por eso valdría ya la pena dedicar un tiempo a una relectura crítica de la obra de Anglés. Es evidente que ello solo podrá ser llevado a cabo desde una perspectiva transversal, generosa y curiosa, alejada de los dogmatismos de una tradición mal entendida y de las habituales rigideces académicas: es decir, todo lo contrario de una musicología que confunda la especialización con la miopía y que persista en su incapacidad de reflexionar críticamente acerca del significado de una obra como la de Anglés, que excede a una mera contabilidad de aciertos y fallos, de limitaciones y grandes aportaciones.2
Para acercarnos con provecho al primer y esencial periodo de la historiografía de Higinio Anglés, es decir, hasta 1936, será necesario tanto esbozar el rico contexto cultural y político catalán de la época, como comentar la propia obra musicológica como producto de la imaginación histórica de su tiempo. Ello requerirá citar los textos y analizar los discursos desde una perspectiva interpretativa que forzosamente, si quiere llegar a algún resultado, será parcial (para empezar en la propia selección y montaje de citas). Por esta misma razón, resulta necesario declarar los particulares intereses que guían estas líneas: se trata no tanto de reconstruir ideologías y señalar aportaciones, sino de mostrar sobre todo cómo se articula y expresa una narrativa histórica en términos de lo que llamamos una representación del pasado musical, todo ello con el fin preciso de interrogarnos acerca de los fundamentos de una visión historiográfica. También en el caso de Anglés, interesan aquí –como afirma igualmente Laurenz Lütteken a propósito de una figura tan ligada al musicólogo catalán como lo fue el musicólogo alemán Heinrich Besseler– no las correcciones de detalle o las revisiones de contenidos y hechos de su investigación, sino la aclaración de las premisas metodológicas de su historiografía.3 Estas no se agotan, ni mucho menos, en la necesaria crítica ideológica del nacionalismo franquista, ni tienen que ver directamente con el evidente oportunismo y mandarinato ejercido por Anglés en los años terribles de la posguerra, de los que, por otra parte, resulta natural distanciarse éticamente. Tampoco encaramos con seriedad el problema de la historiografía resultante de la recepción española de la musicología científica alemana, conformándonos con repetir el lugar común y simple de la obsolescencia del llamado positivismo que ejerció Anglés y del que trataré más tarde, matizando una cuestión clave e irrenunciable del método histórico como es la de las fuentes.
«Quien intente captar la sustancia de la historia prescindiendo de los sistemas de comprensión [Begriffssysteme] –que la exploran, pero también la distorsionan– deja de ser historiador para convertirse en un místico», escribía Carl Dahlhaus en uno de los capítulos más luminosos de su reflexión histórica a propósito de la relación crucial entre la categoría de «hecho histórico-musical» y forma narrativa (Dahlhaus, 1997: 54). En nuestro caso, será necesario reflexionar sobre el aludido sistema de conceptos o de comprensión de un musicólogo como Anglés, sin excluir sus emociones y vivencias ligadas a la sociabilidad práctica de sus diversos mundos de vida (el seminario, las excursiones por la campiña catalana, la política y la vida musical barcelonesa, los viajes por archivos y bibliotecas, por citar solo algunos). Vivencias que tanto tienen que ver con las representaciones de lo que puede ser «música» y que, a su vez, fundamentan una determinada práctica científica. No debe ocultársenos, por supuesto, que los resultados de este trabajo en torno a Anglés no pueden ser más que una primera aproximación a una temática muy poco trabajada en España, tanto en lo que se refiere a la cuestión general del desarrollo disciplinar de la musicología, como en el asunto particular de Anglés, compleja personalidad de indudable trascendencia y de múltiples significados sugeridos por una obra amplia y contradictoria, diversa y dispersa.4
Como sabemos, la trayectoria científica de Anglés significó un primer y crucial paso hacia una identidad profesional de la musicología española. Ello ocurrió en un contexto histórico tan crítico y conflictivo ideológicamente como lo fue el de los años treinta, una década marcada en Europa por las catástrofes finales de la Guerra Civil española y la sucesiva Guerra Mundial, pero también, en lo que se refiere a España, por un extraordinario y esperanzado florecimiento cultural: en el caso de Anglés, de la lengua y cultura catalanas.5 La historiografía que vamos a analizar ejemplifica, además, otra diferencia significativa que quiero subrayar aquí: la que se produce entre el músico-historiador y el historiador-músico, entre los músicos eclesiásticos con intereses históricos, como lo fue a su manera Vicente Ripollés, así como los nuevos clérigos musicólogos con fuertes compromisos con