Algunos de los objetos que utilizamos en nuestra vida cotidiana en un principio fueron enmarcados de una manera completamente diferente, a veces hasta graciosa. Por ejemplo, inicialmente el teléfono se concibió para escuchar música en remoto: solo hacía falta marcar para escuchar un concierto. El fonógrafo se diseñó para comunicar mensajes: la idea era que el director de una empresa pudiese mandar una nota de audio grabada en un disco de vinilo y hacérsela llegar a los gerentes que estuvieran lejos.9 Pero hasta que no se le dio una vuelta a la manera de utilizar estas nuevas tecnologías la verdad es que no tuvieron mucho éxito. A principios del siglo xx, Thomas Edison afirmó que los largometrajes acabarían sustituyendo las clases presenciales, una visión que no se ha conseguido realizar hasta un siglo después, cuando Zoom se ha convertido en la nueva escuela.10
El término enmarcar está muy establecido en las ciencias sociales. Los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky explicaron muy elocuentemente que la manera en que se presentan los resultados puede afectar al proceso de toma de decisiones, un sesgo cognitivo al que llamaron “efecto marco” y que describieron como un defecto del pensamiento humano.11 A pesar de que utilizamos el mismo término, en este caso el significado es un poco distinto: no hace referencia a la manera en que se presenta un resultado, sino al acto deliberado de utilizar modelos mentales para obtener distintas opciones antes de tomar una decisión. Aunque enmarcar erróneamente una situación puede provocar que se tome una decisión equivocada, la capacidad humana de enmarcar es empoderadora y valiosa. Nos permite comprender el mundo y reestructurarlo. Sin ella no seríamos quienes somos, ni como individuos ni como especie.
Resulta tentador pensar que cuando reenmarcamos en realidad estamos haciendo un cambio de paradigma, es decir, un cambio fundamental en las prácticas y los conceptos que predominan en un ámbito. En 1962, Thomas Kuhn, un filósofo de la ciencia, sostuvo que los cambios de paradigma impulsan los avances científicos.12 Pero la afirmación no es del todo exacta. Cada cambio de paradigma es una reenmarcación, como cuando la perspectiva heliocentrista de Copérnico se impuso al modelo geocéntrico de la Tierra y el Sol de Ptolomeo. Pero no todas las reenmarcaciones son un cambio de paradigma, ya que comparativamente reenmarcamos mucho más a menudo. A veces un acto de reenmarcación puede cambiar la concepción del mundo que tiene la sociedad entera, pero normalmente se trata de un cambio mucho más pequeño –aunque significativo– de nuestras vidas individuales. En cualquier caso, siempre que logremos reenmarcar algo correctamente estaremos tomando mejores decisiones.
Utilizar marcos puede parecer complicado y difícil. Y la verdad es que requiere cierta habilidad. Sin embargo es algo que a los seres humanos se nos da sorprendentemente bien. Llevamos haciéndolo durante decenas de miles de años, aunque no siempre nos demos cuenta de ello.
Los marcos son mucho más que la perspectiva individual de una persona: son plantillas cognitivas. Pero haber mencionado la perspectiva nos viene muy bien para crear una metáfora. Antes de que el arquitecto italiano Filippo Brunelleschi empezara a dibujar con perspectiva geométrica allá por el año 1420, los artistas dibujaban el mundo plano y colocaban los objetos según su importancia. Siguiendo el ejemplo de Brunelleschi, los artistas aprendieron a representar la profundidad y a dibujar las escenas tal y como eran realmente. Comparar los dibujos de antes y después de este cambio nos puede ayudar a comprender el potencial que puede llegar a tener un cambio de marco.13
Todos somos enmarcadores. Somos capaces de hacer predicciones, tanto de algo mundano como de algo espectacular. En cierta manera estamos constantemente viajando por el tiempo con nuestra mente. A algunas personas se les da mejor que a otras, pero todos podemos mejorar. De hecho, todos debemos mejorar.
soñar pero con límites
Los marcos nos ayudan especialmente en dos situaciones de las que hablaremos más en profundidad en el capítulo ii. La primera es cuando nos encontramos ante una nueva situación o cambian las circunstancias, ya que nuestra capacidad de elegir un marco nos proporciona nuevas opciones. Y la segunda, pero no menos importante, es cuando nos encontramos en situaciones familiares, ya que los marcos nos permiten centrar la mente, reduciendo así nuestra carga cognitiva. Es una manera increíblemente eficiente de tomar la decisión adecuada. Pero para poder hacerlo bien hay que tener en cuenta tres elementos: el pensamiento causal, la capacidad de crear escenarios contrafactuales y la capacidad de limitar y moldear nuestra imaginación acorde con un objetivo en particular.
En el capítulo iii examinaremos la causalidad. Los humanos vemos el mundo bajo un prisma de causa y efecto. Eso es lo que nos permite comprenderlo. Somos capaces de predecir anticipadamente las consecuencias que puede tener una acción dada y realizarla a nuestro favor. El razonamiento causal es la base de nuestra cognición. Los niños aprenden a pensar causalmente a medida que van creciendo, y el hecho de pensar en términos de causa y efecto ha permitido a las sociedades humanas evolucionar a lo largo del tiempo. Somos máquinas de hacer deducciones causales.
Sin embargo, nuestras deducciones causales suelen ser erróneas, ya que nuestro mundo es muy complejo. Resulta difícil comprender todos los entresijos del mundo solo con el kilo y medio de proteína y grasa esponjosa que tenemos dentro del cráneo. Hoy en día podemos apoyarnos en el método científico para evitar sacar conclusiones causales precipitadas como, por ejemplo, que si realizamos un baile concreto conseguiremos que llueva. Pero nuestra tendencia a ver causalidad por todas partes tiene una consecuencia muy positiva: nos proporciona una herramienta para comprender el mundo y para tenerlo más o menos bajo control.
El segundo elemento de nuestros modelos mentales es la capacidad de crear escenarios contrafactuales, que examinaremos más detenidamente en el capítulo iv. Consiste en imaginar realidades alternativas, en crear hipótesis del mundo con un par de cambios. Al igual que nos ocurre con el pensamiento causal, también estamos creando constantemente escenarios contrafactuales. Nos sale de manera natural. Los pensamientos contrafactuales nos permiten escapar de la cognición del aquí y ahora: no estamos atrapados en la realidad que tenemos delante, ya que podemos crear una distinta dentro de nuestra cabeza.
El pensamiento contrafactual es crucial para el progreso. Nos permite visualizar cosas que no existen, lo que nos ayuda a comprender el mundo real e imaginar cómo podría llegar a ser. Normalmente lo hacemos con preguntas del tipo “¿Y si…?”. Pero nuestras imaginaciones no son fantasías sin sentido, sino precursores esenciales para pasar a la acción, uno de los elementos clave en nuestro proceso de preparación antes de tomar una decisión. Normalmente cuando nos ponemos a visualizar y a imaginar lo que hacemos, en realidad estamos evocando y valorando escenarios contrafactuales. Eso es lo que hacen por ejemplo los niños cuando juegan simbólicamente o los científicos cuando diseñan sus experimentos.
Aunque el pensamiento contrafactual nos ayuda a mejorar el mundo, sería una locura adentrarse demasiado en el reino de lo irreal. En el capítulo v presentaremos el tercer elemento crucial para enmarcar, los límites. Los límites adecuados nos ayudan a ajustar la imaginación para que los escenarios contrafactuales sigan siendo factibles, para que nos muestren acciones realmente posibles. Enmarcar no se trata de construir castillos en el aire, sino de soñar dentro de unos límites. El pensamiento contrafactual solo nos resulta útil si está restringido.
Los límites son el pegamento que mantiene el modelo mental unido mientras nosotros reflexionamos sobre el “¿Y si…?” de manera estructurada y deliberada. Por ejemplo, si se nos pinchase un neumático y nunca hubiéramos cambiado uno, no se nos ocurriría utilizar la antigravedad de la Flota Estelar; echaríamos un vistazo a las herramientas del maletero (por ejemplo, un gato hidráulico y una llave inglesa) y visualizaríamos cómo utilizarlas.
Estas tres dimensiones de la cognición humana (la causalidad, la contrafactualidad y los límites) son la base para enmarcar. Son las herramientas que tenemos para poder ver más allá de lo obvio y seguir avanzando.
Sin embargo,