Tanmateix, com a Barcelona, el primer bombardeig greu que va patir la capital va-lenciana va ser realitzat per un creuer, tam-bé italià, concretament per l’Emanuele Fili-berto Duca d’Aosta sota el comandament del capità de navili Alberto Da Zara. Aquest navili havia salpat de Palma de Mallorca a les 13 hores del dia 14 de febrer, junt amb el creuer Raimondo Montecuccoli, i arriba-va a l’altura de València a les 21 hores. L’Emanuele Filiberto es va situar a una dis-tància de 6.000 metres dels molls i a les 21:45 hi va obrir foc. En total, va disparar trenta-dos salves de 152 mm, utilitzant cent vint-i-cinc projectils. L’atac va durar vuit mi-nuts i, una vegada acabat, el creuer italià es va dirigir a gran velocitat cap a la base naval italiana de La Spezia, on va arribar el 16 de febrer a les 15 hores.28
Els projectils italians van causar diverses víctimes i danys en la ciutat, entre els quals els de l’Hospital Provincial i un menjador per a xiquets del Socorro Rojo internacional –per sort, i donada l’hora en què es va efec-tuar l’atac, el menjador estava buit. Segons alguns mitjans republicans, aquesta agressió va causar vint-i-cinc morts i nombrosos fe-rits.29 Hem pogut identificar els morts al Registre Civil de València.30
A partir d’aquest moment la ciutat va pa-tir nombrosos atacs aeris, al març de 1937, els dies 22 i 23, i a l’abril, els dies 22 i 27, aquest darrer per mar, que van causar quatre morts i vint-i-set ferits. Els responsables del bombardeig del 27 foren els creuers Balea-res i Canarias, que van obrir foc des d’una distància de 12.000 metres. Els agressors van considerar que el resultat havia estat excel·lent i van observar cinc incendis des dels vaixells.31 El mes de maig seria molt més sagnant. El dia 15, en plena crisi del govern republicà –que acabaria amb la di-missió de Largo Caballero–, tres S-81 van llançar deu bombes sobre el centre de la ciu-tat que van causar trenta-tres víctimes mor-tals i nombroses destrosses. El dia 28 de maig, altres tres S-81 van tornar a llançar la seua càrrega mortífera sobre la població, ocasionant novament grans destrosses, vint morts i un centenar de persones ferides.32
Del primer dels bombardeigs del mes de maig, el mateix president de la Repúbli-ca, Manuel Azaña, ens ha deixat un dra màtic relat:
“El domingo, cerca del anochecer, vino Giral y me contó las cosas que sabía del cur-so de la crisis. Hablando estábamos en el horrendo despacho de la división, cuando sentí una trepidación lejana, persistente, y, a poco, los cristales de los balcones vibraron. «Son los aviones, Giral. Deben de estar cer-ca». En aquel punto, sonaron los estampidos de las antiaéreas, se abrió una puerta y entró Menéndez: «Están bombardeando. Hay que bajar al refugio». Oímos entonces las explo siones. Se apagó la luz. Salí en busca de mi mujer, que tenía de visita a la de Ureña y la de Morla. Cuando bajábamos la escalera, los estampidos hacían retumbar la techumbre de cristal. Al llegar al refugio, ya se había concluido todo, por lo menos en las inmedia ciones. Estuve en el refugio un rato, con las señoras y Giral. A poco, apareció Casares, que venía a saber de nosotros. Nos comuni-caron que habían caído bombas en la plaza ontigua, donde hay unos ministerios, dos de ellas muy cerca del ministerio de Marina. El despacho de Prieto quedó averiadísimo. Casualmente, en aquel momento, Prieto es-taba en otro aposento hablando con el minis-tro inglés. Estando todavía en el refugio, en-tró de pronto mi sobrina Anita, deshecha en llanto. Yendo con su marido en un autobús, una bomba estalló cerca; su marido cayó he-rido y estaba desangrándose en la Casa de Socorro, donde no había medios de atender a tantas víctimas como llegaban. La pobre Anita había venido como loca, a pedirme au-xilio. No sabía por dónde ni con quién había hecho el camino. Quiso tomar un taxi y se encontró dentro con un niño sin cabeza. El espanto la tenía medio trastornada. El espec-táculo de la Casa de Socorro debía de ser horrible. Antonio, su marido, tenía una heri-da junto a la cadera. Tendido en el suelo, entre muertos y heridos, estaba en peligro de morir por falta de asistencia. Salieron inme-diatamente Bolívar y un ayudante mío para la Casa de Socorro. Giral también se fue, en busca de nuestro amigo, el doctor Puche. Y esperamos, tratando en vano de consolar y reanimar a la pobre criatura. Un practicante había hecho una cura provisional a Antonio y decía que no era grave, que podían llevarlo a su casa. Yo había dicho que lo trajeran a la división. Un médico encontrado no sé por quién ni dónde, lo reconoció mejor, y dispu-so que con toda urgencia lo llevasen al hospi-tal, pues había que operarlo. Así lo hicieron. Ya en el hospital, llegaron otros médicos, y Negrín envió otro más. Mi sobrino, ingenie-ro agrónomo, era jefe del cultivo de tabaco en esta región, y en ese concepto subordina-do a Negrín, que le conocía y apreciaba mucho. Incluso ha ido a visitarle dos veces.
València. Víctimes col·laterals d’un bombardeig (BN)
Hora y media después del accidente, y estan-do ya el herido en la cama de operaciones, los médicos me telefonearon preguntándo-me qué hacían, si operaban enseguida, como era conveniente, o quería yo que buscase al-gún operador. Los dos que había allí eran buenos. Contesté que me remitía a su pericia y su celo. Operaron. Tenía Antonio una tri-ple perforación del intestino. Soportó media-namente la operación. Los médicos dijeron que si en cuarenta y ocho horas no se presen-taban complicaciones, podría salvarse. Así trataban de hacérmelo creer, y sobre todo a su pobre mujer. Nunca tuvo esperanzas. An-tonio tenía una lesión pulmonar y, según se ha sabido ahora, no sé qué cosa cardíaca. ¡Qué había de resistir! Murió en la noche del martes al miércoles, fallándole el corazón, cuando empezaba a presentarse la peritoni-tis. Deja a su viuda con veinticinco años, dos niños, el mayor de tres años, y otro en cami-no. Me ha afectado profundamente, por An-tonio, que era muy simpático, modesto y bueno, y por mi sobrina, que tiene tan mala suerte como todos sus hermanos y como la tuvo su padre. En Valencia ha habido mu chas víctimas. La indignación es grande. Ahora, querrán tomar represalias, las cuales darán pretexto para otros estragos, y así, has-ta el infinito destrozo. ¿Pero es que hemos de aguantarnos y no responder?, dicen muchos. No sé qué será lo peor.”33
Al litoral, també Gandia va patir a co-mençaments de 1937 un primer bombar-deig sagnant, concretament el 26 de febrer d’aquest any quan 3 avions italians S-79 a les 8:20 hores van llançar 1.800 kg d’explosius, en 36 bombes de 50 kg, sobre la carretera del Grau, l’estació i part del centre de la ciu-tat, que van causar 16 morts i 30 ferits.34
Gandia, 28 de febrer de 1937. Dos dies abans: 16 morts (AAM)
El 23 de març de 1937 fou bombardejada per primera vegada Castelló de la Plana. L’atac, conegut com “el bombardeig del vai-xell”, es va fer des del Baleares i, posterior-ment per la legió Còndor; va començar a les 20 hores i acabà a les 24 h. No va assolir cap objectiu militar o estratègic, però va segar la vida de 23 persones –deu de les quals van morir dies després– i va causar 38 ferits. La premsa va publicar aquesta notícia:
“Esta tarde se ha verificado el entierro de las víctimas del bombardeo de ayer. Los ca-dáveres estuvieron expuestos en lo que fue capilla del hospital. Los muertos enterrados hoy son una gitana llamada Manuela, Jesús Jarque, un obrero pintor apellidado Ferrer, Rosa Pellicer, Nicolás Pascual, Teresa Falcó y otros tres no identificados. Estos son una niña, un viejo y una niña cuya cabeza ha desaparecido. Las autoridades presidieron el entierro. La ciudad entera formaba en el cor-tejo fúnebre. Ha fallecido a consecuencia de las heridas recibidas ayer durante el bombar-deo Antonia Escudero Fernández.”35
Entre els diversos edificis seriosament danyats, es trobava l’Hospital Provincial. Uns dies després, el 29 de març, l’aviació italiana bombardejava el port de Castelló.
Durant l’any 1937, la ciutat de Castelló va patir 12 bombardeigs més, navals o aeris, els dies 13 d’abril, 25 de juny, 14, 19 i 26 de novembre, 22 i 26 de desembre, a més dels atacs dels dies 2 de juliol, 15 d’octubre