Los planes de Dios para su vida. J. I. Packer. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: J. I. Packer
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9781646911141
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el hombre es que su meta sea la gloria de Dios, ¿cómo puede ser equivocado para Dios tener esa misma meta? Si el hombre no puede tener propósito más elevado que la gloria de Dios, ¿cómo podría tener Dios otro propósito sino ese mismo? Si es erróneo que el hombre busque un objetivo menor que éste, lo sería también para Dios. La razón por la que no sería correcto que el hombre viviera para sí mismo, como si fuera Dios, es porque no es Dios. Sin embargo, no puede ser equivocado que Dios busque su propia gloria, simplemente porque es Dios. Aquellos que insisten en que Dios no debería buscar su gloria en todas las cosas están realmente pidiendo que Él deje de ser Dios. Y no existe mayor blasfemia que desear eso.

      Si el razonamiento de los que ponen objeciones es tan evidentemente falso, ¿por qué existen hoy tantas personas que lo creen? La credibilidad del argumento proviene de nuestra costumbre de hacer a Dios a nuestra imagen y pensar que Él y nosotros estamos a un mismo nivel. En otras palabras, sus obligaciones con nosotros y las nuestras con Él se corresponden, como si Él estuviera obligado a servirnos y a promover nuestro bienestar con el mismo altruismo con el que estamos obligados nosotros a servirlo a Él. Esto es, en realidad, pensar en Dios como si fuera un hombre, aunque uno magnífico. Si esta forma de pensar fuera cierta, entonces el hecho de que Dios busque su propia gloria en todo lo haría sin duda comparable al peor de los hombres y a Satanás en persona.

      Pero nuestro Creador no es un hombre, ni siquiera un superhombre omnipotente, y esta forma de pensar es una terrible idolatría. (Para ser idólatras no hace falta que nos hagamos una imagen esculpida que retrate a Dios como un hombre; para quebrantar el segundo mandamiento, todo lo que necesitamos es una imagen mental falsa.) No debemos por consiguiente imaginarnos que las obligaciones que nos sujetan como criaturas a Él, lo sujeten a Él como Creador a nosotros. La dependencia es una relación unilateral y posee obligaciones unilaterales. Los niños, por ejemplo, deben obedecer a sus padres, ¡y no al revés! Nuestra dependencia de nuestro Creador nos obliga a buscar su gloria sin que lo obligue a Él a buscar la nuestra. Para nosotros, glorificarlo es un deber; para Él, bendecirnos es gracia. Lo único que Dios está obligado a hacer es lo mismísimo que requiere de nosotros: glorificarse a sí mismo.

      Entonces nuestra conclusión es que hablar de Dios como egocéntrico es lo inverso de la blasfemia; al contrario, el no hacerlo sería algo irreligioso. La gloria de Dios es hacer todas las cosas para sí mismo y utilizarlas como medios para su exaltación. El cristiano lúcido insistirá en esto. Insistirá también en que la gloria del hombre es tener el privilegio de funcionar como un medio para este fin. No puede existir mayor gloria para el hombre que glorificar a Dios. “El propósito principal del hombre es glorificarlo a Dios” Y cuando lo hace, el hombre halla su verdadera dignidad.

      El humanista, que cree que cuando el hombre rompe las ataduras de la religión llega a su punto más noble y divino, dirá que cuando afirmamos que el hombre no es más que un medio para la gloria de Dios, le robamos a la vida humana todo su verdadero valor. Sin embargo, la verdad es exactamente lo opuesto. La vida sin Dios no tiene ningún valor real; es una mera monstruosidad. Cuando decimos que los seres humanos no son más que un medio para la gloria de Dios, decimos también que ellos no son menos que eso, demostrando por lo tanto cómo la vida puede tener significado y valor. La única persona en este mundo que disfruta de una total satisfacción es aquella que sabe que la única vida digna es ser un medio, no importa cuán humilde, para el fin primordial de Dios: su propia gloria y alabanza. La única forma de ser verdaderamente felices es siendo verdaderamente humanos, y la única forma de ser verdaderamente humanos es siendo verdaderamente piadosos.

      Su significado. ¿Pero qué quiere decir que el fin principal de Dios sea su gloria? Para muchos de nosotros la frase “la gloria de Dios” suena vacía. ¿Qué importancia le dan las Escrituras?

      En el Antiguo Testamento, la palabra que se traduce como “gloria” expresaba originalmente la idea de peso. La gloria se aplicaba a toda aquella característica de una persona que la hace “importante” a los ojos de los demás y que los impulsa a honrarla y respetarla. La riqueza y el prestigio de Jacob son denominados “gloria” (Génesis 31.1; 45.13). Luego la palabra pasó a tener el significado de honor y respeto mismo.

      Por consiguiente, la Biblia utiliza la palabra gloria en referencia a Dios en un enlace doble. Por un lado, habla de la gloria que le pertenece a Dios: el esplendor y la majestuosidad divina que se adhieren a todas las revelaciones propias de Dios. Por otro lado, habla de la gloria que se le da a Dios: el honor y la bendición, alabanza y adoración que Dios tiene derecho a recibir, la única respuesta adecuada a su santa presencia. Ezequiel 43.2 y siguientes refleja el vínculo aquí: “Y vi que la gloria del Dios de Israel venía... me incliné rostro en tierra”. Por tanto, el término gloria conecta los pensamientos del mérito de Dios: la majestuosidad de su poder y presencia, y de su alabanza, que es la respuesta correcta cuando Dios está frente a nosotros y nosotros estamos frente a él.

      Tomemos por un momento cada pensamiento por separado.

      Por medio de su revelación, Dios nos muestra su gloria. Gloria significa la deidad que se manifiesta. La creación lo revela a Él. “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmo 19.1). “Toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6.3). En la época bíblica, Dios revelaba su presencia por medio de teofanías, denominadas su “gloria” (la nube brillante en el tabernáculo y templo, Éxodo 40.34, 1 Reyes 8.10 y sig.; la visión de Ezequiel del trono y las ruedas, Ezequiel 1.28; etc.). Los creyentes contemplan ahora su gloria que resplandece por completo y por último “en el rostro de Cristo” (2 Corintios 4.6). Allí donde veamos a Dios en acción, veremos también su gloria. Él se presenta a sí mismo ante nosotros como santo y adorable, convocándonos a que nos inclinemos delante de Él para adorarlo.

      Le damos gloria a Dios. Esto lo hacemos mediante todas nuestras respuestas a su revelación de gracia:

      1. Mediante alabanza y adoración: “Quien me ofrece su gratitud, me honra” (Salmo 50.23); “Tributen al SEÑOR la gloria que merece su nombre” (Salmo 96.8); “Glorifiquen a Dios por su compasión” (Romanos 15.9).

      2. Mediante fe en su palabra. “La suma de tus palabras es la verdad” (Salmo 119.160); “Tus promesas son fieles” (2 Samuel 7.28).

      3. Mediante confianza en sus promesas (así es como Abraham le dio gloria a Dios, Romanos 4.20 y sig.).

      4. Mediante la confesión de Cristo como Señor, “para gloria de Dios Padre” (Filipenses 1.11).

      5. Mediante la obediencia a la ley de Dios. “El fruto de justicia” es “para gloria y alabanza de Dios” (Filipenses 1.11).

      6. Mediante el sometimiento a la justa condena de nuestros pecados (así le dio Acán gloria a Dios, Josué 7.19 y sig.).

      7. Mediante su engrandecimiento (lo cual significa nuestro empequeñecimiento) en nuestra vida diaria.

      Ahora podemos ver el significado de la declaración que dice que el fin principal de Dios es su gloria. Esto significa que su propósito firme es exhibir a sus criaturas racionales la gloria de su sabiduría, poder, verdad, justicia y amor de modo que ellos lo puedan conocer, y conociéndolo, le den gloria por toda la eternidad mediante su amor y lealtad, alabanza y adoración, confianza y obediencia. La clase de comunión que Él tiene la intención de crear entre nosotros y Él es una relación en la cual nos da sus mayores riquezas, y nosotros le damos nuestras más sinceras gracias: ambas en su más alto nivel. Cuando Él declara que es un Dios “celoso” y proclama: “No entrego a otros mi gloria” (Isaías 42.8; 48.11), su preocupación es salvaguardar la pureza y riqueza de esta relación. Tal es la meta de Dios.

      Todas las obras de Dios son un medio para esta finalidad. La única respuesta que la Biblia le da a la pregunta que comienza: “¿Por qué Dios...?” es: “Para su gloria”. Es para esto que Dios decretó la creación y para esto que decidió permitir el pecado. Él podría haber prevenido la transgresión del hombre. Él podría haber excluido a Satanás del jardín o confirmado a Adán de manera que fuera incapaz de pecar (como lo hará con los redimidos en el cielo). Pero no lo hizo. ¿Por qué? Por su gloria. Se dice a menudo que nada es tan glorioso en Dios como su amor redentor: la misericordia