Considera los exigentes requisitos de un estilo de vida piadoso como lo expone William Law. Law usa la palabra devoción en un sentido amplio para referirse a todo lo que abarca la piedad — tanto acciones como actitud:
La devoción significa una vida entregada o dedicada a Dios. Por tanto, el hombre devoto [piadoso] es aquel que ya no vive según su propia voluntad, o el camino y espíritu del mundo, sino solamente según la voluntad de Dios, que considera a Dios en todo, que sirve a Dios en todo, que hace todas las partes de su vida cotidiana partes de piedad, al hacer todo en el nombre de Dios y bajo las reglas que se conforman a Su Gloria.2
En esta descripción que presenta Law, la piedad abarca absolutamente toda la vida de la persona piadosa. Nada queda excluido. Dios está en el centro de sus pensamientos. Sus deberes más ordinarios son hechos con la intención de glorificar a Dios. En las palabras de Pablo a los corintios, ya sea que coma o beba o cualquier cosa que haga, esta persona lo hace todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31).
Ahora bien, es evidente que un estilo de vida centrado de tal manera en Dios no puede desarrollarse y mantenerse mientras no haya un fundamento sólido de devoción a Dios. Solo una fuerte relación personal con el Dios vivo puede evitar que ese compromiso se vuelva opresivo y legalista. Juan escribe que los mandamientos de Dios no son gravosos; una vida piadosa no es tediosa, pero esto es verdad solo porque una persona piadosa es ante todo devota a Dios.
La devoción a Dios, entonces, es la fuente del carácter piadoso. Y esta devoción es la única motivación para el comportamiento cristiano que agrada a Dios.
Esta motivación es lo que distingue a la persona piadosa de la persona moral o la persona benevolente o la persona fervorosa. La persona piadosa es moral, benevolente y fervorosa debido a su devoción a Dios. Y su vida adquiere una dimensión que refleja el sello mismo de Dios.
Es triste que muchos cristianos no se caractericen por tener esta aura de piedad. Puede que sean muy talentosos y amigables, o muy activos en la obra del Señor, o incluso aparentemente exitosos en algunas formas de servicio cristiano, y aun así no sean piadosos. ¿Por qué? Porque no están dedicados a Dios. Tal vez estén dedicados a una idea o a un ministerio o a su propia reputación como cristianos, pero no a Dios.
La piedad es más que el carácter cristiano; es el carácter cristiano que surge de la devoción a Dios. Pero también es cierto que la devoción a Dios siempre produce un carácter piadoso. A medida que estudiemos los tres elementos esenciales de la devoción en el siguiente capítulo, veremos que todos ellos, individual y colectivamente, deben expresarse en una vida que es agradable a Dios. Así que la definición de piedad que usaremos en este libro es la devoción a Dios que da lugar a una vida agradable a Él.
En los primeros capítulos de este libro nos concentraremos en esta devoción, buscando entender qué es y por qué produce el carácter cristiano. En los últimos capítulos consideraremos rasgos específicos del carácter piadoso. Pero nunca debemos perder de vista el hecho de que la devoción a Dios es la fuente del carácter cristiano y el único fundamento sobre el cual ese carácter puede ser construido eficazmente.
Capítulo dosDevoción A Dios
¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado. Apocalipsis 15:4
Enoc caminó con Dios y Enoc agradó a Dios. Que caminara con Dios habla de su relación con Dios o su devoción a Dios; que agradara a Dios habla del comportamiento que surgió de esa relación. Es imposible construir un patrón de comportamiento cristiano sin el fundamento de una devoción a Dios. La práctica de la piedad es ante todo cultivar una relación con Dios y a partir de ello cultivar una vida agradable a Dios. Nuestro concepto de Dios y nuestra relación con Él determinan nuestra conducta.
Ya hemos visto que la devoción a Dios consiste en tres elementos esenciales: el temor de Dios, el amor de Dios y el deseo de Dios. Piensa en un triángulo que represente la devoción a Dios, con cada uno de estos elementos en una de las tres puntas.
El temor de Dios y el amor de Dios forman la base del triángulo, mientras que el deseo de Dios se encuentra en el ápice. A medida que estudiemos estos elementos de manera individual, veremos que el temor de Dios y el amor de Dios forman el fundamento de la verdadera devoción a Dios, mientras que el deseo de Dios es la máxima expresión de esa devoción.
El cristiano temeroso de Dios
El difunto profesor John Murray dijo: «El temor de Dios es el alma de la piedad».3 Sin embargo, el temor de Dios es un concepto que a muchos cristianos en la actualidad les parece anticuado y arcaico. En otro tiempo un creyente sincero tal vez habría sido conocido como «un hombre temeroso de Dios». Hoy en día probablemente nos avergonzaría esa expresión. Algunos parecen pensar que el temor de Dios es un concepto estrictamente del Antiguo Testamento que quedó atrás con la revelación del amor de Dios en Cristo. Al fin y al cabo, ¿no es cierto que el perfecto amor echa fuera el temor, como declara Juan en 1 Juan 4:18?
Si bien es verdad que el concepto del temor de Dios es abordado más ampliamente en el Antiguo Testamento, sería un error asumir que este no es importante en el Nuevo Testamento. Una de las bendiciones del nuevo pacto es la implantación del temor del Señor en los corazones de los creyentes. En Jeremías 32:40, Dios dijo: «Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí» (énfasis añadido).
«Nada podría ser más importante», comentó John Murray, «que el hecho de que el temor del Señor debe ir acompañado del consuelo del Espíritu Santo como características de la iglesia del Nuevo Testamento: “Entonces las iglesias (…) eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo” (Hechos 9:31)».4 Tanto Pablo como Pedro usan el temor del Señor como motivación para vivir justa y santamente.5 El ejemplo del mismo Señor Jesús, de quien Isaías dijo: «Se deleitará en el temor del SEÑOR» (11:3 LBLA), debería eliminar cualquier duda. Si Jesús en Su humanidad se deleitó en el temor de Dios, nosotros sin duda necesitamos pensar seriamente en cultivar esta actitud en nuestras vidas.
Tal vez algo de la aversión a la frase «temor de Dios» se debe en parte a un entendimiento equivocado de lo que significa. La Biblia usa el término «temor de Dios» en dos formas distintas: una se refiere al miedo lleno de ansiedad, y la otra a la veneración, reverencia y admiración. El temor como miedo ansioso surge al darnos cuenta del juicio inminente de Dios por el pecado. Cuando Adán pecó, él se escondió de Dios porque estaba asustado. Aunque este aspecto del temor de Dios debería caracterizar a toda persona inconversa que vive cada día siendo objeto de la ira de Dios, rara vez sucede así. La acusación final de Pablo contra la humanidad impía fue: «No hay temor de Dios delante de sus ojos» (Romanos 3:18).
El cristiano ha sido librado del temor a la ira de Dios (ver 1 Juan 4:18). Pero el cristiano no ha sido librado de la disciplina de Dios contra su conducta pecaminosa, y en ese sentido él todavía teme a Dios. Él se ocupa de su salvación con temor y temblor (cf. Filipenses 2:12); vive su vida aquí como un peregrino con temor reverente (cf. 1 Pedro 1:17).
Para el hijo de Dios, sin embargo, el significado principal del temor de Dios es veneración y honra, reverencia y admiración. Murray dice que este temor es el alma de la piedad. Es la actitud que despierta en nuestros corazones adoración, amor y reverencia. Esta no se enfoca en la ira de Dios sino en la majestad, la santidad y la gloria trascendente de Dios.