Desde la década de los cincuenta del siglo pasado, la terapia familiar sistémica, desde sus diferentes escuelas y técnicas, ha aportado reconocimiento y valor al trabajo de la psicoterapia. La literatura nos recuerda la amplitud de publicaciones e investigaciones que se han llevado a cabo a lo largo de estos años desde la TFS, ampliando su campo de actuación no solo al ámbito social y clínico, sino también al educativo. Por ello, la psicoterapia emocional sistémica se sustenta de sus raíces indiscutiblemente sistémicas y plantea nuevos postulados y técnicas, complementando su abordaje a través de aspectos emocionales que justifican y permiten el cambio de una manera más profunda y permanente, como veremos a lo largo de los próximos capítulos.
4. Influencia de las corrientes humanistas
La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar
(Carl Rogers)
Desde la psicoterapia emocional sistémica, consideramos fundamental reconocer la influencia de los procesamientos de funcionamiento emocional para poder establecer hipótesis sistémicas. Así como para entender el síntoma o realizar técnicas sistémicas, a pesar de los múltiples defensores y detractores que han recibido las escuelas humanistas por su dificultad para respaldarse en una base empírica sólida, con una clara debilidad teórica para evidenciar su fiabilidad.
Desde sus orígenes más emblemáticos, junto a Abraham Maslow, Eric Fromm, Eric Berne o Viktor Frankl, se considera que el precursor del enfoque humanista fue Carl Rogers (1959), un psicólogo estadounidense que basó su trabajo no en investigar sobre el sufrimiento, sino en el auto-conocimiento y desarrollo personal de la persona. Rogers se centró en el «aquí y ahora», con una postura de «no directividad»11 con el paciente. En los modelos humanistas no se apela al pasado del paciente, evitando las clasificaciones, sino que, con una visión positiva y auténtica, se centran más en las capacidades y herramientas de la persona que en el síntoma y en estudiar la conducta. Estos son características y principios de trabajo con los que, desde la psicoterapia emocional sistémica (PES), nos sentimos identificados.
Aquí el experto es el paciente, y el profesional se muestra más auténtico y natural, al compartir el mismo espacio emocional que la familia o el paciente identificado. No obstante, a diferencia de las corrientes humanistas, desde la PES trabajamos en el presente; pero, si detectamos que hay algo del pasado que no le permite al paciente poder estar en el presente, regresamos al pasado puntualmente para resolver aquello no resuelto, y así poder vivir una mayor consciencia del presente, promoviendo la reflexión sobre la conducta, siguiendo las propuestas de Fritz Perls de dejar la mente libre y guiarse también por los sentidos12.
SESIÓN FAMILIAR
Psicoterapeuta: ¿Cómo puedo ayudaros como familia? ¿Qué tendría que ocurrir para que la terapia fuera un éxito?
Padre: Que Ana se portara mejor y no estuviera continuamente generando conflicto.
Madre: Que pudiéramos tener una armonía familiar y fuéramos todos felices.
Hermano: Que mi hermana Ana dejara de quitarme mis cosas, de gritarme y entrar en mi cuarto.
Ana: Que mi familia me hubiera ayudado cuando sufrí acoso escolar en primaria.
Psicoterapeuta13: Os voy a pedir que os levantéis para que Ana pueda representar, a través de vuestra postura corporal, una escultura de cómo sintió ella que estaba la familia hace 4 años, cuando ella sufrió acoso escolar.
Después le pido a la familia que se coloque en la postura corporal de cómo y dónde les hubiera gustado estar si hubieran sabido lo que estaba sufriendo Ana.
A partir de un acontecimiento del pasado, que enquista las relaciones familiares actuales, añadidas al rencor del tiempo acumulado, volvemos, regresamos a esa situación para dar la oportunidad a la familia de hacer las cosas de forma diferente, teniendo en cuenta las estructuras emocionales del paciente identificado.
En este mundo racional en el que vivimos, la expresión emocional ha sido en ocasiones criticada, valorando la represión de las competencias afectivas del individuo. A lo largo de la infancia suele haber una mayor facilidad de conexión con el mundo emocional, mientras que los adultos, a medida que nos hacemos mayores, vamos racionalizando la interpretación de lo que ocurre a nuestro alrededor, lo que nos hace sentir más seguros, o al menos, con la sensación de «controlar» nuestro entorno, y cada vez nos vamos distanciando más de nuestro mundo interior «emocional». La psicoterapia emocional sistémica propone un equilibrio entre las emociones, las cogniciones y la conducta, como parte integral de la interacción humana, y amplía recursos específicos relacionales que permiten una visión más global de las dinámicas familiares y un manejo consciente del mundo afectivo interpersonal.
Por ello, las emociones hacen posible el proceso de normalización al olvidar la etiqueta psicopatológica del paciente y buscar la comprensión, en la historia de la familia, del mundo interior de cada uno de sus miembros para, de este modo, reconstruir los vínculos afectivos más auténticos, donde el síntoma no sea necesario.
5. Influencia de la neuropsicología afectiva
No educar las emociones es como no educar la mitad del cerebro
(Álvaro Bilbao)
Como profesionales de la salud mental, es fundamental que conozcamos los mecanismos neurológicos del funcionamiento emocional. Gracias a los avances de la neurociencia, se ha constatado la eficacia y fiabilidad de la psicología clínica. Ya son muchos los campos en que los científicos evidencian que las relaciones familiares y sociales moldean nuestro cerebro, al igual que lo hace la psicoterapia, a través de los mecanismos cerebrales de la plasticidad cerebral. En los conocidos trabajos de Jorge Barudy14 o de Boris Cyrulnik, desde un modelo ecosistémico, se describen los efectos neuroendocrinos de los buenos tratos en el niño, así como el efecto de los malos tratos en el cerebro (sistema límbico, corteza prefrontal, córtex racional…), y se evidencian en lo que la literatura nos recuerda como unánime sobre los numerosos estudios y avances que relacionan la gestión emocional con el funcionamiento cerebral (LeDoux, Damasio, Siegel, Goleman, Rizzolatti…).
Aunque sabemos que nuestro cerebro está formado por complejas estructuras interconectadas con otras áreas de este, podemos afirmar que no existen dos cerebros iguales y que, de manera sencilla, se conocen tres áreas en nuestro cerebro que determinan nuestra conducta, cuyo funcionamiento debemos conocer en nuestro trabajo clínico. Estas son:
Cerebro primitivo o reptiliano. Es el más arcaico de todos y el que gestiona nuestros instintos