THE LIFE OF CHARLOTTE BRONTË: LA BIOGRAFÍA DE MRS. GASKELL
La revisión de esta primera biografía es tarea ineludible desde el momento en que considero que en ella se encuentra la mayor parte de los ingredientes que originaron la leyenda. Los investigadores posteriores a Gaskell siguieron utilizándola como principal fuente de información y aunque otras biografías como las de Winifred Gérin y Rebecca Fraser, por ejemplo, introdujeron detalles que Gaskell desconocía o eliminó, las ideas básicas acerca de la vida de las Brontë no han cambiado mucho desde entonces. La obra de Gaskell es un clásico que sigue utilizándose y citándose en buena parte de las investigaciones más recientes, como atestigua la obra de Juliet Barker, la biografía más extensa y rigurosa de los Brontë jamás realizada y a la que también me he de remitir como contraste. Por otra parte, la revisión de su proceso de elaboración y resultado final es también necesaria. Para la ilustración de mi tesis o contraleyenda con respecto al pueblo de Haworth, a la casa familiar y al paisaje del West Riding utilizaré necesariamente muchas de las descripciones y detalles utilizados por la biografía de Gaskell que a continuación se analiza.
Poco después de la muerte de Charlotte, el 16 de abril de 1855, Mrs. Gaskell (1810-1865), reconocida escritora que había conocido a Charlotte Brontë durante sus breves años de fama, recibió una carta totalmente inesperada de Patrick Brontë, el padre de Charlotte. Tras la lectura de un artículo particularmente escabroso aparecido en Sharpe´s London Magazine, con el apoyo de su yerno Arthur Nicholls, Patrick Brontë decidió escribir a Gaskell, pidiéndole que escribiera una biografía que demoliera dicho artículo (Sellars: 114). Parece ser que Gaskell, admiradora de Charlotte, ya había pensado con anterioridad en la posibilidad de escribir acerca de su vida, sobre todo después de su primera visita a Haworth en septiembre de 1853. Durante los cuatro días que pasó entonces en el pueblo como invitada de Charlotte, movida por la curiosidad y deseosa de conocer más detalles escabrosos acerca de la familia de su amiga, llegó incluso a interrogar a Martha Brown, una de las criadas de la casa. Por ello, tras la recepción de la carta, no dudó en emprender la tarea que Brontë le proponía. Aparte de la ayuda, los recuerdos y las cartas que pudo recibir de la familia que todavía vivía, Gaskell consiguió trescientas cincuenta cartas que Ellen Nussey, íntima amiga de Charlotte desde su encuentro en 1831 en la escuela Roe Head, no llegó a romper nunca, a pesar de que Charlotte le había pedido que lo hiciera. Recibió también, desde Nueva Zelanda, una larga carta de otra amiga de la misma época, Mary Taylor, en la que ésta aportaba todos los recuerdos que conservaba de Charlotte. Gaskell viajó, una vez más, a Haworth y pasó allí varios días visitando con detenimiento la zona; se entrevistó también con amigos y conocidos de Charlotte y de su familia, con algunos de los sirvientes que habían trabajado para ellos e incluso con el dueño de la papelería, John Greenwood, que había conocido a los hermanos Brontë desde niños y les había suministrado el papel para escribir durante toda su vida.
Todos recordaron a los Brontë y expresaron sus opiniones acerca de la familia. Gaskell, indudablemente movida por el afecto hacia Charlotte, y con un afán por conseguir la máxima veracidad y recopilación de detalles para su biografía, llegó a viajar a Bruselas a principios del verano de 1856 con el fin de conocer personalmente el pensionado de Constantin Héger, en la Rue d’Isabelle de esa ciudad, así como a los antiguos tutores de Charlotte y Emily. Le fue imposible hablar con Madame Héger, que debió de esconderse tras haber salido tan mal parada en la novela Villette, pero pudo hablar con su marido, quien sabía de la inteligencia de su antigua alumna y también comprendía sus sufrimientos (Barker, 1995: 787).
Cuando el 25 de marzo de 1857, dos años después de la muerte de Charlotte, apareció la biografía escrita por Gaskell, The Life of Charlotte Brontë, publicada en dos volúmenes por Smith, Elder & Co., era ya considerable el número de personas que habían leído las novelas de las Brontë, especialmente Jane Eyre y Wuthering Heights. Eran escasos, sin embargo, los que, fuera del círculo personal de la familia y los amigos literarios de Charlotte, conocían los detalles más personales de la familia. La combinación del hecho de que Gaskell conociera íntimamente a la familia con el encanto y la fluidez de su experimentada pluma de escritora profesional comenzó a generar, con extraordinaria rapidez, el mito de las Brontë. La biografía tuvo que reeditarse por tercera vez dos meses después. Según Elisabeth Jay, Gaskell fue extremadamente hábil, ya que su aparentemente sencilla y linear organización de los hechos conocidos de la vida de Charlotte, salpicada de cartas y anécdotas, ofrecía una interpretación tan atrayente que siglo y medio después todavía hace sombra a los libros que sobre las Brontë se han escrito, los cuales, paradójica y simultáneamente, la utilizan como fuente y muestran resistencia a la historia que sus páginas cuenta (Jay: IX).[3]2
Pero la semilla de la leyenda se había sembrado con anterioridad. Durante los días que Gaskell y Charlotte pasaron en Briery Close como invitadas de la aristocrática familia Kay-Shuttleworth, su anfitriona sufrió un catarro pasajero, de modo que aprovechó su retiro forzoso para un jugoso cotilleo con la futura biógrafa de Charlotte. La semilla comenzó a germinar entonces a través de la versión de Lady Kay-Shuttleworth. La estrecha relación personal que Gaskell llegó a establecer posteriormente con Ellen Nussey, íntima amiga de Charlotte, sirvió para alimentar y sazonar el caldo de cultivo en que se iba a gestar la futura biografía. Ellen, tras la muerte de Charlotte, no pudo evitar un sentimiento de alienación frente a la familia, especialmente frente a Arthur Nicholls, reticente desde el principio a airear las confidencias más íntimas y personales que Charlotte había vertido en su correspondencia. Ante el deseo de protagonismo que la muerte de su esposa parecía estar generando entre los que la habían conocido, Nicholls también intentó preservar no sólo su propia intimidad sino la de su familia política. Con el paso del tiempo, Ellen Nussey llegó a convertirse en la más sustanciosa fuente de información para Gaskell y, desde luego, en enemiga abierta de Nicholls. Esta doble atracción de Gaskell, tanto por la creación literaria de Charlotte como por su vida personal como mujer, ayudó a que lograra fundir en su biografía una red de realidades objetivas y otra red, más sutil y novelesca, tejida con el estambre de sus sensaciones y percepciones más personales.
Diversas voces críticas han encontrado en Gaskell un cierto regusto por todo aquello que, tratado como material para una de sus novelas, pudo ayudar a generar la leyenda de las Brontë, una especie de morbosidad hacia lo que ella misma necesitaba y deseaba creer, y finalmente vertió en su biografía. Ernest Raymond tampoco consigue evitar en su propio texto los defectos que él mismo critica en Gaskell y otros biógrafos. Raymond tiende a novelar la historia de los niños Brontë con grandes dosis de sentimentalismo y falta de objetividad. Winnifrith y Chitham por su parte, consideran que la biografía es una obra dramática magistral, por lo que aconsejan prudencia y precaución en su utilización, ya que «Gaskell tuvo que cuidarse muy bien de que el marido de Charlotte y su padre no le retorcieran el pescuezo» (Winnifrith y Chitham: 132, 2). La fascinación que la historia de Gaskell ejerció sobre los lectores victorianos y sus sucesores hizo un flaco favor a todas las Brontë, al menos hasta la aparición de las nuevas tendencias críticas de las décadas de 1940 y 1950, más centradas en el análisis del tema, la estructura y textura de las