En nueve escenarios de Buenos Aires se ofrecen espectáculos de arte español. Dramas, comedias, sainetes, zarzuelas, danzas y músicas populares. Algunos de los más famosos poetas y autores dramáticos de España se han acogido a la hidalga hospitalidad argentina. Carlos Arniches, Eduardo Marquina, Antonio Quintero, E. Suárez de Deza, Francisco Madrid. Aquí escriben, y en escenarios porteños brindan ya las primicias de sus obras, que acaso no lleguen a a conocerse –representadas– en España.
Estos ingenios del teatro hispano sólo pueden esperar hoy del público argentino lo que antes era gracia y privilegio de los públicos españoles: la gloria de los doctos y el aplauso de las multitudes. Buenos Aires adquiere –por un azar trágico– la categoría de metrópoli dramática del mundo hispanoparlante.
Por eso en esta extraordinaria temporada de 1937 debemos considerar al teatro español como una actividad intelectual argentina.12
Buenos Aires fue una ciudad políticamente dividida durante los años de la Guerra Civil española, un hecho histórico que, por otra parte, se convirtió en tema principal de numerosas obras de autores argentinos que se estrenaron entonces en los escenarios porteños.13 Una ciudad profundamente dividida respecto a sus simpatías políticas, pues entre los argentinos y españoles existían partidarios tanto del fascismo como de la República:14
En 1937, los escritores teatrales Marquina, Carlos Arniches y Antonio Quintero, junto con el representante en Argentina de la Sociedad de Autores Españoles, Caro Valero, solicitaron a la Sociedad Argentina de Autores –dirigida por notorios partidarios de la sublevación– la retención de los derechos de autor de todo escritor español que se hallase en territorio leal. En respuesta a esta actitud, la Embajada sugirió que los autores residentes en zona republicana acordasen el retiro de su repertorio a los actores españoles simpatizantes del bando enemigo que trabajasen en Argentina.15
En este sentido, Luis Jiménez de Asúa, embajador de la República española en Buenos Aires, instaba con especial interés a «que adoptase tal medida Jacinto Benavente, autor fundamental en el repertorio de Lola Membrives», pues era esta actriz «la persona que ha agitado el ambiente teatral, obligándolo a fascistizarse y a cotizar para el ejército de Franco».16 Y parece coherente con esa actitud abiertamente fascista que los partidarios de Franco celebrasen la caída de Barcelona con una representación en el Teatro Avenida –«sala tradicionalmente dedicada a la puesta en escena de zarzuelas y comedias de autores hispanos y que a nivel popular era conocida como «el teatro de los españoles»–17 de Las Corsarias, representación que uno de aquellos eufóricos espectadores «facciosos» explicaba con estas palabras:
En Las Corsarias se canta esa canción «Banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda, y el día que yo muera, si es que estoy en tierra extraña, quiero que me entierren con la bandera de España». Entonces se hizo la fiesta y se puso Las Corsarias al solo efecto de sacar la bandera española, la que nosotros considerábamos la legítima bandera española... y en ese momento hicieron como si fueran coristas Irene López Heredia, Lola Membrives, Mariíta Guerrero, Soledad León y otras actrices de primera línea. Salieron como si fueran las chicas del coro. Celia Gámez llevaba la bandera.
Ahí se cantó Banderita primero, después la marcha de Falange, después la canción del Requeté y por fin la Marcha Real española. Yo calculo que en el Avenida, que es un teatro con capacidad para unas 2.000 personas, en ese momento debía haber unas 10.000, estábamos todos unos arriba de otros...18
Entre 1936 y 1939 la mayoría de compañías teatrales españolas en Buenos Aires eran simpatizantes del bando fascista19 y el repertorio representado era sumamente explícito: obras, por ejemplo, de Eduardo Marquina,20 José María Pemán o Joaquín Calvo Sotelo. Ciertamente, en el ámbito escénico dos nombres propios de actrices españolas simbolizaron ese enfrentamiento político: por un lado, la franquista Lola Membrives,21 que representó en 1937 El divino impaciente de Pemán;22 y, por otro, la republicana Margarita Xirgu,23 considerada por Bandera Argentina como «actriz máxima del izquierdismo español» y «embajadora del rojismo hispánico»,24 que ese mismo año 1937 representó en el Teatro Odeón Doña Rosita la soltera, de Federico García Lorca.25
A este Buenos Aires políticamente dividido llegaba Gori Muñoz en noviembre de 1939 tras su estancia en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, límite cronológico de su «Pequeño itinerario bélico del hambre», texto autobiográfico que se reproduce en la presente edición. Un Gori Muñoz que, en efecto, desembarcó en la capital argentina, junto a su familia, como pasajero del Massilia, buque que había zarpado el 17 de octubre del puerto francés de Burdeos.
Buenos Aires y el exilio teatral republicano
La voluntad de estrenar a los dramaturgos que representaban la tradición teatral republicana fue lógica entre el exilio español de Buenos Aires. Así, Valle-Inclán y García Lorca, quien entre el 13 de octubre de 1933 y el 27 de marzo de 1934 había residido en Buenos Aires,26 figuraron en el repertorio de algunas compañías españolas a las que se vinculó Gori Muñoz, aunque sus inicios profesionales fueron, lógicamente, difíciles.27 Dibujante de la revista El Billiken, que publicaba la Editorial Atlántida, su debut como escenógrafo se produjo el 15 de marzo de 1940 con La Serrana de Ronda, de Guillén y Valverde, estrenada en el Teatro Avenida por la compañía de Amalia Sánchez Ariño. Pero fue el 13 de abril de ese mismo año 1940 cuando se produjo su consagración al realizar los decorados y figurines de Los cuernos de don Friolera, esperpento de Valle-Inclán estrenado por la Compañía Helena Cortesina-Andrés Mejuto, dirigida por Paco Aguilar, en el Teatro Mayo. Un trabajo escénico que le confirió un prestigio profesional que no hizo sino acrecentarse a lo largo de su trayectoria artística.28 Al año siguiente, y para la misma compañía Cortesina-Mejuto, realizó los decorados de Mariana Pineda, de Federico García Lorca, puesta en escena dirigida por María Teresa León, con un reparto en el que figuraban tanto Alberti como Casona.29
Y aunque, como otros muchos exiliados republicanos españoles –desde Paulino Masip a Max Aub–,30 halló en el cine una manera de ganarse el pan y alimentar a la vez sus sueños artísticos anti-mercantiles,31 voy a situar al escenógrafo exiliado Gori Muñoz en el ámbito específico de la escena teatral de Buenos Aires.
El Teatro Avenida de Buenos Aires
El Teatro Avenida no fue escenario únicamente de españoladas fascistas como la que antes hemos mencionado a propósito de la Victoria en 1939. Por el contrario, algunos de los estrenos cualitativamente más importantes del teatro español tuvieron lugar, durante los años cuarenta, en dicho coliseo bonaerense. Por ejemplo, este Teatro Avenida de Buenos Aires, situado en el número 1222 de la Avenida de Mayo,