Con cada página leída e interiorizada y con la realización de los ejercicios que te propongo, irás viendo que tu vida se transforma, con pasitos pequeños pero fuertes y fiables.
A priori tal vez no lo veas, o no creas en ello del todo. Solo te pido que confíes en ti, sobre todo, y un poquito en mí. Comprobarás que se van cumpliendo todas las premisas que te llevan a tu nueva forma de ver la vida y afrontar el examen desde una perspectiva tranquila y segura, porque tú ya no serás el mismo cuando llegue el día de tu oposición, cuando llegue el día del principio de tu nueva vida.
Me encantaría que comprobaras por ti mismo que sí se puede, que eres capaz de transformar tu vida en lo que deseas y aspiras y tengas la convicción firme y segura de que una de esas plazas es tuya. Y en el momento que te sientes y te den el pistoletazo de salida, el miedo no se apodere de ti… porque sabrás que una de las plazas ya tiene tu nombre y apellido.
Mi mivipro
Desde muy chiquita, cuando me imaginaba distintos escenarios y diversas profesiones, siempre salía mi propósito de ayudar a otros. Todas eran profesiones relacionadas con darle algo al prójimo. Con la madurez aprendí que lo que me gustaba era facilitar o ayudar a que las personas vieran la vida desde otro punto de vista, desde una perspectiva fácil y sencilla, sin las complicaciones y sin los dramas que, en general, nos quieren vender y hacer que formen parte de nuestro día a día.
Creo que todos tenemos una misión que cumplir. Nacemos con ella y aunque algunos no lleguen a darse cuenta de cuál es, es vital ser consciente, al menos, de que la tenemos. En mi caso particular, la supe hace años, siendo una adolescente. Sin embargo, no la puse en práctica hasta años después, cuando la acepté plenamente. Había venido a escuchar proactivamente a otras personas y ayudarlas a que vieran una solución diferente, una perspectiva o una visión más amplia de sus asuntos que les hiciera darse cuenta de que si se quiere, se puede. No hay nada más poderoso que los pensamientos y, según sean ellos, así serán nuestros resultados.
Y me veo haciendo esto por años. Visualizo mi futuro y estoy ahí, rodeada de conferenciantes y asistentes que vienen a aportar, a crecer, a compartir y a asumir que siempre se aprende de los demás y que nunca es tarde…
Me gustaría que, sabiendo esto, exprimieras al máximo el libro. Sácale todo su jugo y consigue esa vida que deseas y llevas años esperando y, de una vez por todas, siéntete pleno y feliz.
Eres lo suficientemente capaz de crear un espacio que te dé oportunidades realistas y seguras de aprobar tu oposición, y eso es lo que pretendo con este libro. Pretendo ayudarte a ser consciente de ello. Quiero llegar hasta tu corazón y hacerle ver que es merecedor de todo lo que se proponga, y creador de tu vida soñada y de las condiciones óptimas para aprobar.
Quiero charlar y acompañar a tu cerebro. Contarle que es 100 % cien capaz de generar pensamientos positivos y empoderadores que te hagan merecedor de la plaza y a la vez consciente de la felicidad que se alberga en ti. Quiero contarle la vida llena de gratitudes creada por ti, diseñada por y para ti; con cabida para todo lo que tú desees, que está a la vuelta de una plaza fija.
¡Lo quiero! (…pero sin trabajo)
Es habitual desde hace unos años y con la educación que se está dando desde entonces, que el ser humano quiera muchas cosas, materiales o no, a cambio de poco esfuerzo. Es decir, medio caídas del cielo.
Una vez leí en un libro de Jorge Bucay que todo aquello que te cuesta un esfuerzo enorme, superior a tu voluntad y deseo, se convierte en algo que se pospone; que se posterga hasta ni saber cuándo, generando en nosotros la creencia limitante (y falsa) de «no poder» con ello; que es mejor aceptar la realidad: no queremos «eso», o no nos gusta tanto como pensamos; que deberíamos descartar ese objetivo, pues no es un deseo real y verdadero. Sin embargo, y aun estando de acuerdo con él, yo creo que no deberíamos confundir el esfuerzo que hay que hacer para obtener o llegar a cualquier objetivo que se precie, con el «quiero todo, pero sin tener que implicarme o esforzarme».
Cada uno sabe, o al menos debería, qué es lo que de corazón quiere y lo que no. Y qué está dispuesto a dar o perder en pro de eso que lo haría tan feliz. Sabiendo hasta dónde vamos a llegar, sabremos hasta qué punto nos queremos esforzar y si nos merece la alegría (o no) dicho esfuerzo.
Por otro lado, y siempre unido a esto, tenemos la disciplina. Es bastante improbable que una persona obtenga algo con poca disciplina. Debemos tener un equilibrio entre lo disciplinado y la anarquía total. Si somos disciplinados e invertimos nuestro tiempo en vez de perderlo, llegaremos lejos. Tan lejos como queramos, pero siempre sabiendo que hemos dado todo lo que teníamos.
En capítulos posteriores te hablaré de cómo implantar hábitos y cómo aprovechar más las horas de tu vida y ser más productivo. Verás que si los pones en práctica, obtendrás una satisfacción mayor que si dejas que el tiempo sea el que planifica tu vida y no viceversa. Y, como me gusta decir, no lo hagas porque yo lo digo. Compruébalo por ti mismo y si te da resultados óptimos, adelante, sigue con ello.
Siempre he dicho que la suerte es para los mediocres y que la «mala» suerte no existe o no se da en todas las circunstancias. El factor real, la gran mayoría de las veces, es «causa y efecto». Eso que se llama comúnmente en nuestra sociedad «mala suerte» en un examen, sea de oposición o no; en un trabajo; en las relaciones, sean de pareja o no; en tu físico…, es la consecuencia directa de no prepararse o de no trabajar en ello. Si nunca lees, no te preparas, no estudias; si nunca asistes a formaciones, cursos, congresos; si no quieres madrugar ni pelear por lo que quieres, no escuchas experiencias de otras personas que te puedan ayudar; si no ahorras nada ni inviertes, si no duermes bien, si a menudo te excedes, no te alimentas bien ni haces deporte…, no puedes culpar a nadie. Eso es responsabilidad individual. Si soy suficientemente capaz de estudiar y trabajar lo necesario y voy preparada a la oposición, al examen o a la entrevista de trabajo; si cuido por norma mi cuerpo y mi mente, no debo esperar que la suerte me acompañe. Ya que sé de buena fuente que tengo las circunstancias favorables de mi lado y eso me hará vencer las pequeñas limitaciones que se me presenten. Y empezaré a ser responsable y dejaré de quejarme y de culpabilizar a la mala suerte.
La fórmula no secreta del éxito: TÚ
Hace unos años, un amigo me dijo (y cito palabras textuales): «Tú, es que siempre consigues lo que quieres». Yo en ese momento me quedé un tanto sorprendida por su apreciación, pero en el fondo sabía que su afirmación era absolutamente verdadera.
Eso me dejó marcada y a lo largo de los años he comprendido y aceptado que sí, que consigo todo lo que quiero y que cuando no lo obtengo, busco la fórmula, manera, forma o sinónimo que le quieras poner, para al final tener lo que deseo.
Tal vez mis palabras te suenen a egocentrismo, pero nada más lejos de la realidad. El egocentrismo se trata de hacer alarde, allá donde vayas, de tus logros, y de querer ser más que otros y destacar a toda costa. Yo lo que promuevo, y quiero que tú integres, es mi fórmula mágica del éxito: TÚ.
Que proviene de:
empoderamienTo
Único
Donde sabes de antemano que el «no» no existe.
Donde probarás y probarás opciones hasta alcanzar tu objetivo.
Donde todas tus células creerán en ti.
Donde tus neuronas solo generarán pensamientos positivos que te llevarán a resultados tan óptimos como ellos.
Donde el esfuerzo valdrá la alegría y la felicidad que te proporcionarán.
Donde el número de plazas de oposición no es importante. ¡UNA YA ES TUYA!
Donde ser y esencia van de la mano para que tu autenticidad no se vea empañada por la aprobación externa o el qué dirán.
Y