Más que entender la cultura visual como una disciplina académica o una materia del currículo, consideramos que desde la cultura visual disponemos de una táctica para acercarnos a las interpretaciones que, como individuos y como sociedad, hacemos de los medios visuales, y más concretamente de los denominados artefactos visuales. Un artefacto visual puede ser un anuncio, un cuadro, un mapa o una señal de tráfico. Pero también es un artefacto visual el libro de texto de ciencias que manejan los escolares, o la escultura que algún artista concibió para una plaza. En este tipo de artefactos visuales también concuerdan los papeles de la escuela y del museo.
Cuando interpretamos artefactos visuales del arte o de la educación, siempre atendemos a muchos factores tangenciales, interpretando de manera más compleja los significados que nos aportan. Cabe señalar aquí que el hecho de introducir la cultura visual en la escuela no supone repetir los esquemas tradicionales de la educación artística utilizando nuevos conceptos, sino explorar un campo de conocimiento mestizo, construyendo así nuevas posibilidades de la mirada. También implica abrir el espectro de posibilidades, sin descartar los objetos denominados tradicionalmente artísticos, pero incluyendo otras manifestaciones culturales de tipo visual. Por poner un ejemplo: al hablar de los usos personales y sociales del hogar, se puede recurrir tanto a un cuadro de Vermeer como a una escultura de Mona Hatoum, a un capítulo de Los Simpson e incluso a un folleto publicitario de Carrefour. Todo ello sin dejar de indagar en las posibilidades expresivas y de creación que el propio alumnado puede transmitir a través de sus propios dibujos, fotografías o vídeos. A esto nos referimos cuando hablamos de mestizaje: a la superación de prejuicios o normas imperantes, a la posibilidad de enlazar el arte y sus manifestaciones con la realidad cotidiana de las personas.
La cultura visual tiene un carácter eminentemente interdisciplinar, lo cual permite trabajar en redes que aportan las miradas poliédricas que se pueden contrastar desde diferentes puntos de vista. Tal y como apuntaba premonitoriamente Roland Barthes con relación al potencial de las diferentes miradas, a la hora de hacer trabajo interdisciplinar no es suficiente tomar un tema y colocar dos o tres ciencias en torno a él, sino que el estudio consiste en crear un nuevo objeto, que no pertenece a disciplina alguna (Barthes, 1986). Esto significa que a los estudios de cultura visual no les resulta fácil instalarse en los mecanismos de los currículos escolares.
Queremos replantear el papel de las artes visuales en la educación, al tiempo que demandamos a los museos un mayor esfuerzo por adecuar sus propuestas a las nuevas miradas hacia el arte y hacia el resto de las diversas manifestaciones visuales. Lo que hoy en día constituye el dominio de lo visual incluye, además de lo perceptivo, otro tipo de aspectos vinculados a las fuerzas y relaciones de poder. La experiencia estética no puede reducirse a una mera información, como suele ser habitual en algunos diseños curriculares, ya que en una época repleta de imágenes como la actual existen numerosas historias que se cruzan, tanto en nosotros como en las imágenes que vemos. Dichas historias nos hablan de la manera de mirar y de mirarnos, revisando los posicionamientos no sólo de quien ve, sino también de cómo ve. Conviene por tanto iniciar nuevas interpretaciones de las historias que cuentan los objetos que denominamos artísticos, así como en el resto de manifestaciones culturales de tipo visual.
Un museo también es un artefacto visual. Al museo accedemos con una cierta predisposición a mirar, decididos a capturar de forma más intensa todo lo que nos pueda transmitir la obra expuesta. El museo nos exige atención y esfuerzo. Incluso esta característica la comparte con la escuela. Cuando llevamos alumnado al museo deseamos transmitirle esta forma de percibir, en cierta medida más intensa y completa. Conscientes de la dificultad que entraña dicho proceso, hemos optado por dedicar algunos capítulos del libro a las visitas a museos, y muy especialmente a la preparación de dichas visitas. Organizar una visita a un museo es una actividad extraescolar muy habitual, pero no por ello exenta de riesgos y varias implicaciones. Trasladar al alumnado desde el aula hasta el museo ya supone un reto. Pero aquí lo interesante consiste en averiguar si dicho esfuerzo merece realmente la pena.
Fig. 1.4 Foto de una visita a un museo con alumnado. MuVIM de Valencia.
Cuando involucramos al alumnado en una visita al museo no pretendemos únicamente interpretar imágenes, en ese acto también conviene situar las representaciones y todo lo que envuelve la visita en la esfera social y en la estructura de la subjetividad, la identidad, la memoria, la imaginación y el deseo. Desde luego, habrá una finalidad basada en el goce emotivo, pero además conviene explorar la vertiente política y los ingredientes sociales de lo visual. De este modo consideramos la visión y lo visual como una forma de expresión cultural y de comunicación humana. Puede que acabe por interesarnos la propia visualidad humana, ya que al explorarla obtenemos una lectura sobre la humanidad que proviene del universo de lo visual, en su doble dimensión de presencia y reflejo. Con el fin de construir interpretaciones sobre las manifestaciones de lo visual deberemos prestar atención a la estética, a la historia del arte, a la semiótica, a la teoría crítica, a los estudios culturales, a la antropología, a los estudios de medios y a tantas nuevas miradas que nos llegan desde la otredad, como pueden ser los feminismos, las masculinidades, los estudios gays y lésbicos, los estudios poscoloniales, los ecologismos o las vertientes étnicas. Además, entendemos que el objeto de la cultura visual es el estudio de la visualidad humana, en toda su extensión, sin hacer separación entre manifestaciones científicas o artísticas.
Para acercarse a los objetos que forman parte de la cultura visual es necesario un modelo que tenga en cuenta la producción, la distribución y el consumo de dichos objetos, como señalan Walker y Chaplin (2002). También es fundamental el papel de las instituciones, que son las que facilitan y controlan lo visual. Esto resulta llamativo en el caso de los museos; pero no perdamos de vista que también en la escuela se introduce un modelo de mirada que se ha instalado en lo académico y que impide ciertas hibridaciones que conciernen claramente a la vida real y cotidiana de las personas, desestimando opciones que resultarían clave para entender los intereses del alumnado. Los educadores pueden encontrar en la cultura visual nuevas motivaciones para trazar dinámicas más arriesgadas que las promovidas por los libros de texto. De este modo podrá tener en cuenta que el alumnado está formado por sujetos con sus propias biografías, deseos, miedos y dudas, aspectos clave que convierten a cada alumno en parte del proceso educativo.
Algo que se promueve desde la cultura visual son las prácticas de hibridación, como que entre el profesorado de literatura sea frecuente incorporar películas o fotografías, y que tanto historiadores como sociólogos y antropólogos revelen su interés por los museos o las obras de arte. Esta permeabilidad de lo visual nos acerca al valor cultural de las imágenes, más allá de sus recreaciones académicas en compartimentos estancos. Al mismo tiempo, el factor cultural de lo visual nos permitirá conocer mucho mejor los intereses y las peculiaridades del alumnado, al tratar sobre las formas de expresión y de comunicación, en tanto que interaccionan lo social y las subjetividades (en términos de clase, género, sexo, etnia o religión). En relación con el arte, se trata de redefinir su dimensión económica, social e ideológica.
Si las lecturas del arte necesitan de un previo acercamiento al propio proceso artístico, en el caso del arte contemporáneo las dificultades aumentan. Aquí es donde probablemente más se necesitan escuelas y museos: en las interpretaciones sugeridas por los artistas actuales, por el arte que se está gestando en nuestros días. Somos partidarios de unir el arte de ahora con el que nos ha legado la historia de otras épocas y lugares, buscando en la huella de los artistas algo más que piezas que encajan. Creemos que el arte es capaz de motivar, atraer, seducir, cuestionar, aportar, conmover y generar una serie de reacciones que pueden afectar a todos nuestros sentidos, ideas y emociones. Para ello tanteamos al arte, a sus propuestas, a su constante evolución: para enriquecer nuestra