Concerniente a la Segunda Venida de Cristo, el respaldo profético es igualmente abrumador: hay 1.845 profecías en las Escrituras sobre este evento, de las cuales 1.527 están en el Viejo Testamento. La mayoría de ellas ya se han cumplido! Sólo la falta de conocimiento de la Palabra de Dios, y de comunión con el Espíritu Santo que nos ha sido dado para guiarnos a la Verdad, pueden aun someramente explicar la presente falta de fe de Judíos y Cristianos, quienes aún piden una “señal” para creer. Pues aquí la tienen delante de sus ojos, y consideren que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hch.11:6). Por ello, incursionaremos en profundidad sobre estos temas en los capítulos siguientes de este libro.
La Segunda Venida de Cristo no será como la primera, vista por un grupo pequeño de pastores y algunas huestes angelicales. Esta vez la Palabra nos dice: “Inmediatamente después de la Tribulación de aquéllos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará su brillo, las estrellas caerán del cielo y el mundo de los astros se desquiciará. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, se golpearán el pecho todas las tribus de la Tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad. Y enviará a sus ángeles con potente trompeta, para que reúnan a sus elegidos desde los cuatro vientos, de un extremo al otro de los cielos” (Mt.24:29-31). Cristo montará un caballo blanco, al igual que los ejércitos del cielo que lo siguen, y sobre su manto lleva un nombre: “Rey de Reyes y Señor de Señores”, y frente a Él lo confrontarán todas las naciones de la Tierra con todos sus ejércitos, guiados por la Bestia y por cuantos adoraron su imagen. Pero el Anticristo y el Falso Profeta serán rápidamente tomados prisioneros, y “ambos … arrojados vivos al lago de fuego que arde en azufre. Los demás fueron muertos por la espada que salía de la boca del jinete” (Ap.19:20). Dice la Palabra que después de esto, habrá un gran clamor en el cielo, y se oirá: “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder de nuestro Dios, porque sus designios son verdaderos y equitativos…”.
Y entonces aparecerán tronos y las almas de los que habían sido decapitados por causa de dar testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios durante la Tribulación, quienes “volvieron a la vida y reinaron con Cristo por mil años. Esta es la Primera Resurrección. Dichoso y santo el que tiene parte en la primera resurrección. Sobre éstos no tiene potestad la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él por mil años” (Ap.20:4-6).
El Milenio
Por designio de Dios, sólo Satanás será entonces encadenado (constreñido) y arrojado al Abismo por 1.000 años, tiempo durante el cual Cristo reinará en la Tierra en lo que se llamará “el Milenio”. Los Santos de la Tribulación serán entonces resurrectos y reinarán con Cristo durante ese período como sacerdotes y la muerte no tendrá ya potestad sobre ellos. Los demás muertos no volverán a la vida hasta cumplidos los 1.000 años y los grandes y pequeños serán entonces juzgados delante del Trono Blanco de Jesucristo, según las obras registradas en los libros. Y a los que su nombre no se encontró escrito en el Libro de la Vida fueron precipitados en el lago de fuego, junto con Satanás, el Hades y la Muerte. Esta es la Segunda Muerte.
Al final del Milenio, Satanás será liberado del Abismo por un breve tiempo y saldrá una vez más “a seducir a los pueblos que están en los cuatro ángulos de la Tierra para congregarlos a pelear, tan numerosos como la arena del mar. Avanzaron por la superficie de la Tierra y cercaron el campamento de los Santos y la ciudad amada. Pero bajó fuego del cielo y los devoró. El diablo que los había seducido fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la Bestia y el Falso Profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap.20:7-10). Resulta casi incomprensible que tantos hombres que habrán de vivir durante el Milenio bajo la gloria y bendiciones del reinado de Cristo pudiesen ser, una vez más, seducidos por Satanás para rebelarse contra Él. Pero la Palabra dice que “engañoso es el corazón de los hombres más que todas Las cosas” (Jr.17:9). Podría tal vez compararse esta situación con la tentación de Adán, quién rodeado de bendiciones en el paraíso se dejó seducir por el diablo por la idea de ser como Dios, y pecó comiendo del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal, que era lo único que se le había prohibido.
La Nueva Jerusalén
Las Escrituras cierran con la más gloriosa promesa de Dios: “Vi luego cielo nuevo y Tierra Nueva, porque el primer cielo y la primera Tierra pasaron, y el mar no existe ya. Y vi la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de parte de Dios, preparada como esposa ataviada para su esposo. Oí una gran voz que procedía del trono, la cual decía: ¨Aquí está la morada de Dios con los hombres. Morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y la muerte ya no existirá, ni existirán ya ni llanto ni lamentos ni trabajos, porque las cosas de antes ya han pasado¨. El que estaba sentado en el trono dijo: ¨Mirad, todo lo hago nuevo¨. Y añadió: ¨Escribe, porque estas son las palabras fidedignas y verdaderas¨. Luego prosiguió: Hecho está! Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, Yo le daré gratis de la fuente de la vida. El que venza heredará estas cosas. Y Yo seré su Dios y él será mi hijo”. (Ap.21:1-7). Pero Su advertencia es igualmente clara: Nada impuro entrará en ella, ni tampoco los que cometen abominación o falsedad, sino sólo los que están inscritos en el Libro de la Vida del Cordero.
capítulo 1
Supremacía de Jesucristo
“Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Nadie llega al Padre, sino por Mí”
(Jn.14:6)
¿Por qué escribir sobre Él?
Es tanto lo que se ha escrito sobre Jesucristo que uno pudiera preguntarse: otra que la Palabra de Dios misma, ¿porque considerar que sea válido y deseable escribir sobre el Hijo de Dios? ¿Para qué ofrecer, aún con la mejor intención, comentarios y pensamientos sobre su persona, su amor, su humildad, su misión en la Tierra y su sacrificio por nosotros, que nada merecíamos? ¿Qué nos hace pensar que estamos calificados para ello?
El autor considera que la humanidad está compuesta por individuos, cada uno un ser diferente con capacidades y cualidades distintas, quienes viven inmersos en entornos y tradiciones variadas, a quienes el acceso a la Verdad se filtra a través múltiples prejuicios e inhibiciones, y a quienes por la gracia de Dios, el título de este humilde libro los pueda atraer a leerlo. Sin arrogancia alguna, debe aclararse que ese título le fue sugerido al autor por el Señor: “Preparación para la Vida”. Meditando sobre ello, fue el propio Jesucristo quien preparó a sus discípulos durante tres años en el conocimiento de su misión y de su persona, antes de enviarlos a predicar su Palabra – la Gran Comisión que Él nos encomendó. Fue Él quien les impartió el Espíritu Santo antes de su partida, para colmarlos de sabiduría y valor para enfrentar las huestes de maldad, la ignorancia y la idolatría del mundo al que se enfrentarían. Y fue Cristo quien estuvo con ellos un tiempo más después de su resurrección, y los acompañó hasta su martirio por no negar su nombre. En verdad, un grupo de hombres sencillos que amaron entrañablemente al Señor y que cambiaron al mundo señalando el Camino, predicando la Verdad y mostrando la Vida eterna que estaban en Él.
En cuanto a las calificaciones del autor para escribir sobre el Señor, éstas nos alientan de la propia Palabra:
Cristo dijo: “Si fuera Yo el que da testimonio de Mi mismo, mi testimonio no sería válido. Es otro el que da testimonio de Mí” (Jn.5:31). El Autor anhela que este libro glorifique a Cristo y ofrezca un digno testimonio más de Él;
Confía en la guía del Espíritu Santo que dice: “todo espíritu que confiesa que Jesús es Cristo venido en carne, es de Dios” (1Jn.4:2);
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