El Libro de las Revelaciones. María Fernanda Porfiri. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: María Fernanda Porfiri
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789878720425
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se cometen errores y se aprende de ellos. El niño titubeante se transformó en hombre decidido. Pero y ¿ahora?, he vacilado y en ese segundo incierto fueron tantas las inquietudes que me han embargado. No puedo dejar de pensar en los gestos, las miradas, las pequeñas señales que he dejado pasar delante de mí sin ser vistas y que podrían haber dado un giro en el destino de otro ser.

      —Amigo no alimentes tu tristeza con temores del pasado pues no dejan de ser eso, algo que fue y ya no será. El presente llamó a tu puerta y tú la abriste sin vacilar. Distinto sería que hubieses desoído el llamado, pues a veces sucede sólo una vez y créeme que ya son demasiados los que han hecho oídos sordos a los ecos titubeantes del destino.

      —Sí, puede ser como tú dices, pero… ahora… ahora necesito respuestas. Y creo… creo que hay un solo sitio donde puedo encontrarlas. Mucho hemos conversado de mis deseos de aventurarme hacia ese rincón del mundo temido por los mortales; pero hoy no me impulsa el placer, sino la necesidad de poder estar en paz conmigo mismo.

      —Señor no hay pruebas de que en verdad exista tal lugar…– contestó Caleb, pero su voz sonó vacilante y hasta con cierto dejo de culpa. Sus ojos evadieron la mirada atenta del amigo, como si temiera que ellos revelaran otra respuesta a la inquietante pregunta. Recordó tiempos idos cuando él sintióse con la misma angustia que su discípulo y lo plasmó en un escrito que había quedado grabado a fuego en su corazón y que habiendo sido su detonante decía:

      “Por las calles del alma me he perdido

      Y un temor inquietante invade mis sentidos

      ¿Qué he de hacer? me pregunto

      Mas no surgen respuestas, sí un silencio absoluto.

      No sé si detenerme o seguir al destino.

      Y de todos los rumbos, no sé cuál es mi rumbo

      En todos los senderos hay reflejos que admiro,

      y aunque este confundido entre espera y olvido

      sé que busco el camino no reflejos perdidos.

      Mis pasos cautelosos hasta aquí me han traído,

      los errores de antaño, los espejismos vanos

      fueron grandes maestros que a pensar me enseñaron.

      La actitud inconstante, la ansiedad desafiante

      van cediendo su sitio a una espera más fértil,

      una espera de calma, certeza y hasta esperanza

      esa espera que entibia los pasajes del alma.

      Ese minuto incierto que nos cambia la vida

      ese momento mágico en que cierran heridas

      y como prueba yacen cicatrices marchitas

      de inesperados logros, de ilusiones vividas.

      Tantas puertas cerradas se estrellan en mi mirada

      tantas lenguas de fuego que consumen la nada.

      Trozos del tiempo ido, batallado, extinguido,

      por este laberinto del alma me he perdido

      despertando recuerdos que creí adormecidos,

      pero algo he rescatado de lo que he transitado

      nunca es tiempo perdido el que ya se ha vivido”.

      Caleb retornó de su pequeño viaje al pasado, y concentró nuevamente su atención en el hombre que le hablaba.

      —Vamos, bien sabes que en el salón de los escritos hay un viejo pergamino que narra el viaje de un antiguo hacia la isla.

      —Sí, pero jamás se lo volvió a ver. Sólo existen relatos de viajeros y bárbaros que comentaron haber visto a alguien que se le parecía.

      —Ayúdame – imploró Cesáreo – por primera vez me he dado la oportunidad de temer al fracaso.

      —Eres afortunado entonces, la mayoría de los seres se enfrentan a diario con ese fantasma. Piensa que los miedos son un mal necesario, superarlos es como cruzar un puente. De un lado estas tú y el temor, del otro la superación y la satisfacción que produce una victoria por pequeña que sea. A veces es prudente postergar el intento, surgiendo así una serie de avances y retrocesos que si bien parecen fracasos son momentos de prueba que deben sumarse a nuestro conocimiento de la vida.

      —Es aquel que se convierte en desertor, el que jamás cruza el puente, el que en verdad fracasa; pasándose el resto de sus días mirando desde lejos el camino que pudo recorrer y no se atrevió a hacerlo. Lamentándose a diario y tratando de generar lástima para lograr la compasión de quienes lo rodean.

      —¿Qué quieres decir, que si aquí permanezco sólo lograré auto compadecerme?.

      —Sí, créeme, como ya te he dicho los miedos son necesarios pues al enfrentarlos surgen las certezas y la fortaleza de la voluntad. Los grandes hombres se han forjado en la lucha contra ellos. Como el fuego moldea el metal, la victoria sobre lo temido forja el carácter, lo templa. Existen porque son parte de la vida misma, no hay madre sin hijo, no hay cielo sin tierra, no hay valor sin temor; los hay simples pero también complejos; aquellos que arremeten contra el alma son los peores, podría mencionarte mil pero creo que con unos pocos ejemplos comprenderás: miedo a la muerte, a la pérdida de lo amado, miedo a la soledad, a verse a uno mismo tal cual es y atreverse a superar sus miserias.– Dicho esto el sacerdote permaneció pensativo como sopesando sus próximas palabras y luego con gesto decidido prosiguió:

      —Si tú te dejas ganar por ellos anularan tu vida, tus sentidos. El miedo se presenta como un contrincante digno de respeto pero hasta él mismo sabe que como adversario puede ser ampliamente superado por un corazón puro y una mente dispuesta y libre de tormentos… por eso decido dejar atrás mis propios temores por tu seguridad y decirte que sí; si tienes dudas has de enfrentarlas y arrancarlas de cuajo. Recuerda que no es más sabio el que más sabe sino el que más entiende. Ya bebiste de la copa del saber lo suficiente, tómate el tiempo ahora para descifrar el contenido de esa sabiduría. Dicho de otra forma es hora de pasar de la teoría a la práctica, saber cosas de la vida no es lo mismo que saber vivir.

      —Caleb tus palabras son un bálsamo para mis oídos heridos que no dejan de recibir el eco de esa melancólica voz diciéndome verdugo… dime hermano que no estoy equivocado, que esta expedición que iniciaré disipará las dudas que me están consumiendo.

      El sacerdote lo observó y supo que el momento había llegado, apoyó una de sus manos en el hombro del hombre diciéndole:

      —No puedes alterar el pasado pero si utilizar tu presente para mejorar tu futuro. Ve amigo mío, busca la verdad y si logras hallarla ella ha de liberarte del yugo de la ignorancia. Ahora meditemos ambos en silencio para obtener de nuestros Dioses el favor de una orientación que te lleve por el camino del bien.

      Cruzaron sus piernas acomodando sus túnicas de blanquísimo hilo y, reclinando sus cabezas, fueron relajando sus músculos tensos. Parecían dos estatuas de mármol esculpidas frente al altar de piedra granítica sobre la que descansaba la copa sagrada. El recinto se sumió en el silencio más puro, luces tenues luchaban en vano por vencer a las sombras que las iban consumiendo sin piedad.

      Las horas se sucedieron sin prisa y fue recién al amanecer que ambos abrieron sus párpados y comenzaron a desperezar sus cuerpos de lo que pareció ser un sueño profundo. Se sentían livianos, ágiles, fortalecidos por haber aquietado su conexión exterior en pos del encuentro con su núcleo interior y el espíritu superior que todo lo gobierna. Cesáreo sonrió al ver la expresión de paz que irradiaba el rostro de Caleb, un halo de luz blanca iridiscente lo rodeaba.

      —Ahora sé hermano mío que habré de partir cuanto antes– dijo sin temor alguno – haré que preparen el mejor navío y embarquen a los marinos más diestros– agregó ansioso.

      —Espera, no es necesario – musitó su amigo – llegarás a destino en el medio más simple. Además no involucres a otras personas cuya búsqueda no es la tuya. Tu viaje depende de tu voluntad y fortaleza, lo demás es intrascendente.

      —¿Qué