Una breve historia del futuro. Conrado Castillo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Conrado Castillo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9788419018007
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bocadillo de la merienda con hojas de grafeno en lugar de las de papel de aluminio).

      Félix pide a través de la aplicación del asistente virtual un traslado al Energy Center más cercano, emplazado a la entrada de la urbanización. Estos centros están localizados en las antiguas gasolineras, que hace ya tiempo que han dejado de servir combustible —fósil—. Las estaciones de servicio se han convertido sucesivamente en electrolineras —en puntos de recarga y cambio de baterías eléctricas— y luego en hidrogeneras.

      La transición al vehículo eléctrico ha tardado en despegar, más por barreras no arancelarias para proteger la industria automovilística autóctona en cada mercado de fabricantes chinos, indios, coreanos con versiones cada vez más eficientes y accesibles. La guerra comercial de los años 20 de las plataformas digitales y los dispositivos móviles se ha trasladado a la industria del automóvil hacia 2026.

      El máximo anual de venta de vehículos automóviles en el mundo se ha producido en 2018; tras la caída de ventas del 2020, atribuida a la pandemia desatada por la COVID-19, el confinamiento y los nuevos hábitos de teletrabajo, es obvio que realmente se trataba de un cambio de tendencia. Las dudas sobre la transición energética, la pérdida de valor de los vehículos de combustión y la todavía limitada oferta de eléctricos se combinan con una creciente presión de las plataformas de «vehículo social». La revolución del vehículo automóvil se activa sobre cuatro vectores: el coche conectado, compartido, eléctrico y finalmente autónomo.

      En 2021 nace la última persona que irá a una autoescuela a aprender a conducir; en 2038 cierra la última de España. La Generación Z no iba a comprar más coches. Los iba a usar.

      Los puntos de recarga de los automóviles eléctricos se multiplican en la década de los años 20 en centros comerciales, hoteles, parques industriales, oficinas, viviendas, lugares de celebración de eventos deportivos, duplicándose cada año; los 125 000 puntos de recarga eléctrica en 2020 pasan a ser más de 20 millones en 2030.

      Los primeros kilómetros de carreteras para cargar automóviles por inducción dinámica, instalados en Suecia e Israel en 2020, son un éxito, aunque tarden en extenderse, y en entornos experimentales, en 2040, solo Singapur y Emiratos árabes llegan a implantar sistemas funcionales integrados de carga para un porcentaje significativo del parque móvil.

      Es esa la época de las operaciones corporativas entre petroleras y energéticas. Desde el momento en que el precio del petróleo había acariciado los 147 dólares por barril —11 de julio de 2008—, hasta que se puso en valores negativos en el mes de abril de 2020, por primera vez en la historia ha habido indicios de que algo iba a cambiar irreversiblemente en esa industria. En este sentido, resulta relevante mencionar los sucesivos fracasos del fracking, cada vez más en entredicho por su impacto medioambiental y cuestionable rentabilidad. El confinamiento global de la primera ola de la pandemia, el descenso de los viajes internacionales —por turismo y por negocio—, con flotas de aviones enteras en los aeropuertos y la quiebra de las líneas de cruceros, han hecho caer el precio del petróleo por debajo de los 20 dólares el barril, y a pesar de los esfuerzos por mantenerlo a 40 dólares, umbral mínimo de rentabilidad para muchos países de baja eficiencia productora, el creciente peso de las energías renovables —limpias—, la fotovoltaica, la eólica, con el valor de los consultores y los media presionando a la baja, determinan que en 2030 el precio del barril no supere los 20 dólares, por lo que ya no hay inversor que apueste por ello.

      Los consorcios internacionales integrados por empresas bioquímicas, energéticas, fabricantes de automóviles (Airliquide, Toyota, Repsol, EDP y más de 40 sumando esfuerzos) para invertir y mejorar las infraestructuras de transporte y almacenamiento de hidrógeno como combustible no escatiman recursos de I+D para ser parte de la solución.

      Hace tiempo que los directores de marketing de las entonces todavía llamadas gasolineras han diversificado sus catálogos y obtienen más margen comercializando refrescos y hielo, actuando en definitiva como tiendas de conveniencia que vendiendo gasolina. Su principal activo es la ubicación y el hábito en las zonas de paso…, pero el menor tráfico de personas —en un vehículo compartido no paran— y la práctica de comprar on line va apartándolas de ese mercado.

      El concepto de multicentros de energía ha llegado muy unido al desarrollo del mercado del hidrógeno. Mientras que la carga eléctrica puede hacerse en cualquier sitio recurriendo simplemente a un enchufe, el hidrógeno requiere ciertas infraestructuras de almacenamiento, transporte y manipulación. Además, no deja de ser un gas, como en su momento el butano; pero el público adopta bien el uso de bombonas de hidrógeno: las de acero de 15 litros recuerdan a los equipos de submarinismo, mientras que las de aluminio de 10 litros son lo bastante ligeras para ser manejadas por las personas de mayor edad.

      Han sido un buen recurso de transición hasta que la extensión de las soluciones de generación de hidrógeno doméstico, mediante la electrólisis del agua, para obtener hidrógeno verde. Las 9 hidrogeneras que había en España en 2020 pasaron a ser 25 al año siguiente. El plan Renove 2022-2025, con potentes subvenciones y ventajas fiscales y de circulación a los pioneros de esta industria, no ha alcanzado la eficacia esperada, pero sí logra despertar una enorme sensibilización en la población, que está saliendo ya definitivamente del bache económico de más de tres años provocado por la COVID-19. El transporte público, convertido prácticamente en la única manera de acceder a los centros históricos de las ciudades, combina electricidad e hidrógeno en función del número de pasajeros

      Siendo el hidrógeno el átomo con mayor presencia en el universo conocido, es cuestión de tiempo que la tecnología genere su disponibilidad en la cantidad necesaria como para hacerlo universalmente accesible. 150 años después de que la abundancia del petróleo condenara a la desaparición a la próspera industria ballenera, forzando el reciclaje de sus activos sobrevenidamente obsoletos, ha encontrado su némesis en una nueva industria, vertebrada en una nueva fuente de energía basada en el hidrógeno.

      Una industria próspera, incluso líder, puede entrar en declive y colapsar hasta casi desaparecer en pocos años, a veces en un par de décadas.

      Nuevos tiempos,

      viejos riesgos

Illustration

      29 de junio de 1892. Neochea, Argentina

      Cuando el agente de policía entró en casa de Francisca de Rojas y vio los cuerpos ensangrentados de los dos niños, casi se desmayó. Los gritos desesperados de la madre y la sangre derramada por el suelo hicieron que el joven agente entrase en pánico y corriese a la comisaria a buscar ayuda. Dos criaturas de 6 y 4 años habían sido asesinadas y su madre acusaba de ello a un vecino que, al parecer, se habría sentido despechado por el rechazo de ella. Un crimen pasional horrendo que, afortunadamente, llegó a oídos de Juan Vucetich, oficial de policía de Buenos Aires, de origen croata, que llevaba tiempo estudiando fórmulas de identificación de criminales a partir de las pruebas que se encontraban en el lugar de los hechos.

      Analizando el lugar del crimen Vucetich halló algo que llamó poderosamente su atención: en el buzón de la entrada había una huella de un pulgar con la sangre de uno de los niños. Preguntada la madre sobre si había tocado en algún momento los cadáveres y, ante su negativa solo había una conclusión: la huella debía ser del asesino. Si esta coincidía con la de Pedro Ramón Velázquez —así se llamaba el desdichado vecino—, no había lugar a dudas: él habría matado a los pequeños.

      Para asegurarlo con certeza científica, Vucetich, antropólogo en sus orígenes, se fundamentaba en las investigaciones que venía realizando desde hacía tiempo por encargo del jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires para obtener un método de identificación personal. Se había basado en estudios anteriores del inglés Francis Galton, en los que se demostraba que dos huellas dactilares no podían ser idénticas; ni siquiera en gemelos. Vucetich había conseguido clasificar las huellas mediante 101 rasgos y llevaba meses tratando