Un mundo dividido. Eric D. Weitz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eric D. Weitz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788417866914
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sioux se han alzado y están asesinando a hombres, mujeres y niños”.1 Los cables telegráficos aún no llegaban al resto de Minesota desde la capital del estado, Saint Paul. La información transmitida por Ramsey venía de unos mensajeros que habían logrado cruzar las líneas enemigas. Las palabras del gobernador, aunque escasas, revelaban la angustia y el miedo que cundían en los puestos de avanzada estadounidenses que había en el North Country. Ese mismo día, Ramsey escribió al secretario de Guerra, Edwin Stanton, una carta más larga en la que le comunicaba que había ordenado a un grupo de soldados comandados por el coronel Henry Hastings Sibley que se dirigieran lo antes posible a las zonas donde se estaban produciendo las matanzas “con el fin de proteger a los colonos y atajar los crueles actos de barbarie de los salvajes. […] Los chippewa también están causando problemas”.2 Ramsey pidió que el Ejército de Estados Unidos enviara refuerzos para socorrer a la población de Minesota, asediada por los indios.

      En medio de la guerra civil, cuando el destino de la Unión estaba en juego (y en el verano y otoño de 1862, el Norte, que había sufrido una larga serie de derrotas, estaba en su momento más crítico), el Gobierno creía igual de importante asegurar la colonización blanca de la zona del North Country que bordeaba el nacimiento del río Misisipi. La magnitud de los combates que se estaban librando en la frontera de Minesota no era equiparable ni mucho menos con la del conflicto entre el Norte y el Sur; pero su significación política era evidente para todos los actores. El destino de la Unión como país colonizador de un continente entero estaba en juego en Antietam, Bull Run y Gettysburg, pero también en New Ulm, Fort Ridgely y Saint Paul (véase mapa de la p. 101).

      El Departamento de Guerra ordenó el envío de un regimiento de infantería, los Third Minnesota Volunteers y, tras las oportunas deliberaciones, creó un departamento específico para el noroeste, señal de la honda preocupación de los funcionarios federales. Stanton nombró al general John Pope (que había fracasado como comandante del Ejército de la Unión en la segunda batalla de Bull Run) jefe del Departamento, otorgándole amplios poderes para reprimir la sublevación. El secretario de Guerra recalcó la trascendencia del cometido de Pope: “Es imposible exagerar la importancia de la tarea que se le ha encomendado”.3

      En plena guerra de Secesión, un conflicto limitado a la zona fronteriza de Minesota no tardó en cobrar envergadura nacional. La insurrección de los sioux ponía en peligro la unión política estadounidense y el papel tan importante que Minesota en particular y Estados Unidos en general empezaban a desempeñar en la economía mundial. Hacia 1840 la zona que se convertiría en el Territorio de Minesota tenía unos 700 habitantes, entre blancos y mestizos. En 1849, sin embargo, 4.000 colonos blancos se asentaron en la región. En 1855 la población total había alcanzado los 40.000 habitantes, y en 1857 era de 150.000.4 Desde las primeras exploraciones europeas en la década de 1600, se habían transportado pieles de animales de la región que más tarde se convertiría en Territorio Noroeste, que incluía Minesota, al este del continente, y desde allí a Europa. El trigo de invierno (del que se obtenía esa harina rica en gluten tan preciada), el maíz, las semillas de soja, la madera y el mineral de hierro permitirían la rápida integración de Minesota en la economía estadounidense y en la mundial. El hierro de la región atravesaba la zona de los Grandes Lagos hasta llegar a Chicago, y luego iba a las acerías que abundaban en el Medio Oeste. La harina se transportaba a Europa y a otras zonas dispersas por todo el mundo. En el corto periodo comprendido entre 1870 y 1920, la enorme demanda de trigo, madera y papel llevaría a la destrucción de los espléndidos bosques de Minesota.

      Si Grecia es un buen ejemplo de los avances y retrocesos en derechos humanos que acompañaron a la fundación de Estados nación creados en antiguos dominios imperiales en los siglos XIX y XX, la historia de los indios sioux del North Country estadounidense lo es de otro proceso global que se dio en esta era: europeos y estadounidenses extendieron su poder por todo el mundo, lo que llevó al desplazamiento forzado de pueblos indígenas y al choque entre dispares concepciones de los derechos (especialmente los de propiedad de las tierras). En Norteamérica, Sudamérica, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, las poblaciones nativas eran expulsadas de las zonas colonizadas por los blancos. Cada una de estas zonas tiene una historia singular, pero en todos los casos se observa el mismo esquema. Los colonos blancos libraban guerras prolongadas para controlar el territorio y a la población, defendiendo con sus acciones la idea de que el derecho a la propiedad individual es el fundamento de todos los demás. En cambio, los pueblos nativos tenían casi siempre una concepción comunitaria de la propiedad de la tierra. Al final, la superioridad tecnológica occidental fue el factor determinante. Los actos de violencia, las enfermedades transmisibles y la destrucción del entorno diezmaron a los indígenas.5 A veces era el Estado el que ordenaba el uso de la violencia. En otros casos, los colonos actuaban más o menos por su cuenta, reprimiendo con brutalidad a los pueblos nativos. Pero era frecuente que el Estado y los colonos colaboraran estrechamente.6

      Minesota y las zonas de población india

      En estos masivos desplazamientos de población observamos cómo los colonos europeos y estadounidenses adquirían el derecho a tener los derechos proclamados por las revoluciones de finales del siglo XVIII y principios del XIX, mientras que los pueblos indígenas sufrían la violencia y se veían privados de sus tierras y derechos. Los Estados nación y los derechos humanos se desarrollaron paralelamente.

      Las expulsiones y las matanzas no resolvieron la cuestión de cómo vivir con los nativos que, por mucho que se hubiera reducido su número, seguían siendo un “problema”. ¿Qué destino les aguardaba en la nueva sociedad? Si no iban a ser ciudadanos con todos los derechos de los que gozaban los euroamericanos, ¿lo serían de segunda, tercera o cuarta clase? En el caso de que se les reconocieran derechos, ¿los tendrían como individuos o en cuanto que miembros de la nación india? ¿Serían los indios de Minesota (y otras partes de Estados Unidos) ciudadanos con derechos en un país que afirmaba ser una democracia de primer orden? Esta cuestión se reveló extraordinariamente compleja, y las respuestas han ido variando continuamente hasta nuestros días. Minesota había sido poblada principalmente por dos grupos de indios: los ojibwa y los dakotas (o chippewa o sioux, estos últimos también llamados santee sioux). En el siglo XIX, el Gobierno federal había asentado en la región a un pequeño número de winnebagos procedentes del este,7 confiando en que amortiguaran el conflicto entre dakotas y ojibwa; esta política fracasó, pero los winnebagos permanecieron en las reservas a las que habían sido desplazados. Vivían mayormente en el nordeste del estado, una zona boscosa donde practicaban la agricultura, la pesca y la caza, aprovechando así los ingentes recursos que ofrecía la región. Los dakotas, pueblo cuasi nómada, se desplazaban por los bosques, lagos y ríos del North Country y a veces por la vasta llanura que se extiende al oeste del río Misisipi hasta llegar a las Montañas Rocosas; al norte hasta Canadá y al sur hasta el golfo de México. Vivían de la agricultura, la pesca y la caza en la pródiga tierra de Minesota.8

      En los primeros años del siglo XVII, unos cuantos cazadores y comerciantes franceses penetraron en la región. El explorador y sacerdote francés Louis Hennepin fue el primero en cartografiarla en la década de 1680. Ciento veinte años más tarde eran muy contados los blancos que se habían asentado en la tierra que se convirtió en Minesota. Los únicos europeos que había eran tramperos y comerciantes, casi todos franceses o canadienses. Al desplazarse al oeste y al sur en busca de pieles y otros recursos se encontraron con los ojibwa y los dakotas.9 Muchos de estos primeros europeos vivían varios meses con los indios y adoptaban sus costumbres. A veces aprendían su lengua. En no pocos casos tuvieron hijos con indias y fueron admitidos en redes de parentesco.10 En estos grupos, de enorme importancia para los dakotas, el deber moral de apoyo y protección se extendía de la familia inmediata al grupo entero. En el siglo XIX el aumento del número de colonos blancos y la demanda de tierras rompió la concordia que se había establecido entre los indios y los euroamericanos.

      En 1803, y a raíz de la compra de Luisiana, Minesota se volvió estadounidense en vez de francesa. A partir de