Por eso, el sueño se convierte en la búsqueda de la felicidad. La felicidad por lo tanto no es un destino, ni una promesa, ni está asegurada para todo el mundo, sino que se produce en el día a día en una actitud frente a la vida y de vernos a nosotros mismos como un proceso en continuo crecimiento que nos permita ir aproximándonos a esos estados de ánimo que hemos comentado. Y este proceso no es gratuito, ni se produce por arte de magia, ni tampoco lo conseguiremos con una receta que nos expenda nuestro coach, psicólogo o terapeuta. Esta actitud se construye con voluntad y siendo perseverantes para alcanzar la vida que queremos, ya sea a través de un trabajo vocacional, una pareja idílica, una salud de hierro… Como resume Victoria Camps en su ensayo:
«La felicidad es la búsqueda de la mejor vida que está a nuestro alcance».
Es en esa búsqueda de la felicidad donde reside la esencia del cambio y la transformación. Lo que nos permite salir de la famosa «zona de confort». De hecho, nuestro cerebro está preparado para abordar las situaciones cambiantes que vivimos a lo largo de nuestra vida, como ha descubierto la neurociencia. Se ha detectado una mayor actividad del lóbulo prefrontal cuando estamos en un periodo de cambio, lo que nos permite activar nuestra capacidad de aprendizaje, desarrollar nuestro espíritu explorador, aumentar la atención en el entorno y, finalmente, despertar nuestra creatividad. Sin embargo, nos hemos acomodado. La razón es sencilla: el cerebro siempre busca sobrevivir y el mejor mecanismo para lograrlo es rodear nuestro mundo de barreras para estar seguros. Es la paradoja del cambio: buscamos mejorar, salir de nuestra madriguera para ir a otra mejor, pero no queremos correr los riesgos asociados a la aventura. Al final, la realidad te escupe en la cara que si no sales de tu celda de cristal, donde puedes vivir incómodamente acomodado, difícilmente podrás alcanzar tu sueño, como nos recuerda Springsteen en «Thunder Road».
La cuestión es recordar algo que nos dejó uno de los filósofos estoicos más destacados, Séneca: «Cambia de alma y no de cielo». Esto significa que el cambio real, el verdadero, el que da lugar a la transformación, se produce en uno mismo, y para lograrlo es necesario mostrar cierta actitud, una disposición favorable al cambio, a través de la autocrítica y la valentía frente a la autocomplacencia y el miedo. Sentir cierto espíritu aventurero y ser consciente de que las situaciones adversas nos acompañarán como parte del viaje, y que será en esas situaciones donde se ponga a prueba nuestra felicidad y nuestro compromiso con el sueño o la búsqueda de la felicidad que ahora iniciamos. En suma, un proceso alquímico que permite la transmutación o el cambio evolutivo de la persona.
Siete preguntas para actuar
1. ¿Qué vas a hacer con tu vida? ¿Qué sueños quieres alcanzar?
2. ¿Quieres «ganarte la vida» o «vivir la vida»?
3. ¿Cómo ha sido tu vida hasta ahora (profesional y personal)?
4. ¿Qué pasiones tienes?
5. ¿Qué es lo que te produce más placer y más dolor?
6. ¿Qué es para ti la felicidad? ¿Cómo consigues ser feliz cada día?
7. ¿Qué necesitas para ser feliz? ¿Qué te hace sentirte satisfecho con lo que haces o con como eres?
Cinco ideas para recordar
1. Alegoría de la caverna aplicada al cambio. Hay un mundo que vemos, lo conocido, lo que hemos aprendido… que consideramos como verdadero y la única realidad existente (nuestra zona de seguridad). Sin embargo, existe otro mundo más auténtico que no hemos descubierto por miedo, por complacencia, o porque nadie nos ha mostrado un camino para ir más allá. La esencia del cambio reside en salir de la caverna para adentrarnos y conocer otras realidades.
2. Distinción entre «ganarse la vida» y «vivir la vida». Partiendo del hecho de que tenemos cubiertas nuestras necesidades más básicas, cada persona debe decidir cómo vivir: «ganándose la vida» con un trabajo cualquiera que le permita cubrir dichas necesidades y encontrar la felicidad fuera del mismo, o «vivir la vida» con un trabajo vocacional que le posibilite disfrutar de lo que hace, dando un sentido a su vida y accediendo a los escalones más altos de la Pirámide de Maslow.
3. Reflexionar, analizar y pensar qué sucede en nuestra vida y seguir buscando con la mirada de un niño hasta encontrar nuestra pasión. Incorporar la máxima que nos dejó Sócrates: «Una vida sin reflexión no merece ser vivida», y seguir buscando nuestra pasión con la mirada de un niño hasta encontrar aquello que nos apasione, con el lema que nos dejó Steve Jobs: «Stay foolish, stay hungry» (Manteneos alocados, manteneos hambrientos).
4. Hacer uso de la libertad para perseguir nuestros deseos. Identificar qué es lo que nos produce más placer y lo que nos genera más dolor. La felicidad consistirá en maximizar el placer y minimizar el dolor, como nos enseñaron los filósofos utilitaristas J. Bentham & J.S. Mill.
5. Considerar la felicidad como una búsqueda. La felicidad no es un destino, ni una promesa, ni está asegurada para todo el mundo, sino que se produce en el día a día con una actitud frente a la vida y de vernos a nosotros mismos como un proceso en continuo crecimiento hasta alcanzar un estado de ánimo caracterizado por la paz interior, la tranquilidad, la satisfacción, el equilibrio o el bienestar. Como decía V. Camps: «La felicidad es la búsqueda de la mejor vida que está a nuestro alcance».
Capítulo 2
«Darkness Of The Edge Of Town»
El camino equivocado
Perderse en los sueños equivocados
Esta canción forma parte del disco «Darkness Of The Edge Of Town», lanzado en 1978 cuando la vida de Bruce había cambiado radicalmente. Había vivido las mieles del éxito con «Born To Run»: un millón de copias vendidas, considerado uno de los mejores discos de la historia del rock, primera aparición en Europa… Incluso había llegado a aparecer de forma simultánea en la portada de revistas como Time y Newsweek, reservada para grandes celebridades del mundo de la política, la cultura, el deporte, etc. Ahora todos esperaban más de él; no en vano había sido considerado por algunos como el «futuro del rock and roll». Pero no todo habían sido buenas noticias para Bruce. Después del premio gordo de «Born To Run» comenzó un conflicto con su manager por el control de sus canciones y los derechos discográficos de sus primeros discos. Este conflicto desembocó en un litigio que paralizó su carrera musical impidiéndole el lanzamiento de nuevos discos. Fue un tiempo de frustración, de rabia, de sentirse engañado… Además, su país vivía una crisis económica que acabó enviando al paro a millones de trabajadores, incluidos amigos y familiares.
Es aquí cuando Bruce comienza a hacerse algunas preguntas vitales, como consecuencia de esta crisis personal, profesional y por el impacto de la crisis económica y social que había sufrido su gente más cercana. Él lo explicaba así: «Empecé a pensar quién era yo y de dónde venía». Y entendió aquello sobre lo que quería escribir en sus canciones: «La gente que me importaba, y quién quería ser yo. Veía a amigos y familiares esforzándose en llevar vidas decentes y productivas, y yo sentía que en esto había una especie de heroísmo cotidiano». El resultado fue un disco que refleja una reflexión oscura y siniestra, con canciones que invitan a la celebración y otras a mantenerse en la sombra. Un disco que muestra la rabia y el enfado por todo lo que sucedía, y que inevitablemente te conduce a la introspección y a realizar tu propia reflexión. Esa es la esencia del disco «Darkness Of The Edge Of Town», probablemente mi disco favorito.
Seguramente te estarás preguntando por qué he elegido esta canción como introducción de este capítulo. Permíteme que realice un pequeño rodeo. Todos alguna vez en la vida hemos tenido sueños. Algunos los perseguimos con ahínco hasta que se cumplen y conseguimos