La otra vertiente de trabajo sobre el tema se encuentra en el institucionalismo sociológico (Álvarez-Uría y Varela, 2009; Berger y Luckmann, 2001; Bourdieu, 2005 y 2007; Giddens, 1998), con material que analiza los procesos de institucionalización, las instituciones y sus funciones.
Desde la sociología, Giddens (1998) plantea que, para estudiar el orden en la sociedad, se debe tener en cuenta el espacio-tiempo, porque si se puede comprender la manera como los sistemas sociales logran ligar el tiempo y el espacio, la presencia y la ausencia, se van a poder comprender los principios estructurales que funcionan como principios de organización.
En el nuevo institucionalismo, las posiciones estructuralistas y voluntaristas clásicas han encontrado un acercamiento a través de propuestas que valoran la equidad entre la estructura y el agente. Es el caso de lo desarrollado por Giddens (1998), junto con March y Olsen (1989), que se han constituido en referentes para el institucionalismo sociológico y para los análisis de la interacción social de los individuos en la cotidianidad.
Este problema, que en la actualidad es constitutivo para la sociología, ha permitido la búsqueda del equilibrio dinámico entre estructura y agente. Esto implica hacer el tránsito desde la consideración llana del problema de la acción social, hasta pasar a contemplar el asunto de la interacción social. Esta concepción se instala como un eco de la distancia que se toma con el artificio metodológico de la diferenciación entre el observador y lo observado. Este alejamiento va a permitir la introducción de la idea de construir significado en las interacciones, a lo que se agrega que ese significado lo construyen tanto los científicos sociales como las personas en su cotidianidad.
En este punto, se busca hacer un acercamiento a los fenómenos sociales, de tal manera que ya no solo se estima la acción, sino también la interacción; no solo se considera al actor, sino igualmente su rol, y al observador; no solo se describe o da cuenta de la acción, sino que además se descubre el discurso en que están enmarcados el rol y la misma interacción. Esto conduce, necesariamente, a la premisa de partir de la observación del fenómeno desde unos modelos explicativos de las interacciones, las que varían caso a caso.
Así, se puede entender que la propuesta de un acercamiento deductivo a las instituciones debe partir de unos principios generales preestablecidos, que funcionan como los generadores del marco de análisis y comprensión; debe partir de unos complejos andamiajes teóricos, que permitan la explicación de las instituciones concebidas como reglas y recursos que participan en la interacción social (Giddens, 1998).
Para la transición del viejo institucionalismo al nuevo, se presenta una dinámica que va a permitir que ingrese la concepción de las interacciones e incida en el enfoque del análisis del nuevo institucionalismo.
En el paso que se da del viejo al nuevo institucionalismo, se puede observar que se busca una aplicación de las concepciones generales, es decir, que no se desechan sus desarrollos sobre cómo la estructura incide sobre el comportamiento del individuo o cómo el individuo incide sobre la estructura, lo que implica una movilización de las concepciones expresamente estructuralistas o de las voluntaristas, para migrar hacia una concepción que reconoce la interacción entre estructura e individuo. En el método que aplican los nuevos institucionalistas, se procede a probar los modelos teóricos explicativos que se tienen de la manera como las instituciones afectan el comportamiento. Entonces, para obtener conclusiones en los análisis del nuevo institucionalismo, se toman casos específicos, se comparan o se hacen observaciones desde los modelos, no desde el caso; de suerte que el comportamiento de los individuos que se instala a manera de estructuras, de formas sociales, son afectadas normativa e históricamente.
Este punto de la afectación normativa e histórica de la estructura y del comportamiento del individuo, está relacionada con la noción de Giddens (1998) de la relación del contexto de la vida cotidiana con el tiempo-espacio:
La postura de actores en contextos de interacción y el entretejimiento de esos contextos mismos son esenciales para aquellas tareas. Pero si se quiere mostrar que estas cuestiones se entraman con aspectos más amplios de sistemas sociales, es indispensable considerar la manera en que conviene a la teoría social abordar –en concreto, no en filosofía abstracta– lo ‘situado’ de la interacción en tiempo y espacio (Giddens, 1998, p. 143).
Esta pareja tiempo-espacio es un componente de gran fuerza en la propuesta de Giddens (1995), porque desde ella es posible establecer que las relaciones, las interacciones, ocurren en un lugar geográfico definido, esto es, en un espacio; y que, además, esas interacciones también acaecen en un momento histórico determinado, lo que permite que ingrese, en la dinámica, la otra parte de la pareja presentada: el tiempo. Para Giddens (1998), en el problema de investigación definido como el orden en la sociedad, las dos dimensiones, el espacio-tiempo, se conectan. Estas permiten que el estudio de las interacciones sociales sea situado de manera concreta en un momento y en un lugar específico.
Los agentes, que se pueden entender como los actores, para la construcción de sentido por medio de las rutinas, integran los rasgos temporales y espaciales (el espacio-tiempo), y van constituyendo formas de institución. La integración social, como previa a la integración sistémica, se fundamenta en las relaciones recíprocas que se presentan entre los actores en los contextos específicos (espaciotiempo) en los que tiene lugar la copresencia (Giddens, 1998).
En esta vía, cualquier acercamiento para estudiar la estructura debe hacerse teniendo en cuenta los elementos espacio-tiempo, que aluden a la aproximación histórica y contextual de los fenómenos sociales. De aquí la relevancia, para el estudio de las instituciones, de los ejemplos históricos de funcionamiento de las estructuras.
La estructura, para Giddens (1998), se consolida y se asienta en la copresencia de acciones cotidianas que permiten la integración social. La estructura logra su actualización, su presencia, en las acciones. Por su parte, los sistemas sociales, es decir, las formas y las interacciones para poder ser y hacer en la sociedad, se observan cuando funcionan. Esos sistemas sociales se organizan a partir de unas reglas; entonces, para observar la estructura, se identifican, se definen los conjuntos de reglas que intervienen en la organización de los sistemas sociales.
En Giddens (1998), la estructura es el resultado de una conducta que se organizó recursivamente, para lo cual introduce la noción de dualidad de estructura. El autor plantea que esa dualidad de la estructura tiene que ver con que la estructura no puede existir por fuera de la acción, la estructura se materializa con la acción, la acción del individuo da cuenta de la estructura. Igual ocurre con las propiedades estructurales de los sistemas sociales: estas también están entramadas en la producción y la reproducción de las propiedades estructurales.
Dentro de las propiedades estructurales de los agentes, los actores, hacen un registro reflexivo de las actividades sociales. Los individuos que ejecutan acciones funcionan como seres activos y esto también permite que su actividad implique la comprensión de lo que hacen y les permite dar las razones de por qué lo hacen.
Las acciones, que son consideradas como ejecuciones, cuando son cotidianas, dan origen a lo que Giddens (1998) denomina “rutinización”. La rutinización brinda seguridad al actor, la rutina conjura la contingencia. Sin embargo, la contingencia puede tener lugar en el desarrollo de acciones rutinizadas, por cuanto la rutina se presenta en un espacio-tiempo, sucede en un lugar y en un tiempo determinado, y en las coordenadas del espacio-tiempo es donde puede ocurrir lo no esperado.
La repetición de acciones en la copresencia es el punto de partida para la rutinización. En ella tiene lugar la presencia de “formas familiares de conducta que sustentan un sentimiento de seguridad ontológica y que reciben sustento de este” (Giddens, 1998, p. 398).
En la perspectiva del nuevo institucionalismo, la actividad política considera que las rutinas funcionan como reglas, lo