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¿Qué está pasando?”, las interrumpió la voz cálida y dulce de Emma que entró en la oficina.

      “ Oh, ¡Emma!”, se puso a llorar de nuevo Abigail, sabiendo cuánto era sensible Emma, al contrario de Rachel.

      “ Tesoro, ¿qué sucedió? Rachel sólo me escribió que viniera lo antes posible”, le explicó, abrazándola dulcemente. “Yo ya había organizado una noche de festejo en el Bounce y hoy a la tarde ya había concertado una cita con mi personal de mantenimiento para elegir las lámparas para tu lúgubre pasillo y para llevar las cajas al nuevo apartamento, que no veo la hora de conocer.”

       Abigail se puso a llorar aún más fuerte. Sólo Emma sabía cómo hacerla sentir siempre adorada y mimada. Adoraba estar con ella.

       Amaba también a Rachel, pero Emma era especial.

       Sin embargo, ambas eran extraordinarias: si Emma tenía el don de saber consolar y dar afecto, Rachel por el contrario sabía motivar e impulsar a las personas para que tengan confianza en sí mismas… y odiaba las lágrimas. Gracias a ella se había dado cuenta que tenía talento como editor, por lo que Rachel la había contratado y le había confiado las ediciones de su serie. Por el contrario, en lo que refería a la escritura, según Rachel, todavía era inmadura porque los personajes de sus historias eran demasiado superficiales y falsos. “Tienes que dejar de idealizar a las personas. Intenta darles un enfoque realista a tus personajes. Eres inteligente, Abigail. Escribes bien y tus cuentos capturan la atención, pero todavía no estás lista para una novela real”, le decía a menudo.

      “ Por lo que parece, se entrometió un cierto Ethan Campert y ahora son dos los que quieren el apartamento”, le explicó brevemente Rachel.

      “ ¿Cómo pudo pasar?”

      “ La querida Rosemary, sorda como es, entendió Campert en lugar de Camberg y así dio por supuesto que Abigail fuera la pareja de este Ethan.”

      “ Un simpático e inesperado juego del destino”, respondió Emma.

      “ Ahora él le pidió que compartan el apartamento y así, aquí estamos”, se entrometió de nuevo Rachel.

      “ ¿Y tú qué has decido?”, le preguntó Emma un poco preocupada por su amiga.

      “ Yo… yo… no lo sé. Ni siquiera conozco a este Ethan Campert. ¿Y si fuera un asesino serial y me mata mientras duermo?”, respondió Abigail asaltada por el miedo que le llenaba la cabeza.

      “ Encontrar asesinos seriales en Portland en más difícil de lo que parece, ¿sabes?”

      “ Sin embargo, él la conoce bien”, dijo Rachel. “Dijo que Abigail es hipocondríaca y que se aterroriza de su propia sombra.”

       Incluso Emma se puso a reír seguida por Rachel, dejando atónita a la joven. ¡No podía ponerse a reír ella también!

      “ No hay nada divertido”, mintió Emma frente a su mirada. “Abigail, tesoro, ¿cómo estás? ¿Qué piensas de éste tipo? ¿Es un tipo confiable, por lo menos?”

      “ Ethan Campert es odioso”, declaró solemne. “Es antipático, insensible, frío, estúpido, malo, sucio y… fuma”, precisó, bajando la voz sobre la última palabra como si fuera un insulto.

      “ ¡Terrible!”, respondió Emma que no quería tomarla demasiado en serio, pero que a pesar de eso, volvió a abrazarla con afecto.

      “ Sí, estoy segura de que ya tengo células tumorales en los pulmones por su culpa”, se angustió.

      “ Oh Dios, ¿no me digas que has hecho una escena por el humo?”, dijo Rachel.

      “ ¡Claro! ¡Ensució toda la casa y ahora yo también corro el riesgo de tener serios daños en los pulmones por lo que me ha hecho respirar hoy en su presencia! Ni hablar del calentamiento global y…”

      “ ¡Oh, no! ¡Abigail, te lo ruego, no puedes hacer siempre esas historias! Ya te lo expliqué que los hombres se asustan”, la interrumpió Emma, que sus relaciones terminaban muchas veces por culpa de sus propias ansiedades, que la llevaban a tener miedo a enfermedades y catástrofes naturales por la contaminación.

      “ ¡Pero es verdad!”, protestó.

      “ Lo sé, pero mucha gente prefiere vivir en la ignorancia y tener cerca a una bella muchacha, antes que a una reportera de la CNN que aterroriza a todos con hipótesis apocalípticas o probabilidades de contraer enfermedades degenerativas o mortales.”

      “ ¡Yo no soy así!”, se defendió Abigail ofendida.

      “ ¡Tú eres así!”, la contradijo Rachel. “Eres la única persona que conozco que tiene una lista llamada “Enfermedades a no contraer jamás”. Generalmente las mujeres tienen listas como “Sueños en el cajón” o “Cualidades del hombre ideal.””

      “ Yo también tenía una lista con las características del hombre ideal y quisiera recordarles que fueron precisamente ustedes dos quienes hicieron que la tirara a la basura el año pasado, después de haberme obligado a leérselas.”

      “ Tu hombre no podía ser real”, le dijo Rachel.

      “ No es verdad.”

      “ ¿Abigail, tengo que recordarte al hombre musculoso sin hacer gimnasia, riquísimo y jefe de una gran multinacional pero que no trabaje, inteligente y audaz pero jamás haya abierto un diario, celoso, pero no posesivo, rudo pero tierno, delincuente pero honesto… de tu loca lista?”

      “ Sin tener en cuenta que tenía que tener ojos azules con tonalidades verdes, cabello negro o rubio, piel citrina ligeramente bronceada, alto un metro ochenta para que sea más alto que tú pero no demasiado, siempre sano, no fumador, vampiro, pero no alérgico al sol…”, se acordó Emma.

      “ Ok, ok. Entendí”, le dijo con disgusto, sintiéndose humillada. Sabía que tenían razón, pero no quería admitirlo. “¿Podemos volver al punto principal? ¿Acepto o no compartir el apartamento con ese monstruo arrogante y lleno de vicios?

      “ ¿Al menos es guapo?”, preguntó Emma curiosa.

      “ Bastante, pero no tanto como para no ver sus defectos”, admitió.

      “ Claro que ir a vivir con un perfecto desconocido puede ser arriesgado”, susurró preocupada Rachel.

      “ Emma, ¿no puedes pedirle al detective que has contratado hace un tiempo para saber si tu marido te traicionaba, que investigue también sobre Ethan Campert?”

      “ Pasó sólo una vez y me prometí a mí misma que no lo habría hecho de nuevo”, se puso a la defensiva Emma completamente avergonzada y repentinamente triste. Daba tanta pena y rabia verla así. Emma era la mujer más dulce, sensible y hermosa que hubiera existido jamás. No se merecía un marido ausente y traidor como el suyo. Cada vez que le preguntaban por qué no se divorciaba, ella no respondía, pero sabían que en realidad no estaba perdidamente enamorada.

      “ Te lo ruego.”

      “ Como máximo puedo pedirle que haga una verificación con sus compañeros de la policía, para ver si este Ethan Campert tiene antecedentes.”

      “ Está bien... por el momento.”

       Sin perder el tiempo, Emma tomó el teléfono y llamó de inmediato a su detective, ex policía retirado.

       Mientras tanto, Rachel fue a buscar tres cafés a la máquina de la oficina.

       Después de media hora habían vaciado toda la despensa de bizcochos y galletas saladas, mientras Emma había recibido la respuesta de su detective.

      “ Ethan es inmaculado. Ningún antecedente. Sólo una resaca en un automóvil que chocó contra un poste de luz hace dos años, pero él no estaba al volante.”

      “ Yo diría que intentes aceptar esta nueva e inesperada experiencia”, sentenció