Guía práctica para descubrir la voluntad de Dios. Troy Fitzgerald. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Troy Fitzgerald
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877983586
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Sittser compara este modelo de entender la voluntad de Dios con un laberinto: “En este modelo, entonces, cuando se debe tomar una decisión, la vida repentinamente se convierte en un laberinto. Sólo hay una forma de salir. Todos los otros caminos terminan en un callejón sin salida, cada uno de ellos significa una mala elección [...]. Si elegimos correctamente experimentaremos su bendición y alcanzaremos el éxito y la felicidad. Si elegimos equivocadamente podríamos extraviarnos y perder la voluntad de Dios para nuestras vidas, permaneciendo perdidos para siempre en un laberinto incomprensible”.4

      Una vez más, cuando le pides a la gente que cuestione la suposición de que un Dios amante y omnisapiente armaría un plan único ideal para que descubramos y elijamos, al final siempre se hace evidente la locura de un plan semejante. Uno de los conceptos más básicos que debemos comprender antes de cavar más hondo en el plan de Dios es que él puede ser omnisapiente siempre, pero al mismo tiempo puede ser completamente libre en dejar a los seres humanos elegir lo que les plazca. El hecho de que Dios conoce el futuro no significa que Dios elige y determina un curso de acción para nosotros. No quiero caer en el pensamiento de creer que conozco lo que Dios sabe y no sabe. Algunos teólogos, aunque bien intencionados, han buscado determinar lo que Dios sabe y lo que es incapaz de conocer basados en lo que ellos se imaginan. El problema es obvio: el conocimiento de Dios, su poder y habilidades están mucho más allá de nuestros límites de comprensión:

      “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa. 55:8, 9)

      El problema no es lo que Dios sabe o no sabe. Es cuán limitados estamos como seres finitos para comprenderlo. Yo no sé cuánto sabe Dios, y no estoy seguro si quiero ser el encargado de delinearlo, simplemente porque me cuesta mucho entenderlo.

      Es cierto que Dios declara con anticipación algunos aspectos del destino de una persona. Le dijo a Abraham que sería el ancestro de aquél que habría de salvar el mundo:

      “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Gén. 12:2).

      Moisés fue salvado milagrosamente en un canasto y fue criado con el entrenamiento de un rey a fin de prepararse para librar de la esclavitud al pueblo de Dios e introducirlo en la Tierra Prometida. No cabe duda de que Moisés fue elegido desde su nacimiento para un propósito específico en la vida. Luego de que Moisés había sido preparado por el desierto, Dios dijo: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto [...]. te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Éxo. 3:7, 10).

      Cuando surgió la necesidad de un nuevo rey para Israel, Dios tenía un hombre en mente: “Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey” (1 Sam. 16:1). Luego de haber observado a todos los hermanos, el joven David fue traído ante el profeta, y el Señor le dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque éste es” (vers. 12).

      Ester, una mujer cuya vida es caracterizada por un momento especial de coraje, era la persona correcta en el lugar correcto en el momento correcto: “Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Est. 4:14).

      Aun antes de que Juan el Bautista fuera concebido, ya tenía un destino especial. Los detalles de su vida estaban claros en la mente de Dios, incluyendo su sexo, nombre, hábitos de alimentación, y por sobre todo, su misión en la vida:

      “Tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Luc. 1:13-17).

      ¿Personas especiales? ¡Sí! ¿Elegidos con un destino específico? Así pareciera. Pero si el salmista habla por todos nosotros, entonces lo que es cierto acerca de Juan, Ester, Moisés y Abraham lo es también para ti y para mí.

      “Porque tú formaste mis entrañas;

      Tú me hiciste en el vientre de mi madre.

      Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;

      Estoy maravillado,

      Y mi alma lo sabe muy bien.

      No fue encubierto de ti mi cuerpo,

      Bien que en oculto fui formado,

      Y entretejido en lo más profundo de la tierra.

      Mi embrión vieron tus ojos,

      Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas

      Que fueron luego formadas,

      Sin faltar una de ellas.

      ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!

      ¡Cuán grande es la suma de ellos!” (Sal. 139:13-17).

      ¿Recuerdas a David, el rey elegido de Israel? Si nuestras decisiones determinan si estamos o no dentro del plan específico de Dios, cómo puede decirse lo siguiente acerca de David, quien llegó a ser un adúltero deliberadamente y un asesino: “Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: HE HALLADO A DAVID hijo de Isaí, VARÓN CONFORME A MI CORAZÓN, quien hará todo lo que yo quiero” (Hech. 13:22; énfasis añadido). Me imagino que ese pequeño tema con Betsabé y Urías no había sido escrito en el plano general. Sin embargo, el libro de Hechos registra que David fue un hombre que hizo “todo” lo que Dios quería.

      Seguramente un teólogo teológicamente moderado como Pablo tendría un sesgo más realista en cuanto a la naturaleza específica de la voluntad de Dios. Sin embargo, escribió: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efe. 1:3-6).

      Desde nuestra perspectiva, Abraham, Moisés y David tomaron decisiones que deberían haber frustrado el gran diseño de Dios. Abraham renunció a su deber para con su esposa cuando los tiempos se pusieron difíciles. Moisés perdió la paciencia cuando las tensiones eran altas. David le robó la esposa a otro hombre luego de espiarla desde la terraza.

      ¿Cambia la voluntad de Dios como resultado de nuestras decisiones? Todas las decisiones tienen consecuencias. ¿Hasta qué punto las decisiones de los personajes mencionados, o las nuestras, afectan el objetivo último de Dios? Esto es lo que yo sé:

       Dios tiene un plan para cada individuo.

       Dios obra de tal manera que su plan pueda llevarse a cabo.

       El plan de Dios permite que las personas escojan libremente.

       Nuestras decisiones no necesariamente cambian el plan de Dios: solamente cambian nuestra posición con referencia al objetivo último de Dios. (Si elijo vivir fuera o completamente alejado de la voluntad de Dios, su propósito final no se ve frustrado; ver Job 42:1, 2).

      Debido a que Dios no permitirá que su propósito final se vea frustrado, él nos orienta de muchas maneras, y sus métodos de revelación de su voluntad a menudo varían. Considera los métodos por los cuales Dios eligió guiar a distintas personas:

       El santuario en el