Esa función del patrono sigue más o menos vigente en las Constituciones. Si el colegio elector no se pone de acuerdo en quién debe ser el elegido, se deberá enviar una terna al patrono, para que este escoja de allí quién será el próximo rector del Rosario.
Pero aparte de esa función puramente estatutaria, el rey, por solicitud del virrey, también se preocupó mucho por atender las necesidades económicas del Rosario; por eso es fundamental el tema de las cédulas reales que hemos recopilado y digitalizado en el Archivo Histórico; dicho sea de paso, gracias a ello nos ganamos un premio.
El vicepatrono hacía ver al rey que en el Rosario había unas necesidades muy grandes: que faltaba dinero para las cátedras, que el dinero de las haciendas ya no alcanzaba, etc. Entonces, el rey ordenaba otorgar auxilios, pero los otorgaba de manera provisional, no de forma permanente. Es decir, entregaba un auxilio y se evaluaba el resultado de lo que se hacía con ese dinero; en otras palabras, siempre tenía una idea de mantener una vigilancia sobre la inversión para que la institución lograra sus cometidos.
Hablemos de las haciendas del colegio que están en las Constituciones.
Es muy importante esa idea de fray Cristóbal de dotar al Colegio de haciendas. Tanta prioridad le daba, que el primer capítulo de las Constituciones es el de las haciendas.
Constituciones para el Colegio de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título I.
Para fray Cristóbal era muy importante tener unas haciendas que produjeran réditos al Colegio. La idea de que no podía sostener la fundación de una institución sin un respaldo económico previo era una idea novedosa en aquel tiempo. La gente, me imagino, creía que al ser el Imperio tan grande pues le sobraba la riqueza y podía ayudar en todo y, por tanto, esa parte puramente material para emprender distintos proyectos no se tenía en cuenta.
Fray Cristóbal hizo todo lo contrario: pensó primero en la certeza de un respaldo económico para construir su proyecto. Una de las curiosidades de esta idea de las haciendas es que fray Cristóbal no le da un gran valor a la propiedad en sí, sino al trabajo que allí se realiza. Por eso es tan cuidadoso en las instrucciones que registra frente a cómo debe mantenerse y vigilarse una hacienda, a lo cual le dedica prácticamente la mitad de las Constituciones.
Alguna vez hablaba con Alfonso Borrero Cabal, cuyas obras, por cierto, vale la pena consultar. Él un día me confesaba que antes de ser rector de la Universidad Javeriana, creía, ingenuamente, que esa parte del respaldo económico era un asunto relativamente menor dentro de la enseñanza universitaria. Que lo importante para la academia era el desarrollo de los cursos, los pensum, los profesores y demás. Pero resulta que siendo rector se dio cuenta de que el respaldo económico era lo más importante; es decir, que sin recursos no se puede hacer nada. Esto lo cuento porque si yo pudiera hablar con los colegiales, les diría que lo que deben tener en cuenta en la escogencia del rector es un perfil que lograse atender, como quería fray Cristóbal, a la institución desde el punto de vista empresarial.
En los países sajones tienen esa parte clarísima. Por eso cuentan con patrimonios gigantescos…
Continuando con el tema del Patronato, el rey, por dar esos auxilios, tenía la vigilancia y el control sobre las inversiones y el tiempo; después, la figura va mutando. ¿Cómo va mutando hasta decantarse por la figura que tenemos hoy en día? Tengo entendido que, una vez declarada la independencia, Simón Bolívar expidió una norma en la cual indicaba que él iba a asumir todas las funciones que estuvieran a cargo del rey, y por eso el presidente de la República es el actual patrono.
Se entendía que el presidente en la era republicana asumiría las funciones del rey; entre ellas, el Patronato, que no era únicamente el del Rosario, sino el de varias otras instituciones. La idea del patronato surge dentro del marco de la Contrarreforma. Ahora bien, obviamente, la figura del Patronato va mutando dentro de un proceso muy complejo que se enmarca, finalmente, en la lucha por la autonomía del Rosario.
Durante todo el siglo XIX, que es un siglo de definiciones, en el cual se trata de ver cómo se va a reemplazar al Imperio español, va a surgir siempre la idea de intervenir al Rosario. Y el Rosario siempre lucha por mantener su autonomía, y choca con las ideas iniciales; por ejemplo, las de Santander, quien, durante la Gran Colombia, piensa importar el modelo napoleónico. Es decir, la idea de que una Universidad única y homogénea que provenga de la Rama Ejecutiva y se acoja a la política de la administración general.
Hoy en día, el Patronato tiene funciones más bien simbólicas y protocolarias; sin embargo, conserva una muy importante, que es la de ser el árbitro final en caso de que, durante la votación para elegir al rector, ninguno de los candidatos tenga las dos terceras partes de la votación. Es decir, si hay dos candidatos y ninguno cuenta con la mayoría requerida, pues el asunto debe someterse a consideración última del patrono. También tiene la función de presidir las ceremonias cuando viene, por ejemplo, a la consagración de colegiales y del rector; confirma la escogencia de los colegiales y del colegial mayor, y, en un momento dado —y hasta hace poco—, el patrono debía dar el visto bueno para la enajenación de bienes inmuebles del Colegio.
Pienso que la figura del patrono, que tiene toda una explicación histórica en el pleito de los dominicos con fray Cristóbal, de todas maneras, ha sido muy importante y muy útil en la historia del Rosario.
Otro símbolo importante en el Colegio es, justamente, la figura de los colegiales, que no deja de ser única en los sistemas universitarios.
Cuando uno estudia la historia de la creación de las universidades en el medioevo, se da cuenta de que existieron dos orígenes: la universidad formada por los propios estudiantes que se reunían y escogían a sus maestros —y, por lo mismo, a sus directivos—; y, por otra parte, la universidad que era convocada por los maestros que llamaban a sus discípulos y los convertían en una comunidad; es decir, una formación proveniente desde abajo hacia arriba, y otra, de arriba hacia abajo. El Rosario corresponde al primer modelo.
Hay ejemplos como el del Colegio de San Clemente, que hace parte de la Universidad de Bolonia, o el del arzobispo de Fonseca, en Salamanca, que corresponden al primer modelo. O, la Universidad de París, que se fundó de acuerdo con el segundo modelo.
¿Y esa figura cómo ha evolucionado con el tiempo?
Creo que esa figura fue muy importante siempre. En el Aula Máxima hay un personaje: Enrique de Caldas Barbosa, pintado por Gregorio Vásquez, quien fue el primer colegial que llegó a ser rector. Entonces uno ve que hubo cierta continuidad al elegir a esos personajes, que, a pesar de ser formados para la burocracia del Imperio, de todas maneras, los seguían tomando en cuenta en el Rosario para continuar la tarea del fundador. Es decir, bien habrían podido nombrar a otras personas. Sin embargo, la institución de la colegiatura siempre ha buscado la permanencia de la idea de fray Cristóbal, la continuidad de ese legado.
Curiosamente, en la época de la Regeneración, los rectores que se eligieron no fueron colegiales; es más, ni siquiera eran rosaristas, y eso trajo problemas.
En últimas, yo creo que la colegiatura ha permitido esa continuidad de la idea del Rosario como ente autónomo y muy particular.
Finalmente, doctor Nieto, hablemos sobre la figura de La Bordadita.
La figura de La Bordadita como símbolo del Rosario tiene que ver con esa discusión que mencionamos sobre el inmaculismo. Lo que yo entiendo es que en el fondo de la devoción a la Virgen María hay una reivindicación del papel de la mujer, que hoy es una cosa indiscutible, y en el Rosario, concretamente, una realidad: la población estudiantil es mayoritariamente femenina.
También tiene que ver eso con una actitud muy hispánica. En España no existía la Ley Sálica, que era una ley entre los francos y las tribus germánicas que impedía que las mujeres accedieran al poder. Es decir, España era una excepción en Europa, porque allí las mujeres podían ser reinas. Pues, de hecho, la conquista de América se