Sabato. Pablo Morosi. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Pablo Morosi
Издательство: Bookwire
Серия: Historia Urgente
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789878303451
Скачать книгу
bien nunca fue lo que se dice un gran deportista, más de una vez el escritor contó que en su época de estudiante había incursionado en las lides del rugby, guiado por los hermanos Rodríguez Jurado; también hizo lanzamiento de jabalina y hasta practicó boxeo con Julio Mocoroa, un púgil al que la prensa apodaba “Bulldog” y que llegó a disputar el título argentino en la categoría livianos.

      A fines de la década de los 20, en Estudiantes se destacó una delantera mítica en la historia del fútbol nacional, a la que llamaron “Los Profesores” porque se decía que daban cátedra dentro del campo de juego. Fue la época en que Sabato concurría a la cancha entusiasmado por ver aquel equipo en el que descollaron, entre otros, Miguel Ángel Lauri, Alberto Máximo Zozaya y Manuel “Nolo” Ferreira.

      Su rendimiento en los primeros dos años del colegio fue tan bueno que en el tercero adelantó un año al rendir todas las materias como alumno libre. Entre diciembre de 1926 y marzo del año siguiente aprobó las nueve asignaturas correspondientes. En paralelo, tomó durante tres años cursos de inglés en la escuela de Lenguas Vivas.

      En aquella época, la impronta de la Reforma Universitaria lo impregnaba todo. Por entonces, Juan –constante referencia para Ernesto– estaba inmerso en los grupos que bregaban desde la FULP por la aplicación efectiva de los cambios propuestos en Córdoba en 1918. No era inusual que, en su compañía, Ernesto asistiera a reuniones en las que estaban los principales activistas de la universidad. Así fue empezando a interesarse por la política y poco a poco asumió una actitud de fuerte compromiso social.

      Desde hacía tiempo, la protesta en repudio por la condena a pena de muerte dictada por la justicia del Estado de Massachusetts contra los inmigrantes italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, acusados por un violento robo a una financiera en el que fueron asesinadas dos personas, recorría el mundo. El caso revitalizó el activismo anarquista en el ámbito estudiantil platense. Cuando, el 23 de agosto de 1927, se produjo finalmente la ejecución, Sabato se sumó a una fuerte huelga de estudiantes que incluyó diversas actividades callejeras de las que también participaron docentes, entre ellos uno de sus profesores más apreciados: el físico, matemático y astrónomo Enrique Loedel Palumbo, uno de los primeros científicos de Latinoamérica en escribir sobre la relatividad. Como había nacido en Montevideo, durante algún tiempo lo llamaron “el Einstein uruguayo”. Cultivaba la filosofía y la poesía y era, además, un ferviente anarquista.

      Ernesto promediaba la secundaria cuando comenzó a sentirse atraído por las ideas libertarias, a las que se fue acercando guiado por referentes como el propio Loedel Palumbo o el pedagogo José María Lunazzi.

      La discusión de la política universitaria se centraba en los alcances del reformismo. En un extremo del abanico estaban los que defendían exclusivamente la idea de un cambio en la democracia interna de la casa de estudios; en el otro rincón, aquellos que pugnaban por transformar el movimiento en el germen de un cambio social y político más profundo. Esa disputa, que generaba constantes reagrupamientos y pases de uno a otro sector, se sumaba a un debate preexistente en el interior del anarquismo, en el que algunos, sobre todo los activistas de origen universitario, cuestionaban la violencia exagerada e inconducente de algunas acciones a las que calificaban como injustificadas y hasta criminales. Esos mismos sectores criticaban los desvaríos provocados por la falta de organicidad y el nihilismo en el que se extraviaban límites y objetivos.

      Tenía diecisiete años cuando, el 4 de marzo de 1929, inauguró el legajo de alumno N° 2837 al formalizar su inscripción para cursar el primer año en la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la UNLP, por entonces conducida por el ingeniero civil Juan A. Briano,