La venganza de un duque. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616235
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y a oscuras, pero era incapaz de dormir, porque seguía dándole vueltas a esa extraña carta, y su instinto le decía que podía tratarse de una treta de ese malvado anciano. Y así permaneció en la cama dándole vueltas y más vueltas a sus pensamientos.

      Ya pasaban de las cuatro y media de la madrugada, cuando Nolan cruzó el umbral de la lujosa mansión de Londres. Había pedido a Nina, el ama de llaves que cuidaba la mansión, cuando solicitaba que Graves viajara con él, que no lo esperara despierta, ya que no tenían hora prevista de llegada. Pidió a Torrance, su ayuda de cámara, que le preparara un buen baño ya que necesitaba sacarse el polvo del viaje. Dos lacayos subieron la bañera de cinc a los aposentos de Nolan, mientras dos doncellas subían agua caliente en cubos para llenar la bañera.

      Poco después, Nolan se sumergió en la bañera y pidió a Torrance que le sirviera una copa de su brandy francés favorito; tras cumplir sus órdenes, pidió al criado que lo dejara a solas, y se dijo que tenía mucho que celebrar, ya que estaba más cerca de conseguir lo que tanto ansiaba, y no era otra cosa que ver a la caprichosa Gina y a su familia sin nada. Ni siquiera les dejaría un techo donde poder refugiarse de las inclemencias del tiempo. Nolan nunca se había creído un hombre vengativo y cruel, pero los desplantes y las malas acciones de Gina lo habían convertido en el hombre que era hoy en día. Gina se merecía comprobar con sus propios ojos lo que un día había despreciado y que podría haber llegado a ser su duquesa si no hubiera despreciado su amor de una forma tan cruel. Ahora iba a demostrarle que era ella la que estaba muy por debajo de su estatus social y la veía muy poca cosa para él.

      Nolan volvió a la realidad al notar que el agua de la bañera se estaba enfriando, llamó a Torrance y le pidió una toalla para poder secarse y la bata. Se levantó de la bañera, se secó, se puso la bata y se acercó a la cama donde el ayuda de cámara había dejado ropa interior limpia y un pantalón de pijama, se vistió y tras despedir al sirviente se quedó a solas y se puso a dar vueltas de un lado a otro de la estancia. Diciéndose que a esas horas Gina ya habría recibido su carta, y cómo le hubiera gustado ver su cara de sorpresa al saber que el hombre que la había llevado a la ruina requería su presencia. Y se volvió a preguntar por qué no había sido capaz de olvidarse de esa mujer en tantos años. Ni siquiera sabía si Gina seguía conservando su belleza, o esta se había ido marchitando con el paso de los años, pero muy pronto descubriría cómo era la Gina de ahora, y lo único que podía pensar era en no flaquear ni mostrarse débil ante ella, no había pasado los últimos siete años de su vida arruinando la vida de esa familia si se desquebrajaba cuando la tuviera ante él. No, no, no, se dijo, iba a llegar hasta el fin con sus últimas consecuencias y no le iba a temblar el pulso a la hora de ejecutar la justa venganza que tanto ansiaba. En el pasado, Gina había sido una mujer con aires de grandeza y creyéndose superior a los demás.

      Ahora las tornas habían cambiado y muy pronto sería él quien le bajara los humos, rompiera esa férrea voluntad de la que tanto presumía y la convertiría en polvo. Ella estaría a su completa merced y la sometería a todos sus caprichos, y sabía muy bien cómo lo iba a lograr. Ahora solo tenía que esperar a encontrarse cara a cara con ella y hacerle su propuesta, y Nolan tenía la certeza de que Gina no la iba a rechazar si sabía lo que en verdad le convenía. Dejó de dar vueltas, se acercó a la ventana, corrió la cortina, y a través del cristal observó la oscuridad de la noche, y se dijo que muy pronto sabría qué pensaría Gina de su proposición y qué decisión tomaría respecto a ello, solo debía tener paciencia y esperar unos cuantos días más, si había aguantado durante siete años, unos pocos días pasarían tan rápido que ni se daría cuenta. Solo debía esperar tres días para volver a tener a Gina St. James frente a él y daría el golpe final después de tantos años.

      2

      Gina, desde el carruaje de alquiler, observaba la majestuosa mansión que se erigía ante ella. No se lo podía creer, era un edificio de cuatro plantas, pintada de un suave color granate que resaltaba sobre las mansiones vecinas. Con amplios ventanales en color beige, de la que sobresalía una terraza flanqueada por una barandilla de piedra y en la que florecían hermosas flores de todo tipo y de diversos colores. Y los amplios jardines que bordeaban la finca parecían inmensos y multicolores. Gina se dijo que no había duda de que ese anciano sabía vivir a lo grande.

      Ella bajó del vehículo en cuanto el cochero bajó del pescante, le abrió la portezuela y la ayudaba a apearse del carruaje. Gina inspiró profundo para armarse de valor, pues ya era demasiado tarde para arrepentirse, y ahora más que nunca sentía una curiosidad por saber cómo era ese hombre. Y con determinación, se puso a caminar hacia la puerta principal de la mansión, a cada paso que daba, se le iba formando un nudo en la boca del estómago, mientras pensaba que no tenía nada que temer, ya que solamente iba a conocer a un indefenso anciano, y seguía preguntándose por qué ese hombre se había fijado en ella, y qué podría querer de ella.

      Interrumpió sus pensamientos porque ya había llegado a la puerta, volvió a tomar aire, cogió la pesada aldaba en la mano y llamó, no tuvo que esperar mucho para que el mayordomo le abriera la puerta.

      —Buenas tardes, ¿qué desea señorita? —preguntó Graves.

      —Soy lady Gina St. James, su excelencia me está esperando.

      —Sí, ya me había comentado que esperaba su visita, milady. —Abrió del todo la puerta y se hizo a un lado para dejarla entrar en el vestíbulo—. Pase, por favor, y espere un momento aquí mientras anuncio a su excelencia su llegada.

      Gina asintió, y mientras esperaba, paseó la vista por el amplio vestíbulo fascinada por todo el lujo que sus ojos estaban viendo, su familia y ella habían sido millonarios y gente importante entre la gran sociedad londinense, pero nunca habían llegado a poseer tanta riqueza como la de ese hombre.

      Graves regresó y le pidió que lo siguiera, que el duque la esperaba en la biblioteca. No sabía por qué, pero Gina tenía el presentimiento de que se estaba metiendo en la guarida del lobo, sacudió suavemente la cabeza para sacar esas ideas de la mente y diciéndose que se estaba volviendo loca, se concentró en seguir al sirviente por el interminable pasillo de la mansión.

      El mayordomo por fin se detuvo ante unas puertas dobles de madera, llamó y esperó hasta que el duque dio su permiso para entrar. El criado abrió una de las puertas, hizo una reverencia ante el duque y luego se hizo a un lado y le indicó que entrara. Ella entró en la estancia buscando a ese horrible anciano y lo que vio la dejó de piedra: un hombre alto, musculoso y joven estaba de espaldas mirando por la ventana, parecía muy tranquilo, mientras los nervios devoraban a Gina por dentro.

      Entonces, el duque dio orden al mayordomo de que los dejara a solas, y el sirviente, tras hacer una reverencia, los dejó a solas. Gina se quedó paralizada donde estaba, como si le hubieran clavado los pies al suelo, había algo en esa voz que le resultaba muy familiar, pero no podía identificar al dueño de tan sensual voz. Y, desde luego, que se había equivocado en su predicciones pensando que el duque era un viejo artrítico, nada más lejos de la verdad.

      El duque empezó a girarse lentamente hacia Gina, y ella estaba ansiosa por ver el rostro de ese hombre, pero cuando quedaron frente a frente, se llevó el chasco de su vida, porque él tenía el rostro parcialmente cubierto por un antifaz.

      —Buenas tardes, lady Gina St. James —dijo Nolan, acercándose a Gina. Ella hizo una reverencia y extendió la mano para que el noble se la besara. Pero Gina no estaba preparada para lo que vino a continuación, cuando él le sujetó la mano y la besó, una corriente eléctrica sacudió todo su ser.

      —Encantada de conocerlo, su excelencia —pudo responder con mucho esfuerzo. Y por fin Nolan liberó su mano.

      —Me alegro mucho de que haya aceptado mi invitación.

      Nolan se acercó al escritorio que había en la estancia, apoyó una de las caderas sobre el mueble y la miró fijamente a través del antifaz. Se permitió pasear la vista por el cuerpo de Gina. Él había pensado que los años habrían ajado esa belleza, pero era todo lo contrario, Gina St. James no se había convertido en una belleza, sino que era la perfección hecha mujer. Nolan sabía que ella era dos años más joven