La venganza de un duque. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616235
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Pero ya sabes lo orgulloso que es tu padre, y no quiere aceptar la poca ayuda que puedo ofrecer. Y Xavier y Jerome tampoco quieren saber nada del asunto.

      Gina no lo soportó más, apoyó la cabeza en el hombro de Holly y rompió a llorar, y trémula consiguió decir:

      —En esta casa he pasado los mejores momentos de mi vida y es el único recuerdo que tengo de mi madre.

      Su tía le pasó la mano por la espalda para reconfortarla.

      —Lo sé, cariño. La situación que estamos viviendo es insostenible, pero ya verás que pronto olvidaremos este mal trago y vendrán tiempos mejores.

      Fue en ese momento cuando Cassy regresó con una taza de té en una mano y un plato de pastas en otro. Dejó todo sobre la mesa y las dejó de nuevo a solas para seguir con sus quehaceres. Holly instó a Gina a beberse el té e intentando distraerla con algunos chismorreos y así pasaron una agradable tarde en compañía.

      Horas más tarde, mientras Cassy la ayudaba a cambiarse y ponerse el camisón, Gina se dijo que su tía tenía razón y ya era hora de dejar de compadecerse de la mala suerte que los acuciaba, e iba siendo hora de luchar y defender lo poco que les quedaba. Pues ella tenía muy claro que no iba a permitir que ese duque se quedara con sus pertenencias y con los recuerdos que le quedaban de su adorada madre. Por desgracia, su padre se había rendido, pero ella iba a ser fuerte y presentar batalla, si el duque de Graystone pensaba que iban a darse por vencidos tan fácilmente y que iban a cumplir sus órdenes no sabía la sorpresa que le esperaba, porque ese hombre iba a conocer a la verdadera Gina y no le iban a quedar ganas de volver a enfrentarse con la gente que ella más quería en el mundo.

      Poco después, Gina se sentó en el taburete frente al tocador y la doncella le deshizo el peinado y le cepilló el pelo. Luego, Cassy le preguntó si se le ofrecía algo más, Gina respondió que no y que podía retirarse a descansar, la doncella le dio las buenas noches y ella se quedó a solas en el dormitorio.

      Se acercó a la gran cama con dosel, separó las mantas, se tumbó en la cama y se arropó. Mientras intentaba imaginar la cara de ese demonio que tanto daño les estaba haciendo, pero por mucho que se esforzara no lograba imaginarse cómo sería el rostro de ese hombre y desterró enseguida ese pensamiento de la mente, en lo que debía pensar era en idear un plan para frenar los maléficos ataques de ese hombre, y se dijo que lo iba a conseguir a como diera lugar, aunque muriera en el intento, y con la seguridad de que ese malvado no se iba a quedar con lo que todavía les quedaba y que por derecho les pertenecía. Su padre se había rendido, pero entre sus primos, su tía y ella evitarían el desastre de verse en la calle y desahuciados.

      Fue entonces cuando Gina consiguió relajarse, porque al final de tanta oscuridad veía un resquicio de luz y de esperanza. Al duque de Graystone no le quedaría más remedio que largarse por donde había venido y con el rabo entre las piernas, y Gina sonrió al imaginarse al viejo duque subiendo a su ostentoso carruaje furioso con su gente porque sus planes se habían derrumbado. Era la única oportunidad de salvar St. James House y todo lo que pertenecía a la familia St. James.

      Unos días más tarde, Nolan viajaba en su cómodo carruaje a su residencia de Londres y que se encontraba en el distrito de Mayfair, uno de los barrios más lujosos de la ciudad, y cuya casa destilaba tanta riqueza como la vivienda que poseía en Somerset. Como ya se encontraba en el último tramo de viaje, había parado a descansar en una posada y allí escribió una carta dirigida a lady Gina St. James y en la cual solicitaba su presencia en Mayfair tres días después, pidió a la posadera un sobre y que lo sellase con cera. Luego dio orden a uno de los lacayos que lo acompañaban en el viaje que la entregara personalmente a la dama, y tras darle la dirección, el sirviente alquiló un caballo y salió veloz a cumplir el mandado de su patrón. Y como iba a ser hora de comer, preguntó a la posadera si ya había comida preparada, esta le respondió que sí, y que tenían para comer empanada de carne o venado al horno con puré de patatas. Nolan se decantó por el venado asado con patatas y también pidió una jarra de cerveza bien fría. Le sirvieron la comida y pudo comprobar que estaba muy rica. Y mientras comía, una risa iluminó su rostro, porque Gina iba a saber muy pronto que él era el responsable de que se vieran en la ruina, y la cara que pondría ella cuando supiera que se había convertido en duque.

      Nolan había dejado el trabajo y se marchó de Londres tan pronto leyó la carta. Siete largos años fuera de la ciudad, eran muchos años, y no sabía qué se podría encontrar cuando pisara Londres y, sobre todo, cuando tuviera a Gina St. James frente a él. Porque si de algo estaba seguro, era que en todo ese tiempo no había sido capaz de dejar de amarla, lo había intentado con otras mujeres, pero había fracasado estrepitosamente, Pero tenía que olvidarse de ese amor para poder culminar su venganza, pues Nolan no era capaz de olvidar las palabras de desprecio de Gina, y tenía muy claro de que iba a llegar tan lejos como pudiera, por ver a esa mujer y a su familia completamente arruinados. Y lo más importante de todo, era que en la vida de Gina no había nungún hombre que le impidiera culminar sus planes, y la tendría completamente a su merced.

      Cuando acabó de comer pidió un café y otra de las mozas que servían en la posada se lo sirvió mientras le sonreía y flirteaba con él, era un hombre muy apuesto y los años habían enfatizado su atractivo rostro; él le sonrió y la chica tuvo que abanicarse cuando se dio la vuelta para seguir con su trabajo.

      Tras pagar la cuenta a la dueña, salió del establecimiento y se encaminó hacia el carruaje, donde otro de los lacayos que lo acompañaban mantenía la puerta abierta para que él entrara en el vehículo. Nolan subió y se acomodó en uno de los mullidos asientos, pensando que en muy pocas horas estaría en su casa de Londres y podría descansar del largo viaje.

      Ya empezaba a anochecer, y Gina se encontraba leyendo un libro en su biblioteca privada, cuando Vernon llamó suavemente a la puerta, asomó la cabeza y anunció que en el vestíbulo había un lacayo que quería hablar expresamente con ella. A Gina se le hizo muy extraño, porque ella no esperaba a nadie. Tras pensárselo, le dijo al mayordomo que enseguida bajaba, el sirviente asintió y fue a cumplir con su cometido.

      Tras alisarse el vestido, Gina salió de la estancia, bajó las escaleras y se acercó al vestíbulo. Vernon permanecía al lado del lacayo, para Gina fue más que evidente que su fiel sirviente sospechaba de ese hombre y quería estar a su lado por si necesitaba su ayuda.

      El criado habló, interrumpiendo los pensamientos de Gina:

      —Buenas tardes, es usted lady Gina St. James, ¿verdad?

      —Sí, soy yo, ¿qué desea?

      —Milady, vengo de parte del duque de Graystone, le envía esta carta —respondió el lacayo y extendió la mano con el sobre para que ella lo cogiera.

      Al escuchar ese nombre, Gina empezó a notar cómo la rabia empezaba a bullir en su interior, con calma aparente pudo decir:

      —Lo siento... pero tiene que ser un error, yo no conozco a ese hombre de nada.

      —Milady, soy uno de los lacayos de su excelencia, créame, no hay error posible.

      Gina dudó varios minutos, pero finalmente cogió el sobre y el sirviente le dio las gracias, y tras despedirse salió de la casa y montó en el caballo que lo estaba esperando, mientras Vernon cerraba la puerta y después se dispuso a continuar con su trabajo.

      Ella se quedó un buen rato mirando el sobre, como intentando averiguar el contenido de la misiva. Luego, regresó a su biblioteca para leer con calma y sin interrupciones la intrigante carta del hombre que había logrado que la vida de su familia y la de ella fueran un infierno. Y no tenía ni idea de qué motivaba a ese hombre para escribirle personalmente a ella, pues odiaba con todas sus fuerzas a un hombre tan perverso. Gina entró en la estancia, pero de repente, el pánico la atenazó y sintió un gran escalofrío, pensando que seguramente esa carta era para notificarles que muy pronto tomaría posesión de la casa. Con el corazón en un puño rasgó el sobre y se puso a leer. Gina pasó del pánico inicial a la sorpresa, pues el duque solo solicitaba una entrevista con ella en su mansión de Mayfair. Gina se acercó a uno de los sillones y se dejó caer estupefacta, y preguntándose