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la nariz para el sonido /m/, luego, sale por la boca para /i/ y /pri/, después por la nariz para /m/, y de nuevo por la boca para /a/, y así a lo largo de toda la frase. En una palabra como manzanas, el velo del paladar sube y baja como un un yoyó, pero mucho más rápido.

      Claramente, Steven sabía hacerlo. Decía muy bien mamá, palabra que conlleva bajar y subir la úvula dos veces muy rápido, pero no lo hizo al final de la palabra gone. ¿Por qué no? Quizá su problema era que no oía claramente el sonido /n/. Es un sonido bastante suave, después de todo. No es ruidoso y fuerte como /d/ o /s/.

      Eso es probablemente lo que ocurrió. Cuando analizamos el «ou-dou» de Steven, podemos ver que consiguió decir los sonidos más fuertes de cada palabra de «all gone». Le faltaron tan solo los sonidos finales de cada palabra —/l/ y /n/—, que son los sonidos más suaves de esta frase. La mayoría de los niños pequeños hacen lo mismo: pronuncian los sonidos del principio y del medio de las palabras y les cuesta más decir los del final.

      Aun así, lo hizo muy bien. Steven había iniciado el camino del aprendizaje del inglés. Al cabo de pocos meses ya había adquirido varios sonidos más, y, a los tres años, los dominaba casi todos. Mientras tanto, su primo que vive en París hacía lo mismo, pero con los sonidos del francés. Y su amigo de la casa de al lado hacía otro tanto, pero ¡con los sonidos del galés y del inglés al mismo tiempo! Ese niño algún día sería bilingüe.

      Pero ¿qué sentido tiene aprender sonidos? Los sonidos en sí mismos no tienen ningún significado. No tiene sentido preguntar «¿Qué significa /t/?», o «¿Qué significa /s/?» —ni /t/ ni /s/ significan nada—. Sin embargo, cuando combinamos los sonidos para construir palabras y unimos estas palabras para hacer oraciones, entonces es cuando empezamos a crean significado. Veamos cómo ocurre esto.

EL APARATO FONADOREste dibujo muestra cómo se combinan todos los órganos del aparato fonador. Podemos hacer cientos de sonidos distintos moviendo de diferentes maneras los labios, la lengua y la úvula, y modificando la vibración de los pliegues vocales. Cuando hablamos inglés o español, usamos solamente algunos de estos sonidos; pero podemos estudiarlos todos si nos ocupamos de una materia que se llama fonética. Un fonetista es alguien que estudia todos los posibles sonidos del habla que un humano puede producir.
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Estos sonidos suelen dividirse en dos tipos: consonantes y vocales. Los sonidos consonantes son los que hacemos cuando la lengua o los labios bloquean brevemente la salida del sonido de nuestra boca, ya sea completamente, como en /b/ o en /m/, o casi completamente, como en los sonidos /f/ o /z/, que provocan un ruido de fricción. Las vocales son sonidos como /a/, /e/ o /u/, y se producen cuando la boca no obstruye la salida en ningún momento.
En las sílabas del español, los sonidos vocálicos (V) suelen ir precedidos de uno consonántico (C). Podemos encontrar también una vocal entre consonantes o, incluso, una vocal sola. Algunas de las combinaciones más frecuentes en español son las siguientes:
a la as mal platoV CV VC CVC CCVCV
Hablaremos más detenidamente de consonantes y vocales en capítulos posteriores.

      NOTAS

      1 En español también existen tres sonidos nasales: /n/, como en noche, /m/, como en mamá y /ɲ/ como en ñoño.

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      DESCUBRIR LA GRAMÁTICA

      Debe de ser mágico el momento en el que un niño se da cuenta de que, si enlaza los sonidos de un cierto modo, pasa algo. Di «papá» y ese hombre te habla. Di «mamá» y te habla esa mujer. Di «adiós» y la gente agita la mano mirándote. Di «ya está» y alguien se lleva tu plato o te sirve algo más de comer. Di «buenas noches» y la gente te da besos.

      Cuando los niños descubren que las palabras son útiles e interesantes es como si se abrieran unas compuertas. A los dieciocho meses, la mayoría habrá aprendido a decir unas cincuenta palabras. ¿Y de qué hablan estos pequeños usuarios del lenguaje?

      Hablan de lo que ocurre a su alrededor —lo que está pasando aquí y ahora— por medio de palabras como las siguientes (aunque, a su edad, no las pronunciarán todas perfectamente):

      • palabras para hablar de las personas, como los miembros de su familia o algunas visitas: papá, abuelo, Tom o cartero;

      • palabras para hablar de los eventos cotidianos: hola, buenas noches, ya está o se cayó;

      • palabras para hablar de lo que hace la gente: beso, cosquillas o ir (y también la palabra esencial para «detener» acciones: no);

      • palabras para hablar de la comida: leche, zumo, beber o cena;

      • palabras para las partes del cuerpo: nariz o dedos, y lo que hacen algunas de ellas, como pipí;

      • palabras para la ropa: gorro, pañal o pijama;

      • palabras para animales, incluyendo esos tan fascinantes que salen en la televisión, como perro, pájaro y león; a menudo con un diminutivo para que resulten más amistosos: perrito, pajarito o gatito;

      • palabras para vehículos, otro mundo fascinante: coche, tractor, tren o autobús, e incluso otros medios de transporte poco usuales, como carretilla (wheelbarrow, en inglés, pronunciado «eeba» por mi hijo Steven a esa edad);

      • palabras para juegos y juguetes: pelota, libro o apaludir;

      • palabras para objetos del hogar: taza, luz o cuchara (y especialmente aquellos que hacen ruido, como reloj y aspiradora);

      • palabras para identificar localizaciones: dónde, ahí, mira o la tan importante en;

      • palabras para describir objetos: grande, caliente o bueno;

      • palabras para mostrar que forman parte de una conversación: y gracias.

      Este rango de vocabulario es bastante impresionante para alguien que hace apenas seis meses no conocía ninguna palabra. Es la demostración de que, en cuanto el sistema fonador es suficientemente maduro para funcionar, los bebés de inmediato se ponen a hacer uso de él para hablar del mundo.

      A mí, el aspecto que más me impresiona es la rapidez de este aprendizaje. Si los niños a los dieciocho meses tienen un vocabulario activo de unas cincuenta palabras, quiere decir que han aprendido una nueva palabra, de media, ¡cada tres o cuatro días! Además, comprenden muchas más palabras que esas cincuenta. El vocabulario pasivo del que hablé al final del capítulo 3 es probablemente tres o cuatro veces más amplio. Los niños entienden muchísimo de lo que se dice a su alrededor.

      Sin embargo, lo que pueden expresar está muy limitado cuando solo pueden decir una palabra en cada frase. Es virtualmente imposible sostener una conversación razonable si se cuenta únicamente con frases de una sola palabra. Puede ser un buen juego para una fiesta, de hecho. Dos personas tienen que conversar sobre un tema (como, por ejemplo, dónde fueron de vacaciones), pero solo se les permite decir una palabra por turno: «¿Vacaciones?», «Francia», «¿Tiempo?», «Maravilloso». Rápidamente se vuelve complicado, pues las oraciones que realmente quieren decir («¿Qué hicistéis?» y «Nos quedamos en un hotel magnífico justo enfrente de la playa») están prohibidas.

      Se puede percibir que los niños pequeños empiezan a sentir la necesidad de decir cosas más complicadas aproximadamente a los dieciocho meses, porque es a esa edad cuando comienzan a unir palabras. En inglés, dejan de decir gone ‘ido’ y empiezan a decir teddy gone