Aún ahora para millones de personas que corren riesgo de vida por sus creencias políticas, religiosas o por defender derechos básicos la invocación del artículo 3 no resulta banal. Pensemos en cómo pudiera haber cambiado el curso de la Historia si en la expansión colonialista de Europa se hubiera respetado este principio respecto a las comunidades originarias de África, América o Asia.
El núcleo del fundamento “natural” de los derechos humanos se concentra en el artículo 1°: todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad. Desde varios puntos de vista se ha podido sostener que no es verdad que todos los humanos nacen libres e iguales. Existen defensores del carácter natural y social de la desigualdad entre las personas. Asimismo, entre los biólogos contemporáneos varios sostienen que es una ilusión creer que los vivientes humanos tienen la capacidad especial de ser libres. Todos los vivientes estarían determinados por sus programas o algoritmos biológicos. .
Afirmamos que la vida es el fundamento de los derechos humanos por la sencilla razón de que es el supuesto que hace posible la existencia de individuos y sociedades humanas. Los distintos artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no serían más que una especificación de las condiciones para que los individuos puedan vivir dignamente. Sin embargo, aún no llegamos a especificar que “la vida” implica no solo a los humanos sino también al conjunto de la naturaleza de la que dependemos y con la que interactuamos. Sin el aire, sin el agua, sin los árboles, sin los animales, sin las infinitas manifestaciones de la naturaleza nuestra existencia no llegaría a existir. Es algo que hemos olvidado desde el momento en que la civilización se propuso dominar, explotar, transformar la naturaleza.
En este sentido podemos sostener que la Declaración de los Derechos Humanos debería incluir el respeto a la naturaleza constituyendo así una suerte de Biopolítica Universal.. De este modo podríamos considerarla como la definición de las condiciones ideales reguladoras conforme a la terminología de Kant para que la vida humana se pueda vivir dignamente.
Parece una obviedad notar que desde los orígenes de su historización la Humanidad fue estableciendo estrategias de supervivencia y de transformación. El instinto de supervivencia era inherente al ancestro homo sapiens, así como a las otras especies. ¿En qué momento nuestros antepasados comenzaron a organizarse para formar sociedades, con sus lenguajes, con sus herramientas, con sus códigos y símbolos? Podemos sostener, de acuerdo con los conocimientos actuales, que hace unos 20.000 años, luego de la última glaciación, los grupos humanos comenzaron a asentarse en regiones determinadas como el Medio Oriente y el norte de África donde crearon las primeras técnicas agrícolas. Este proceso culmina 10.000 años atrás cuando madura la revolución agrícola, el cultivo de cereales, la domesticación de animales, la estratificación social y la creación de estructuras de poder político. En esta etapa se amplifica la consciencia de los individuos y grupos, nacen las religiones monoteístas, el Estado, se complejiza el lenguaje, se organiza la conservación de los conocimientos.
Durante los milenios siguientes predominó la idea del ser humano como “animal social”, o sea, como producto al mismo tiempo de la naturaleza y de las relaciones sociales. Se puede decir que de este paradigma derivan al mismo tiempo el “derecho natural”, la “filosofía natural” y las concepciones “socialistas”, “comunistas” o “comunitaristas”. Dentro de este marco distintas civilizaciones crearon culturas y sistemas sociales donde la “solidaridad orgánica” (o sea, la política de preservación del grupo social) tomaba en cuenta las necesidades básicas de alimentación, salud o seguridad de acuerdo al lugar de cada grupo en la estructura social.
Podemos afirmar entonces que desde la Antigüedad existen “biopolíticas”, o sea, reglas o estrategias destinadas a conservar o mejorar las condiciones de vida de las poblaciones. Pero, sabemos que todas las vidas no tenían el mismo valor dentro del mismo sistema social y que los extranjeros o enemigos podían ser sometidos o eliminados. La idea de la “igualdad de derechos” era extraña en general, aunque existieron culturas donde se practicaba. También era extraña la idea de un “Estado de Derecho” que garantizara la vida de todas las personas. Estos principios se instituyen como principios políticos en los últimos 200 años.
Los griegos y romanos antiguos establecieron políticas para asegurar el bienestar de sus poblaciones, pero no llegaban a regular el uso de los cuerpos, las creencias o las opiniones de los individuos. En Oriente el poder del Estado llegaba hasta la elección de las parejas, las creencias o las prácticas sexuales. En Occidente esto comenzó a ocurrir con la entronización de la Iglesia Católica como religión de Estado que introduce el “control de conciencia”, de los cuerpos y almas, de los individuos.
En la Europa de los siglos XVIII y XIX se expande el capitalismo industrial y financiero, se lucha por una parte por la separación de la religión y el Estado y se inician políticas sanitarias destinadas a mejorar la salud, el estado psicológico o el estado físico de los individuos. Lo que Foucault indica como inicio de las “biopolíticas” y del “bio-poder”:
El hombre occidental aprende poco a poco en qué consiste ser una especie viviente en un mundo viviente, tener un cuerpo, condiciones de existencia, probabilidades de vida, salud individual o colectiva, fuerzas que es posible modificar y un espacio donde repartirlos de manera óptima. Por primera vez en la historia, sin duda, lo biológico se refleja en lo político … 2
En su perspectiva Foucault vio la función de la “biopolítica” como un mecanismo de control de las poblaciones a través de las reglas sanitarias, de la psiquiatrización de los enfermos mentales, de las políticas demográficas. O sea, como había visto Marx en “El trabajo enajenado” (1844): la vida se convirtió, sobre todo para los trabajadores, en un medio de vida en función del desarrollo capitalista.
Pero, así como en la Antigüedad o en la Edad Media todo parecía entrar en el “orden natural”, en la época moderna los europeos descubren poco a poco que la vida, y el orden natural, pueden adecuarse a sus propósitos. Y así como los poderes dominantes quieren modelar las poblaciones para lograr mayores beneficios, los actores sociales en general también aprenden a pensar la defensa de la vida a través de las luchas sociales y por los derechos humanos.
Esta sintética genealogía de las “biopolíticas” nos lleva a reconocer que las mismas se inician a escala de toda la especie “homo sapiens” y se prolongan a través de distintas culturas y épocas. Serían las políticas de supervivencia y de bienestar partiendo de la concepción naturalista del ser social en sociedades segmentadas en distintas funciones y jerarquías. Desde este punto de vista podríamos establecer una interpretación evolucionista de las biopolíticas a través de la Historia.
Proponemos definir a las biopolíticas como parte de la evolución social y técnica de la Humanidad y como parte de la evolución de la consciencia moral de las sociedades. Augusto Comte, Saint-Simon y Karl Marx tuvieron hipótesis semejantes en los inicios de las ciencias sociales en el siglo XIX. Ahora podemos observar que las biopolíticas actuales están asociadas al desarrollo económico-social, a las sucesivas declaraciones sobre derechos humanos desde 1948 y al progreso de las ciencias y tecnologías biológicas.
Para especificar este enfoque podemos destacar algunos hitos históricos que van a permitir la configuración del concepto actual de “biopolíticas”:
La revolución agrícola del Neolítico, cerca de 10.000 años atrás. Domesticación de animales, control de las cosechas, creación de técnicas curativas, creación de herramientas. El ser humano se propone controlar la naturaleza.
La vigencia de las concepciones organicistas o naturalistas de reproducción de las sociedades desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa (1789) en que surge la idea de producción de la sociedad a través