En aquel momento, el porján mayor se quitó la camisa y comenzó a agitar un hacha que apareció de la nada.
—¡Alla-gu! –gritó él, y con toda su fuerza se golpeó el pecho con el hacha. Parecía que por el golpe hasta las paredes del sótano habían zumbado. ¡Lo volvió a hacer unas 20 veces! Pero esto le parecía poco, y giró el hacha y puso su corte filoso a la mitad de su estómago. Apareció el segundo porján con una enorme almádena en las manos. Lo agitó con todas sus fuerzas y golpeó con ella el hacha puesta contra su estómago. ¡Diez veces mínimo! Sin embargo, se observaba claramente que en su cuerpo no aparecieron las esperadas heridas, ni siquiera moretones comunes. Parecía que su piel ni siquiera se puso roja.
Luego, al círculo llevaron a una chica de 12 años. De repente el porján kazajo se acercó a ella, la agarró, la levantó y con fuerza la tiró al piso de piedra. Él de por si se había comportado de una manera muy brutal: gruñía fieramente, se acercaba a una que otra mujer, las golpeaba con el látigo, las sacaba del círculo sujetándolas por el cuello y tirándolas al piso. ¡Ellas ni siquiera se oponían! Esto ya era demasiado, y el porján principal por lo visto había decidido poner orden: derribó al kazajo incontrolable al piso y, cuando aquel comenzó a levantarse, lo golpeó varias veces con la frente por su entrecejo. Se logró el resultado esperado: el chamán malo se calló y ya no lastimaba a nadie.
Una chica que podía fácilmente entrar en estado de éxtasis todo el tiempo quería entrar en el círculo. Sin ninguna orden, ella giraba, daba vueltas en una sola pierna, abruptamente se doblaba con la exhalación «¡jo!». Poco a poco, cansándose, alzaba las manos y comenzaba a voltearse cada vez más lentamente, exclamando en voz alta: «¡Allah! » o «¡Bismillah!».
Gradualmente su voz clara se volvía un gemido y luego cesaba. La niña se caía de espaldas. Como se sabe, una muchacha puede ser porján pero solo antes de perder la virginidad. Se considera que, en cuanto se vuelve mujer, el espíritu ayudante la abandona.
Cada vez que el porján llevaba a la niña a su lugar, le soplaba con el pitido a la cara y ella de inmediato entraba en razón, para volver al círculo otra vez. Era obvio que el dirigente no planeaba dejarla en paz. Cada vez que ella se encontraba en el círculo, él comenzaba de nuevo a gritar órdenes extrañas:
—¡Unga! ¡Munga! –y la chica obedientemente corría a un lado o al otro… Finalmente cayó toda agotada: la llevaron al lugar donde se encontraban las mujeres y la sentaron en el piso.
El ritual se acabó. Porján se le acercó a Yuri y dijo:
—Tienes tres hermanos, todos regresaron de la guerra, todos ellos están vivos, ni siquiera están heridos… Tu padre está vivo, tu madre está viva…
No se sabe si el chamán contaba al menos con algún tipo de asombro de parte de Yuri. Pero al presuntuoso teórico Knórosov esta profecía le pareció «una completa tontería»: los tres hermanos, aunque llevaban charreteras y tenían que ver con la guerra, no participaron directamente en las operaciones militares. En pocas palabras, según Yuri, el chamán era un mentiroso… Aquel hecho de que el porján hubiera determinado con exactitud la cantidad de hermanos y no se hubiera equivocado en que estaban vivos (aunque, después de la devastadora guerra por la cual había pasado el país, esto era más que increíble) no causó ninguna impresión en Knórosov. Pues, ni modo…
Sin embargo, Knórosov analizó la experiencia de este dhikr en su primer artículo científico, publicado en 1949, por insistencia de Tolstóv, en la revista Sovietskaya Etnografiya (Etnografía Soviética).
Se aproximaba el final de la expedición. Los grupos debían unirse para regresar juntos a casa, a Moscú. Todos esperaban a que Tolstóv regresara de la ruta arqueológica. En aquel entonces todavía no había ferrocarriles que enlazaran Chardzhev y Kungrad, y salieran hacia Astracán. Apenas los habían proyectado y ni siquiera los habían comenzado a construir. Por lo tanto, se necesitaba ir en camiones directamente de Chardzhev, a lo largo de Amu Daria hasta Turkul. Tampoco había carreteras: los camiones iban subiendo polvo directamente por el desierto.
Knórosov y Gueffen pasaron tres días en la ciudad de Nukus, esperando al resto del grupo. Los arqueólogos tenían su propio nombre para Nukus; la llamaban «hoyo-pesadilla». Se podía comer únicamente en dos lugares. Uno de ellos se llamaba Chainaya núm. 1 (cafetería de té), y también había el Restorán núm. 1. En alguna parte de la ciudad también debía estar Chainaya núm. 2, a la que prefirieron no ir. Por eso, Knórosov había decidido llevar a su dama por mejores cervecerías. Mira tenía 18 años y Yuri ya sus 25 bien cumplidos. Por eso la muchacha iba tras de él con la boca abierta. Al principio se dirigían uno al otro de manera formal, tratándose de «usted» pero después pasaron al trato de «tú». Mira Gueffen se acordaba:
Él me dijo: «Nosotros recibimos el dinero. ¿Y usted ha recibido?».
Le dije: «Yo no he recibido».
—Yo sí recibí.
—¿Cuánto?
—Doscientos rublos.
En aquellos tiempos era una cantidad bastante grande de dinero.
—El dinero es estatal –dice.
—Estatal –dije yo.
—Entonces hay que gastarlo porque es estatal.
Con ese dinero íbamos de Chainaya núm. 1 al Restaurante núm. 1. Por primera vez en mi vida yo probé el vino: un madeira horrible de allí; se podía imaginar de qué tipo de vino se trataba…
Así, los jóvenes pasaron el tiempo bebiéndose los 200 rublos estatales. Para esos tiempos era mucho: el tercio de un salario medio. Mira confiaba completamente en Yuri en todo. Antes de eso, ella nunca había tenido dinero estatal y no sabía cómo manejarlo. En la expedición no les pagaban, excepto literalmente algunos kopeks que proporcionaba la universidad. Con eso los practicantes quedaban felices: «Dios mío, trabajamos en una expedición, nos alimentan allí y nos llevan. ¿De qué dinero se puede hablar?». No les pasaba siquiera por la cabeza que por ello se podía recibir además algo de dinero. Se sabe que el subdirector del jefe de la expedición Tolstóv era Mark Orlov. A sus espaldas lo llamaban «el gran estafador», aludiendo a sus impresionantes capacidades organizativas y empresariales, que podían ser comparadas con las de Ostap Bender, símbolo literario de un estafador. Fue Orlov quien había dado los 200 rublos al adulto Knórosov. Eran sus «gastos para el viaje». Sin embargo, no consideró necesario entregarle el dinero a una chica que no pedía nada. ¡Que se sienta feliz por haberla llevado!
Según las palabras de Gueffen, estos mismos 200 rublos fueron heroicamente «ingeridos» en tres días de estancia en Nukus. Pero, lo más importante… ¿Por qué quedó en sus recuerdos esta epopeya increíble? Desde luego por las conversaciones con Knórosov. Él siempre necesitaba un interlocutor y con éxtasis exponía sus planes «americanos», las ideas acerca de su futura «teoría del colectivo», la «teoría de comunicación» y las particularidades del estado alterado de conciencia en las prácticas chamánicas.
En esa época en Asia Central, Yuri hacía planes sobre su vida de investigador y no se preocupaba para nada por las incomodidades momentáneas. Solo había que reunir a todos los miembros de la expedición para llegar hasta Taskent. Y de ahí se necesitaba tomar el tren para ir a Moscú. Gueffen y Knórosov estaban en el mismo vagón e incluso en el mismo compartimento. Nuevamente tuvieron suerte.
Pero inesperadamente (o ¿naturalmente?) resultó que a nadie le quedaba dinero. Incluso ni Orlov tenía porque había gastado su último dinero para comprarles boletos a todos, incluyendo a los jefes, es decir, para Serguei Pávlovich en el «vagón internacional» de lujo. Se pudo alojar a las chicas (a Mira Gueffen y a Galina Latysheva) en un compartimento confortable.
Todos los demás tenían los boletos más baratos con derecho a un colchón, incluyendo al hermano de Tolstóv. Era el pintor Nikolay Pávlovich Tolstóv, que se enojó por tal «injusticia social», según