Libres, porque nacemos con la capacidad de autodeterminarnos y ejercer nuestra libertad en el campo de los derechos y las obligaciones, pero también de soñar y buscar un proyecto personal de vida que dé rumbo a nuestra existencia, por ejemplo, con la elección de estado civil y profesión, sitio de residencia, amistades o búsqueda de mejores oportunidades laborales, asociaciones profesionales, etcétera.Asunto distinto es dirimir sobre los obstáculos que existen en el ejercicio de la libertad humana, como pueden ser —entre otros— la violencia, los arrebatos pasionales, los trastornos mentales profundos o las leyes injustas en una determinada región, que de facto toleran diversas formas de esclavitud o atropello a la dignidad humana, como son la prostitución infantil, la trata de personas o el narcotráfico.
Ciudadanos responsables con una actitud activa en la construcción y desarrollo de una sociedad, gobierno, cultura y civilización que enriquezca a las mujeres y hombres singulares. Muchos de los problemas que existen se deben a la pasividad y falta de compromiso en esta tarea. Es insoslayable que se tenga conciencia del papel de la sociedad civil en el mundo actual y del ejercicio de una ciudadanía activa y democrática que no esté dirigida a unos pocos sino a todos, en la búsqueda y cultivo del bien común.
4. Otras interpretaciones en torno a quién es el ser humano
Al preguntarnos quiénes somos, encontramos en la historia del pensamiento filosófico diversas tradiciones y respuestas. Mencionamos unas mínimas ideas de cinco posturas antropológicas que impactan fuertemente a la sociedad de nuestros días en sus valores y decisiones éticas; la última de ellas se vincula con el realismo clásico que defendemos.
4.1. Descartes y su cogito ergo sum (pienso, luego existo)
René Descartes priorizó la idea de lo que somos por sobre la realidad, y ello le condujo a la ruptura de la unidad de la persona, al sostener que estamos integrados por dos sustancias separadas: la res extensa (materia) y la res cogitans (pensamiento), que abrió el camino en los siglos xvii-xviii a los racionalismos (pura razón) y empirismos (pura materia); idealismos y materialismos de diverso cuño, en donde la verdad correspondiente a la unidad de la persona humana y su naturaleza propia, ya no eran relevantes, perdiéndose la articulación unitaria en el ser humano entre lo somático y lo espiritual: entre lo orgánico, lo sensible y lo racional.
4.2. La filosofía de Kant en sus obras cumbre
En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785) y su Crítica de la razón práctica (1788) el filósofo alemán sostiene que los seres humanos somos seres racionales y fines en sí mismos, nunca solamente medios. Este es un texto fundamental:
Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad sino en la naturaleza, tienen, empero, si son seres irracionales, un valor meramente relativo, como medios, y por eso se llaman cosas; en cambio, los seres racionales llámense personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos, esto es, como algo que no puede ser usado meramente como medio y, por tanto, limita en ese sentido todo capricho (y es un objeto del respeto).43
Eso indica que los seres humanos no estamos sujetos al arbitrio de cualquier deseo o capricho y mucho menos a cualquier tipo de manipulación, porque eso sería “cosificarnos”, “instrumentalizarnos” en detrimento “del valor y nunca precio” que poseemos como personas. Otra conclusión que se deriva de lo anterior es que la investigación científica, sus avances y aplicaciones tecnológicas deben estar al servicio de la humanidad y de un futuro sostenible, como recomienda la onu y nunca por encima de él.
4.3. La interpretación materialista y biologicista de la condición humana
Esta visión reduce lo humano al campo científico experimental, puro cuerpo utilizable y manipulable de acuerdo con una libertad sin límites; en ese sentido, a nivel bioquímico el ser humano es un conjunto de sustancias químicas y elementos que interactúan en una complejidad y equilibrio increíbles, o material genético que puede ser manipulado sin reparo alguno para conseguir mejoras en la raza humana a costa de lo que sea, si el avance de la ciencia lo requiere.
Este planteamiento nos obliga a pensar en la dimensión normativa que el respeto y cuidado a la vida humana exige, entre ellos, los debidos al cuerpo. Habermas, por cierto, desde su ética de la acción comunicativa realiza una acre crítica a la eugenesia liberal, que “es insensible a los fundamentos normativos y naturales de la vida humana, pues atiende sólo a las propias preferencias”.
4.4. La ética del consenso de Habermas
El filósofo alemán, en su libro, El futuro de la naturaleza humana (2002), hace una defensa de la persona desde su enclave kantiano, otorgándole, como Kant, un estatuto de finalidad moral —nunca meramente medio— derivado de su dignidad inviolable. Sin embargo, ante los embates neopositivistas44 en torno al estatuto del embrión humano, Habermas se repliega al concederle al embrión una “vida pre-personal”, que opone a “la vida personal” que —en su planteamiento— se obtiene con el nacimiento.
Ese matiz no es menor. En su planteamiento, Habermas opta por la primera opción: la vida del ser humano en el vientre materno es pre-personal,45 con lo cual no es sujeto de derechos ni de ningún tipo de moralidad, justo por encontrase en proceso de gestación biológica y anatómica, omitiendo el perfil y riqueza que como ser humano posee desde el momento de la concepción: el óvulo fecundado o embrión es humano y no pertenece, atendiendo a su naturaleza específica, a ningún otro animal, entre ellos los primates.
Con ello, Habermas hace una concesión ideológica derivada de su propia filosofía por querer entablar un diálogo intercomunicativo entre todos aquellos que se plantean si el ser humano desde su concepción es una persona (que lo hace sujeto de una dignidad y derechos inviolables), o si ese estatuto se adquiere con el nacimiento y la socialización intercomunicativa con sus progenitores, familiares y el mundo que le rodea. Indudablemente la educación y socialización de las personas son factores que influyen, pero el asunto es más radical porque el estatuto de los seres humanos como personas es ontológico y no contractual o por consenso.
Imagen 2.5. La postura que propone Habermas de que tanto el embrión como el feto son pre-humanos, contradice la misma biología de las especies y abre la puerta a cualquier tipo de permisivismo y manipulación en el embrión; una posición así es altamente discutible porque no corresponde a la verdad del ser humano.
El enfoque habermasiano es consecuencia de la incapacidad ideológica del filósofo alemán de sobrepasar lo fenoménico e indagar qué está más allá; es decir, lo que sustenta desde su origen la noción de persona, que es su ser humano recibido en el momento mismo de la concepción, aun cuando, por el grado de desarrollo biológico en el que se encuentra ese embrión, ante el microscopio se vea como un conjunto amorfo de células vivas, pero cuya genética e identidad es humana —en otras palabras, su naturaleza esencial es humana—, ya que se trata de una persona en sus primeros días de gestación.
El hecho de preferir el consenso y el diálogo en una cuestión tan relevante y compleja a la apertura analítica de una antropología que no es la suya, trae graves consecuencias en el conocimiento de lo que somos e influye en legislaciones altamente liberales, donde la manipulación del embrión humano es casi cuestión de rutina. Sin embargo —recordémoslo—, cualquier planteamiento filosófico, para ser verdadero, requiere de la certificación de la realidad libre de prejuicios ideológicos, políticos y sociales, y no solamente atender a las “propias creencias” ajenas a la verdad, o compromisos adquiridos, aun cuando no respondan a lo que verdaderamente se es.
4.5. El realismo contemporáneo
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