2. Aún los mejores entre los santos anhelen en momentos determinados mayor seguridad de su salvación. David sobradamente sabía que contaba con el favor de Dios: “Por esto sé que conmigo te complaces”;37 y no obstante, vemos que suplica a su Señor implorando que le proporcione mayor seguridad: “dic animae”, esto es: “Di a mi alma: Yo soy tu salvación”. Lo que nos lleva a concluir que a pesar de que sabemos que somos salvos y que iremos al cielo, la certezas de ello nunca nos resultan bastantes ni suficientes.
THOMAS WATSON [1620-1686]
“Divine Cordial, or, The transcendent priviledge of those that love God and are savingly called”, 1663
Di a mi alma: Yo soy tu salvación. Dios puede responder a esta solicitud de garantías de nuestra salvación en distintas formas:
1. Con su propia voz: es decir, hablándonos personalmente, como hizo con Abraham cuando le prometió seguridad: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”.38 Y si Dios nos garantiza consuelo hablándonos de ese modo, poco importa cuanto rujan a nuestro alrededor las furias del infierno.
2. A través de sus obras: misericordias reales y efectivas que nos otorga y con las que nos muestra que contamos con su favor, y por tanto no seremos condenados: “En esto conoceré que te he agradado, en que mi enemigo no cante victoria de mí”.39
3. Por medio del Hijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.40
4. En las Sagradas Escrituras: que son la epístola que Dios ha dirigido a todos nosotros y su carta patente41 en la que se nos concede y garantiza todos los privilegios de la salvación. Un si quis42 de carácter universal, una declaración explícita de que si cumplimos las condiciones no hay impedimento para que seamos salvos: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”.43
5. Por medio de sus ministros, a quienes ha encargado: “la palabra de la reconciliación”.44
6. A través del Espíritu Santo: el Espíritu de su Hijo, al cual como hijos suyos ha enviado a nuestros corazones: “clamando ¡Abba Padre!”.45
Es por medio de todas estas voces que Dios habla a sus escogidos diciéndoles: “Yo soy tu salvación” (…) “A mi alma”: No hay aflicción mayor que la aflicción del alma; ni consuelo mayor que el consuelo del alma (…) que ello nos enseñe, por tanto, a sacar mucho más partido de este “mi”. Lutero afirma que los pronombres personales encierran un sentido de divinidad. La certeza de que Dios salvará a algunos la tienen incluso los demonios. Aún los mismísimos reprobados pueden creer que hay un libro de elegidos; pero Dios nunca les ha revelado qué nombres son los que están escritos en él. El mendigo hambriento huele los manjares desde la puerta de la casa en la que se celebra el festín, pero el dueño no le dice: «Esto está reservado para ti». Poco consuelo aporta al desterrado apátrida atravesar una ciudad espléndida, y contemplar en ella edificios maravillosos, siendo que no puede exclamar: “Haec mea domus”, esta es mi casa, aquí tengo un lugar donde permanecer. Como tampoco la hermosura de aquella ciudad excelente: la Jerusalén celestial, edificada con zafiros, esmeraldas, crisólitos y otras piedras preciosas, cuyos fundamentos y paredes son de oro;46 da consuelo al alma a menos que pueda decir: “Mea civitas”, es mi ciudad, en ella poseo una mansión. Como tampoco los méritos todo-suficientes de Cristo tienen para ti valor a menos que puedas decir: tua pars et portio, y exclamar «él es mi Salvador». ¡Feliz el alma que se puede decir con el salmista: “¡Oh Señor, tú eres mi porción!”.47 Tengamos todos aceite en nuestras lámparas, no sea que si lo tenemos que comprar, mendigar o pedir prestado, nos suceda como a las vírgenes necias, nos sean cerradas las puertas de entrada como indignos de traspasarlas.48 Por tanto, hagamos nuestra la oración del salmista: “Señor, di mi alma, yo soy tu salvación” (…) Prestemos especial atención, sin embargo, con respecto a la persona a quién dirige el salmista esta oración. ¡Al Señor! Una decisión muy acertada, no se equivocó, puesto que “en ningún otro hay salvación”.49 Como bien lo expresa el profeta Oseas: “Tu destrucción, oh Israel, es obra de tu rebelión contra mí, que soy tu ayuda”.50 El mundo falla, la carne falla, el diablo mata; tan solo el Señor salva. ¿Otorgándonos qué?: salvación. Algo muy especial que todo hombre desea. A Esaú Dios le dijo: te daré fortaleza;51 a Saúl: te daré un reino;52 a Judas: te daré apostolado.53 Pero a David ¿qué le dice?: seré tu salvación; y eso solo lo dice Dios a los santos. Y por ello que David exclama ufano: “Mi salvación”.54 No “la salvación” en sentido genérico, sino “mi salvación”, personal y en particular. Ser una persona y ser un cristiano, son dos cosas distintas: persona es todo aquel que tiene capacidad de razonamiento y disfruta de las bendiciones generales de Dios; cristiano lo es únicamente aquel que tiene fe y participa de la salvación que tenemos en Cristo. En Dios hay abundante salvación,55 pero ¿a quien va dirigida? y ¿cuándo? El secreto está en el: “yo soy”, en tiempo presente. Cuando Israel se encontraba cautivo en Babilonia, sin duda que le fue de mucho consuelo saber que el Señor había dicho: “Ero tua redemptio”, yo te libraré y te redimiré,56 sí, pero ¿cuándo? La inseguridad no proporciona paz de conciencia. La única seguridad que tranquiliza verdaderamente el alma es escuchar: “Yo soy tu salvación”; como le dijo Dios a Abraham personalmente y con su propia voz: “no temas, porque yo estoy contigo”;57 no: estaré, sino: estoy, aquí y ahora, y desde ahora seguiré estándolo siempre. La esperanza diferida en el tiempo y el espacio desalienta el corazón; por tanto, oremos para que todo aquello que el Señor nos ha prometido y garantizado, no lo demore; unámonos a la súplica del salmista y exclamemos juntamente con el: “Di a mi alma: Yo soy tu salvación”.
THOMAS ADAMS [1583-1653]
“Heaven Made Sure; or, The Certainty of Salvation – Sermon on Psalm XXXV”, 1615
Vers. 4. Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; sean vueltos atrás y avergonzados los que mi mal intentan. [Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; retrocedan y sean afrentados los que mi mal intentan. RVR] [Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; sean puestos en fuga y humillados los que traman el mal contra mí. LBLA] [Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida, sean vueltos atrás y confundidos los que intentan mi mal. BTX] [Queden confundidos y avergonzados los que procuran matarme; retrocedan humillados los que traman mi ruina. NVI] [Que sean defraudados y humillados los que desean mi muerte, que retrocedan y queden turbados los que pretenden dañarme. BLP] [Avergüenza y causa deshonra a los que tratan de matarme; hazlos retroceder y humilla a los que quieren hacerme daño. NTV]
Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida.58 No hay en estas palabras ninguna intencionalidad maliciosa; simplemente el calumniado anhela justicia, y la petición es natural y justificada. El salmista, guiado por el Espíritu de Dios, predice la confusión eterna de todos aquellos que aborrecen a los justos. La porción de los enemigos del evangelio