Ideología y maldad. Antoni Talarn. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Antoni Talarn
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788412207736
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ser humano posee una facultad moral intrínseca de la razón práctica. Pero hay quien desoye a la conciencia y actúa con maldad.

      ↘ ¿Todo hombre es portador de una moral intrínseca?

      Kant: Sí, porque todo hombre es portador de razón y de la razón surge la ley moral. De ella se deriva lo que yo llamo «imperativo categórico», que, en una de sus formulaciones reza así: «obra de manera que la elección de tu voluntad pueda servir al propio tiempo como principio de legislación universal». Es decir, actúa de manera que tu acción pueda servir de norma y ejemplo para los que se encuentran en las mismas circunstancias.

      ↘ Entonces, ¿de dónde proviene el mal?

      Kant: De la voluntad humana, que a veces se sustrae de la razón. El humano decide si sigue o no a la ley moral. Si pone por encima de la ley sus inclinaciones o, como se dice cotidianamente, sus tentaciones. Pero, la verdad, creo que el humano tiende a esto último de modo natural y a seguir más sus inclinaciones que la ley moral. Hay una propensión al mal moral. No siempre se sigue otra de mis formulaciones del imperativo categórico, aquella que dice: «obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio».

      ↘ Y ello ¿a qué se debe?

      Kant: Se obvia la ley moral por tres características humanas: la fragilidad, la impureza y la malignidad. El frágil sabe lo que hay que hacer pero se deja vencer por sus inclinaciones e impulsos, su voluntad no es fuerte. Sería el caso del célebre Dr. Jekyll, que todos recordarán. El impuro no sabe muy bien qué es lo que hay que hacer, admite diversos motivos para actuar. El maligno, en cambio, permite permanentemente que sus impulsos sometan a su moral. En este sentido, creo que el hombre es por naturaleza malo, de modo innato.

      Lorenz: Querido Immanuel, permítame discrepar. Considero insostenible decir que el ser humano posee una maldad innata.

      Kant: Cuando digo esto no me refiero a la biología. Digo que el mal está en nuestra naturaleza, no que sea natural. Su posibilidad está en nuestra condición, en nuestra raíz, por eso hablo del «mal radical». Lo digo en el sentido de que lo que caracteriza la condición humana es la libertad y por ello el mal es el abuso sobre otros, en la medida en que se ejecuta una acción no universalizable. Sostengo que no se puede erradicar porque para ello tendríamos que eliminar la libertad.

      Lorenz: De acuerdo, pero aun así creo que usted confunde agresión con maldad. La agresión sí es una disposición instintiva y, según como, muy útil. Sirve para establecer jerarquías, para la protección de las crías, para la caza en los depredadores, e incluso para establecer vínculos sociales. La maldad se produce cuando la agresión descarrila, pero no es innata. Luego volveré sobre este punto, que me parece fundamental.

      Kant: No creo confundir tales conceptos. Señalo que se hace el mal por elección, en base a la libertad de la que disponemos.

      ↘ De acuerdo, pero Dr. Lorenz, por favor, no deje de aclararnos qué significa eso de que «la agresión descarrila».

      Lorenz: Lo haré, pero creo que piden la palabra.

      Eibl-Eibesfeldt: Sí, por favor. Déjenme decirles que no es lo mismo innato que instintivo. Una distinción que no suele hacerse a menudo, pero es muy relevante. Hoy día, los etólogos hablamos poco de instinto, preferimos el término potencialidad. Suelo decir que estamos preprogramados para el comportamiento agresivo. Pero aquí la cultura jugará un papel fundamental. Como ha señalado un colega llamado Edward Wilson, padre de la sociobiología, lo innato se refiere a la probabilidad de que un rasgo se desarrollará en un ambiente dado, no a que se desarrollará en todos los ambientes. La agresión se disparará, o no, en función del medio ambiente. En este sentido, los humanos poseemos una predisposición hereditaria a la agresión, no un instinto agresivo que se ha de descargar automática y espontáneamente, como cree mi colega Lorenz, en un modelo hidráulico parecido al de Freud. Se hereda la posibilidad, pero la conducta concreta depende de las circunstancias. Sería más correcto decir que somos agresivos por naturaleza, no malvados por naturaleza.

      Zimbardo: En eso de las circunstancias estoy muy de acuerdo, sí señor. Soy de los que opino, y me baso en muchas pruebas empíricas, que todos podemos cometer actos malvados en según qué circunstancias.

      ↘ Perdone. ¿Ha dicho que todos podemos cometer actos malvados en función de las circunstancias? Es un poco fuerte pensar que todos podemos ser asesinos o violadores o torturadores, ¿no le parece?

      Zimbardo: Tocaré este punto, no se preocupe.

      ↘ No se olvide, por favor.

      Sócrates: No sé si he acabado de entender muy bien eso de «la agresión que descarrila». Pero de la intervención del doctor Zimbardo creo deducir que, cuando las personas consideran que los fines justifican los medios o están en determinados ambientes donde creen que están haciendo lo correcto, entonces pueden cometer grandes barbaridades. Todo ello puede que tenga algo que ver con una de mis ideas principales: que el mal se comete por ignorancia. Quizás sea la ignorancia lo que hace descarrilar la agresividad humana y lo que provoca la maldad.

      ↘ Perdóneme, pero no le sigo. ¿Dice usted que la maldad se comete por ignorancia? No lo entiendo, hay grandes sabios que han sido muy malvados. Por otra parte, hay filósofos notables como Schmitt, Heidegger o Sartre que justificaron los crímenes del nazismo o el estalinismo. No eran ignorantes precisamente. De hecho, nuestro invitado el Dr. Lorenz, en su momento se afilió al partido nazi; espero que no le sepa mal que lo saque a colación.

      Lorenz: No, no se preocupe. Ya mostré mi arrepentimiento hace años por tan lamentable actitud. Pido perdón de nuevo al mundo entero.

      Sócrates: De acuerdo, pero con respecto a la ignorancia no me refería a esa clase de saber. Lo que quiero decir es que nadie es malo voluntariamente.

      ↘ ¿Cómo dice? Creo recordar que Aristóteles le contradice en este punto y, muy a menudo, vemos personas que cometen maldades y huyen para no ser atrapadas por la justicia; por tanto, es evidente que sabían lo que estaban haciendo.

      Sócrates: Que huyan de la justicia no significa que conozcan el significado profundo de lo que han hecho. Huyen, mienten, se ocultan, porque no son tontos y saben que el Estado les perseguirá, pero ello no implica que se sientan malvados o sepan que han hecho un mal.

      ↘ Tiene razón. Ya veo que usted se dirige a un saber de otro tipo.

      Sócrates: Sí, pero lo que deseo remarcar es que en muchos casos, no en todos, el mal se hace a causa de las ideas y se parte del convencimiento de que se está haciendo lo correcto. Se cree saber, cuando en realidad no se sabe. Se cree que se obra bien, se está convencido de la bondad de los propios actos. Los grandes males de la humanidad vienen por este falso saber. Lo cual, por cierto, no considero eximente para el juicio y castigo de estas acciones. Entonces, siguiendo el hilo de lo dicho hasta aquí, me atrevería a decir que lo que hace descarrillar la agresión humana y la convierte en maldad son las ideas, la ignorancia y la falta de reflexión sobre aquello de lo que se está convencido.

      Llamada entrante: Hola, Soy Aristóteles.

      ↘ Es un honor para nosotros recibir su llamada.

      Aristóteles: Es cierto que me atrevo a desmentir a Sócrates, al menos en parte. Creo que el mal se hace a sabiendas, por dos tipos de vicios: por incontinencia o por desenfreno. El incontinente sabe lo que está mal y lo que está bien, pero se deja arrastrar por la pasión. Es algo parecido a lo que Kant llama fragilidad. Por su parte, el desenfrenado es aquel que cree que lo que hace es lo mejor y lo más adecuado para él y no tiene ninguna razón para oponerse a ello. Kant lo llama malignidad.

      Sócrates: Sostengo que este último no sabe. Desconoce el mal que hace. Es un ignorante.

      Aristóteles: