Fueron hasta el coche de ella y Thomas le abrió la puerta.
–Ha sido una buena primera cita.
–Sí que lo ha sido.
Él le guiñó un ojo.
–La próxima será aún mejor.
El gesto de guiñarle el ojo tuvo en ella un efecto mucho más poderoso que el beso, tanto que pensó que si esa atracción se hacía más intensa, acabaría echándose a sus brazos y montando una escena de la que se hablaría en Chesapeake Shores durante años. Se preguntó qué pensaría su hija, que la consideraba una mojigata estirada.
Capítulo 10
Jess pasó cerca de una hora limpiando el ático y después se cansó. Decidió que lo que necesitaba era algo más físico, algo que le hiciera quemar energía de verdad y que la ayudara a dejar de pensar en Will y en su penosa y pobre vida social.
A diferencia de sus hermanos, nunca había sido una gran deportista. Como mucho, el único deporte que la había atraído era el kayak. Encontraba algo relajante en remar por el agua y, de vez en cuando, también podía resultar todo un desafío emocionante.
El hotel tenía un par de kayaks para uso de los huéspedes. Abrió los candados, agarró el más ligero y lo echó sobre las calmadas aguas. Era una tarde perfecta y, al parecer, más gente había tenido la misma idea. El agua estaba moteada de kayaks, además de demasiadas lanchas para su gusto.
Manteniéndose cerca de la orilla para evitar la estela de las embarcaciones más grandes y agresivas, la recorrió hasta girar a la izquierda al llegar a la estrecha ensenada que conducía a la zona más tranquila de Moonlight Cove. Allí había pocas personas en el agua y ninguna lancha. Era una pequeña cala adorada por la gente del lugar porque los turistas no la habían descubierto, además de ser un lugar ideal para ver águilas pescadoras posadas sobre las ramas de viejos robles, cedros y sauces llorones que tanta sombra le proporcionaban a la orilla.
Y su diminuta playa, no muy lejos de la casita de Connor y Heather, Driftwood Cottage, permanecía inaccesible por carretera. Siempre había sido un lugar popular entre los adolescentes que buscaban un sitio para estar solos.
Pensó en las veces que había ido allí con algún novio y cómo Connor o Kevin habían ido a buscarla en su pequeña lancha para llevarla de vuelta a casa antes de que cometiera alguna estupidez. Aunque había protestado en aquella época por su excesiva protección y por las humillaciones que le hacían pasar, ahora agradecía que le hubieran evitado cometer un error que podía haberle arruinado la vida.
Hoy, sin embargo, la playa estaba desierta. Remó hasta cerca de la orilla, puso el kayak sobre la arena y fue a nadar antes de tumbarse sobre la cálida arena para secarse con los últimos rayos de sol del día.
Agotada, se quedó dormida casi de inmediato. Cuando se despertó, la oscuridad estaba cayendo con rapidez, sobre todo al tratarse de una tarde de otoño.
Maldiciendo, agarró la toalla, pero cuando se giró hacia el punto donde había dejado el kayak, se dio cuenta de que había desaparecido, que lo había arrastrado la marea. Podía verlo moverse con las olas, y al hacerlo, maldijo unas cuantas veces más.
¿Y ahora qué? Tal vez podría ir nadando hasta él, pero no era lo más inteligente ahora que había oscurecido. Tenía el móvil, así que podría pedir ayuda. Connor o Kevin irían a rescatarla, pero también se pasarían la semana entera reprendiéndola por haber sido una irresponsable. También podía atravesar el bosque y llegar a casa de Connor, pero pasaría lo mismo si se presentaba en su puerta y explicaba lo que había pasado. Además, por muy cerca que estuviera Driftwood Cottage, era muy probable que acabara perdiéndose en el bosque con tanta oscuridad.
Casi sin darse cuenta de que estaba haciéndolo, llegó hasta el número de Will. Seguro que su reprimenda no sería mucho más llevadera que las de sus hermanos, pero hizo la llamada antes de poder darse cuenta.
–¿Jess?
–Hola –dijo relajándose ante el sonido de su voz.
–¿Dónde estás? Te oigo muy mal.
–Te llamo desde el móvil. Estoy en Moonlight Cove.
–¿Y qué demonios haces ahí a estas horas? Está oscureciendo.
–Créeme, lo sé. Odio tener que molestarte, pero tengo un problema.
–¿Qué clase de problema? –y su tono de voz cambió al instante, volviéndose más eficiente–. Dime.
–Creo que mi kayak se lo ha llevado la marea.
–¿Y cómo ha pasado eso? –le preguntó y ella prácticamente pudo ver su expresión de perplejidad.
–¿De verdad eso es tan importante ahora?
–No, supongo que no. Dame media hora.
–Gracias, Will.
–¿Dónde estás exactamente? ¿Tienes alguna luz para que pueda localizarte?
–Creo que si enciendo el teléfono y lo levanto podrías verlo. Y hay luna llena, así que eso también ayudará.
–Sí. No enciendas el teléfono ahora mismo por si te quedas sin batería. Espera media hora, ¿vale? Dame tiempo para llegar a casa de tus padres y llevarme la vieja barca pesquera de tus hermanos. El motor no es muy potente, pero me llevará más deprisa que mi kayak.
–Gracias.
–¿Estás bien?
–Sí, aunque me siento como una estúpida.
Él se rio.
–Pero esa sensación pasa, confía en mí. Ahora te veo.
Incluso después de haber colgado, Jess se aferró con fuerza al teléfono porque eso la hizo sentirse menos aislada. No, se corrigió. Lo que la hacía sentirse menos aislada y sola era oír la voz de Will, reconfortándola, y su inmediato ofrecimiento de ir a buscarla sin ningún tipo de recriminación.
Claro que, por muy amable que había estado, sabía perfectamente bien que seguro que tendría mucho más que decirle cuando llegara allí.
Will no había tenido miedo por Jess porque sabía que estaría perfectamente segura en Moonlight Cove. No, lo que lo había aterrorizado era la idea de estar con ella allí a solas. Solo había ido un par de veces cuando era un adolescente, pero nunca con Jess. Sí que sabía que Connor y Kevin habían ido a buscarla hasta allí en alguna que otra ocasión, aunque él nunca había querido conocer más detalles.
Solo saber que había estado allí a solas con un chico le había bastado para que se le hiciera un nudo en el estómago.
Por lo menos, ese no era el caso hoy. Al parecer había ido sola y la encontraría en la playa con un diminuto bañador e incluso temblando ahora que el sol se había ido. Con esa luna llena, el rescate tenía la palabra «Peligro» escrita por todas partes. ¿Cuánto podría aguantar un hombre antes de perder el control en una situación así?
Forzándose a no pensar en lo que podría encontrarse cuando llegara, fue a casa de los O’Brien, entró en el muelle y tomó prestado el bote de pesca. Siempre estaba listo y ya lo había utilizado en varias ocasiones. Aunque solía preguntar antes, se imaginaba que esa noche requería discreción.
Al subir a la barca, se preguntó por qué Jess no habría llamado a ninguno de sus hermanos, pero podía hacerse una idea. El rescate de cualquiera de los dos habría ido acompañado por una reprimenda que, obviamente, ella no quería oír.
Diez minutos más tarde, encontró la ensenada hasta Moonlight Cove y fue hacia la playa. Supuso que el sonido del pequeño motor la alertaría y, efectivamente, así fue porque pudo ver una luz desde la orilla.
–¿Jess? –gritó.
–¡Estoy