–Tal vez no deberías molestarte. Tienes un físico que le resulta muy atractivo a un hombre que adora la naturaleza.
Parece que le encantas tal y como estás ahora.
Connie se quedó asombrada con la observación, pero después una sonrisa curvó sus labios.
–Sí, ¿verdad?
Se preguntó cuántas sorpresas más la esperaban…
Hacía años que Will no iba a un festival del otoño. No le gustaban demasiado ni las multitudes, ni la comida basura, ni la música country que parecía inevitable en ese tipo de eventos. Pero sí que le gustaba mucho Jess y se rumoreaba que ese año ella también iría. Ahora Connor estaba preguntándole si le apetecía ir a él.
–Heather tendrá un puesto, yo tengo que ayudarla a vender colchas y ella tiene que ayudar a Connie con el puesto de la fundación. Por lo que he oído, Jess ejercerá de apoyo moral para Connie. Si me preguntas, me parece complicado, pero bueno, no soy más que un hombre –dijo Connor.
–¿Y por qué necesita Connie apoyo moral?
Los ojos de Connor se iluminaron de picardía.
–¿No has oído que mi tío y ella tienen algo?
–¿Connie y Thomas? ¿Desde cuándo? ¿Lo sabe Jake?
–Yo no se lo he dicho y dudo que Connie lo haya hecho. A saber cómo se lo toma y reacciona. Ya sabes lo protector que es con su hermana mayor desde que Sam y ella rompieron –sonrió–. Bueno, ¿entonces te interesa venir mañana?
–Cuenta conmigo –dijo Will.
Connor le lanzó lo que pudo pasar como una mirada inocente de un hombre que no tenía ni un pelo de inocente.
–Bueno, ¿cómo van las cosas entre mi hermana y tú últimamente?
–Raras. El domingo pasado me pareció que estábamos haciendo progresos, pero después dije algo que no debía, ella se molestó y volvimos al punto donde habíamos empezado.
–No viniste a comer el domingo pasado.
–No –dijo con gesto divertido mientras veía a Connor intentando encajar toda la información.
–Entonces, ¿cuándo la viste?
–Me llamó y me pidió que fuera a buscarla a Moonlight Cove –admitió Will, sabiendo que estaba abriendo la caja de los truenos.
Inmediatamente, Connor encolerizó.
–¿Con quién estaba esa vez? ¿Pero qué le pasa? ¿Es que no ha aprendido después de todas las veces que Kevin y yo tuvimos que salvarla de cometer una estupidez?
–No estaba con ningún hombre –dijo Will no sorprendido de que Connor hubiera llegado a esa conclusión–. Había ido en su kayak, pero la marea se lo había llevado mientras ella se echaba la siesta en la arena.
El enfado de Connor se disipó un instante, pero volvió de nuevo.
–¿Y si se hubiera quedado allí toda la noche? ¿Y si no se hubiera llevado el teléfono móvil? Te juro que cuando la vea…
–Cuando la veas, vas a tener que reservarte tu opinión. Esas opiniones son, precisamente, la razón por la que me llamó a mí en lugar de a ti o a Kevin. Si hubiera querido oírte, podría haber cruzado el bosque y haberse presentado en tu casa en quince o veinte minutos.
–Bueno, alguien tiene que decirle las cosas como son –farfulló Connor–. No puede comportarse de un modo tan irresponsable sin que nadie le llame la atención. Supongo que le dirías algo, ¿no?
–No, no le dije nada. Llevaba teléfono, me llamó. Llegó a casa sana y salva, así que se comportó de un modo perfectamente lógico y responsable.
–Querrás decir, a parte de haber dejado que la marea se llevara el kayak.
–Eso podría haberle pasado a cualquiera. ¿Tengo que recordarte las veces que nos quedamos tirados en Jessup’s Point porque tu barca encalló en un banco de arena? Creo que fueron los de la Guarda Costera los que nos sacaron.
–Teníamos quince años.
–Y habíamos navegado por esas aguas cientos de veces y, aun así, lo estropeamos todo. Esas cosas pasan. No servirá de nada que hagas a Jess sentirse mal por haber cometido un error.
Connor suspiró.
–Sé que tienes razón, pero me preocupo por ella, ¿sabes? No siempre piensa antes de actuar.
Will comprendía la preocupación de Connor, pero también creía que conocía a Jess mejor que él en algunos aspectos.
–Yo también me preocupo por ella, pero ahí está la diferencia entre tú y yo. Confío en que puede ocuparse de sus problemas y tú sigues pensando que es la niña que necesita que sus hermanos mayores la rescaten. Jess es adulta.
–Pero…
Will le lanzó una mirada de advertencia que acalló todo lo que iba a decir.
–Sí, ya, es una adulta con problemas de déficit de atención, pero no es alguien de quien no te puedas fiar. Fíjate en todo lo que ha conseguido, Connor. Es asombrosa. Ya es hora de que empecéis a verla así y dejéis de juzgarla y de correr a ayudarla antes de que ella pida ayuda.
Connor se quedó mirándolo un buen rato.
–¿Te gusta mucho, verdad? ¿Pero qué le pasa a mi hermana?
¿Por qué no puede ver lo que tiene delante?
–Lo verá –dijo Will. Estaba cada vez más seguro de ello. Lo único que no podía decir con seguridad era cuándo sucedería, así que solo esperaba que los dos vivieran lo suficiente para que eso llegara a suceder.
El sábado por la mañana había amanecido con un sol radiante y una fresca brisa otoñal; el día prometía ser uno de esos que le daban mucha energía a la gente. Jess ayudó a Connie a montar el puesto de la fundación que exponía los libros sobre la bahía de Chesapeake y ofrecía información sobre donaciones y afiliaciones.
Justo al lado, Connor estaba ayudando a Heather a montar el puesto con coloridas colchas que colgaban por tres lados y otras tantas expuestas sobre las mesas. El pequeño Mick estaba correteando por allí esperando que alguien le leyera algún cuento o lo llevara a uno de los puestos de comida instalados al otro lado del parque.
–Vamos, pequeño, yo te llevo –se ofreció Jess–. Vamos a ver qué comidas pegajosas podemos encontrar para que tu madre se ponga como una loca.
–Por favor, no mimes a mi hijo con un montón de comida basura.
Jess sonrió.
–¿Qué te parece una manzana de caramelo? Son un dulce, pero tienen fruta dentro.
–Buen intento, pero tendrás que cortársela y luego asegurarte de que se lava las manos antes de volver aquí –dijo Heather y se giró hacia Connor–. Tal vez deberías ir con ellos.
Jess miró a su cuñada con gesto serio.
–¿Acabas de insultarme? Soy perfectamente capaz de cuidar de un niño pequeño unos cuantos minutos.
Heather se rio.
–No es por eso. Mi hijo te tiene comiendo de su pequeña mano. A saber cuánto puede camelarte para que le compres cosas.
–Ese es el deber de una tía.
–Pues entonces tú te ocupas de él cuando empiece a vomitar. Esa es la regla que aplico con Connor, ¿verdad? –le dio un cariñoso codazo a su marido en las costillas.
–Tristemente, está diciendo la verdad. El niño es todo