Debatir la sociología. Gisela Zaremberg. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gisela Zaremberg
Издательство: Bookwire
Серия: Serie Debate Renovado e Innovador de las Ciencias Sociales
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786078517848
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es indecible en relación con el conocimiento existente, por lo que su reconocimiento es un acto que pertenece más al mundo de la militancia y el activismo que al del conocimiento y la ciencia.

      Frente al acontecimiento, nos dice Badiou, existen tres posibles posicionamientos: la fidelidad, el ocultamiento y la negación. Cada uno de ellos da lugar a tres diferentes sujetos intervinientes: el sujeto fiel, el sujeto oscuro y el sujeto reaccionario. El sujeto fiel acepta desplegar las posibilidades abiertas por el acontecimiento. El sujeto oscuro, por el contrario, rechaza esas mismas posibilidades y se adhiere al mundo anterior al acontecimiento, mientras que el sujeto reaccionario lo niega y se comporta como si el acontecimiento nunca hubiese tenido lugar.

      El sujeto fiel es aquel que apuesta por la existencia del acontecimiento y, habiendo decidido seguir sus consecuencias, afirma “algo realmente ha sucedido” entonces se pregunta “¿qué debo hacer para permanecer fiel a lo que ha sucedido?4 El sujeto oscuro reconoce que algo ha realmente sucedido, pero coloca su fidelidad en el mundo preexistente al acontecimiento y por tanto se pregunta ¿qué debo hacer para permanecer fiel al mundo anterior al acontecimiento? El sujeto reaccionario niega que algo haya realmente sucedido y por tanto no se plantea pregunta alguna.

      El sujeto interviniente no es un simple observador del acontecimiento, pues sin la intervención de quien admite que, “justo aquí en este lugar, algo hasta ahora sin nombre ocurrió real y verdaderamente” el carácter acontecimental del acontecimiento se desvanece. Entonces, tal y como lo señala Žižek, no hay “ninguna mirada cognitiva neutral que pueda discernir el acontecimiento de sus efectos: desde siempre hay una decisión implícita (Žižek, 2001, p. 147, citado en Fernández, 2016, p. 18).

      Por otra parte, dado que, como hemos señalado anteriormente, el acontecimiento es indecible en relación con el conocimiento existente, su reconocimiento e interpretación son un acto de militancia más que una actividad intelectual, al punto de que Badiou define al militante como un “centinela del vacío al que instruye el acontecimiento”. Es por ello que “el ser frágil del evento, por lo tanto, se mantiene en una huella que solo un discurso militante, y no un erudito, puede extraer”.

      Existe para Badiou un cuarto tipo de sujeto, aquel que surge con el acontecimiento. Se trata en este caso del acontecimiento que produce un ser que hasta entonces era inexistente. Es decir, un ser cuya existencia había sido profundamente negada por la situación.5 Para Badiou el acontecimiento que trae a la existencia aquello inexistente —en el sentido badiouano— en la situación, es el acontecimiento de máxima intensidad, aquel que obliga a reconsiderar retrospectivamente toda la historia de sus predecesores:

      Es la resurrección de Cristo, la toma de la Bastilla, la insurrección de Octubre, o también, el outing de los sans papiers que se salen de su condición de víctimas clandestinas para convertirse en actores; el de los desocupados que salen del rango de la estadística para volverse sujetos de resistencia; el de los enfermos que no se resignan a ser simples pacientes sino se proponen pensar y actuar su propia enfermedad (Bensaid, 2004 [s.p.]).

      Conviene recordar aquí, junto con Louis Quéré, que el acontecimiento se inscribe tanto en el orden hermenéutico como en el de la experiencia. El acontecimiento da lugar a experiencias que son fuentes de identidad para aquellos a quienes les acontece. “Abriendo un horizonte de sentido y aportando con él posibilidades interpretativas, el acontecimiento permite a quien se encuentra expuesto a él, descubrir algo de sí mismo y de su situación y profundizar en la comprensión de sí mismo y del mundo” (Quéré, 2006, p. 202).

      La experiencia del acontecimiento

      Las cosas “son lo que son”, mientras que los acontecimientos “nos hacen reaccionar”. Los “tomamos a pecho” y “nos hacen reflexionar, incluso si desafían nuestro poder de entendimiento y ponen a prueba nuestra inteligencia en términos de leyes, reglas y orden” (Greisch, 2014, p. 45). Más aún, tal y como señala Louis Quéré, “el acontecimiento provoca una experiencia”, a tal punto que puede convertirse en referente dentro de una trayectoria de vida, individual o colectiva, por el tipo de ruptura —en la temporalidad y en la inteligibilidad— que introduce (Quéré, 2006, p. 199).

      Las ciencias sociales no han evaluado con seriedad el lugar de los acontecimientos en la estructuración de la experiencia tanto individual como colectiva. Al decir de Quéré son tres las principales razones que explican esta situación: el énfasis en el sujeto como agente, el principio de causalidad y la atribución subjetiva de sentido.

      En su opinión, las ciencias sociales descuidan con demasiada frecuencia el hecho de que la experiencia es un compuesto de actuar y de padecer (agir et pâtir) y se centran fundamentalmente en los sujetos y sus motivaciones para la acción en detrimento de la dimensión del sufrimiento. En consecuencia, frecuentemente desconocen el hecho de que los agentes se ven afectados por los eventos y por los cambios que ocurren, en el curso mismo de la acción, en su situación y en el entorno.

      Una segunda razón es que las ciencias sociales han entendido el evento principalmente bajo la categoría de hecho y le aplican de manera privilegiada el esquema de causalidad. Una tercera razón es que, cuando se trata de situar el evento en el orden de los significados, razonan espontáneamente en términos de la atribución de sentido por parte de los sujetos, y hacen de estos sujetos la fuente del sentido y la medida de los acontecimientos (Quéré, 2006, pp. 186-187).

      Es la condición de “pasibilidad” de los sujetos entendida como su susceptibilidad a ser tocados, afectados, perturbados o conmovidos por lo que sucede, la que hace de la confrontación a los acontecimientos una experiencia. La discontinuidad o ruptura que introduce el acontecimiento provoca sorpresa y, por tanto, emociones.

      Lo anterior implica que la “individualidad del acontecimiento” está determinada también por las reacciones, respuestas y, en un sentido más amplio, por las experiencias que suscita.

      El acontecimiento entra al ámbito de la experiencia como término de una transacción. El poder hermenéutico del acontecimiento se manifiesta en una transacción inmediata con su realidad: “El acontecimiento y aquel a quien acontece son ambos cosas que “devienen” en el marco de una transacción, aunque su “devenir” sea muy diferente” (Quéré, 2006, p. 201).6

      Acontecimiento y estructura

      Esta breve cartografía conceptual estaría incompleta si no incorporáramos una breve discusión en torno a la relación entre acontecimiento y estructura, retomada de la historiografía francesa contemporánea.

      La insatisfacción con la hegemonía de la historia estructural, que en Francia se identificaba con la Escuela de los Annales, abre paso a la revaloración del acontecimiento como categoría analítica. Sin embargo, la noción de acontecimiento que retorna no es la de la histoire événementielle criticada por los Annales (Ricoeur, 1992; Dosse, 2013). El acontecimiento puramente descriptivo “infrasignificativo” de la tradición positivista es sustituido por un acontecimiento “sobresignificativo” (Trebitsch, 1998, p. 33) y la oposición entre explicaciones profundas de carácter estructural y la concepción simplificada de la historia, que tiende a eliminar la causalidad estructural del devenir histórico, remplazándola por la simple filiación y seriación de los acontecimientos, se desdibuja dando paso a nuevas relaciones entre evento y estructura (Tavera, 2019, p. 163).

      Mientras que desde la histoire événementielle las nociones de estructura y acontecimiento eran consideradas como opuestas, en la nueva historia acontecial han dejado de ser mutuamente excluyentes para convertirse en conceptos analíticamente interdependientes, al grado de que es justamente el carácter estructurado de la vida social el que hace posible el reconocimiento de un acontecimiento (Morin, 1972; Koselleck, 1990; Ricoeur, 1992). En su regreso, “el acontecimiento aparece como el componente creador, como la contraparte necesaria en la pareja estructura-acontecimiento” (Ricoeur, 1992, p. 29).

      Una reflexión similar la encontramos en la obra del filósofo Alain Badiou para quien la noción de acontecimiento es inseparable de la noción de situación o