Debatir la sociología. Gisela Zaremberg. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gisela Zaremberg
Издательство: Bookwire
Серия: Serie Debate Renovado e Innovador de las Ciencias Sociales
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786078517848
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2002).

      Además, el acontecimiento impone un cambio de ritmo que establece una temporalidad nueva. Para sus contemporáneos el acontecimiento “marca siempre el inicio de una nueva era” (Bensa y Fassin, 2002, p. 5). En opinión de Badiou, “la potencia del acontecimiento reside en su capacidad de engendrar un tiempo exclusivo, propio, una programación (retro) causal que redirige la temporalidad existente hacia su núcleo irresuelto” (Fernández, 2016, p. 18).

      Esta nueva temporalidad altera las relaciones tanto con el pasado como con el futuro. El acontecimiento reabre el campo de la memoria (el pasado) y el campo de lo posible (futuro). Con respecto al pasado, los acontecimientos:

      inauguran retroactivamente su propia posibilidad: la idea de que el surgimiento de lo radicalmente nuevo cambia retroactivamente el pasado; no el pasado real, por supuesto (no estamos en el campo de la ciencia ficción), sino las posibilidades pasadas, o bien, para enunciarlo en términos más formales, el valor de las proposiciones modales acerca del pasado (Žižek, 2003, citado en Tavera, 2019, p. 166).

      Con respecto al futuro, los acontecimientos abren la puerta a futuros posibles que pueden o no concretarse. En ese sentido, “acontecimiento” y “advenimiento” aparecen como las dos caras de una misma moneda (Romano, 2008). “Los acontecimientos deben entenderse como inauguradores de su propia historia, como advenimientos que abren la puerta a aventuras posibles en un futuro que aún no está determinado por completo” (Jay, 2012, p. 152).

      De tal suerte que

      la ruptura que introduce el acontecimiento además de ser una ruptura en la temporalidad, es también una ruptura en términos de inteligibilidad. El acontecimiento desencadena una nueva inteligibilidad, hacía el pasado dando un nuevo sentido al mundo preexistente y hacia el futuro introduciendo una nueva serie de posibilidades que hasta el momento parecían imposibles (Tavera, 2019, p. 166).

      Finalmente, conviene recordar junto con Quéré (2006) que el acontecimiento desborda el lugar, momento y circunstancias de su aparición. Espacialmente porque puede producir efectos muy lejos del lugar en el que acontece y temporalmente porque, como se señaló líneas arriba, el acontecimiento tiene repercusiones tanto hacia el pasado como en el futuro, o más precisamente l’avenir, aquello que está por llegar.3

      El acontecimiento como apertura

      Una característica importante de la noción de acontecimiento, tal y como es recuperada en la filosofía francesa contemporánea, es la de “apertura” de un mundo nuevo. Los acontecimientos reconfiguran el sentido del mundo que les antecede y en ese sentido, son portadores de un nuevo mundo, que nada permitía predecir. El acontecimiento se caracteriza entonces por la carga de posibilidades que lleva en él mismo. En palabras de Badiou:

      Lo importante aquí es subrayar que un acontecimiento no es la realización de una posibilidad interna a la situación o que dependa de leyes transcendentales de un mundo. Un acontecimiento es la creación de nuevas posibilidades. Se sitúa no simplemente al nivel de los posibles objetivos, sino al nivel de la posibilidad de los posibles. Esto podemos también decirlo así: en relación con una situación o un mundo, un acontecimiento abre la posibilidad de lo que, desde el estricto punto de vista de esa situación o de la legalidad de ese mundo, es propiamente imposible (Badiou, 2009, p. 191; Leveque, 2011, p. 87).

      A diferencia de los hechos, el acontecimiento no se inscribe en el mundo y lejos de ser explicado por el mundo, el acontecimiento abre nuevos mundos (Romano, 1998, p. 56; Vinolo, 2013, p. 57). Mientras que los hechos son explicados por un contexto que les precede, “todo aquello que podemos saber del mundo, no nos dice nada sobre el acontecimiento pues el acontecimiento no conoce un contexto previo. Por supuesto, ocurre siempre en el mundo y por consiguiente en un contexto, pero este último no nos dice nada sobre él” (Vinolo, 2013, p. 57).

      El acontecimiento, en su sentido acontecial, es en efecto aquello que ilumina su propio contexto y no recibe en lo absoluto su sentido de él: no es la consecuencia explicable a partir de los posibles preexistentes. Por el contrario, el acontecimiento reconfigura los posibles que lo preceden y significa para el adveniente, el advenimiento de un mundo nuevo (Romano, 1998, p. 55; Vinolo, 2013, p. 56).

      El acontecimiento, queda claro, no es un hecho y, por lo tanto, no es explicable a partir de sus causas ni comprensible a la luz de su contexto explicativo. El acontecimiento es aquello que acaece y que cambia tanto el sentido como la experiencia del mundo que le precede. Por consiguiente, el acontecimiento se entiende mejor a la luz de aquello que hace posible y no en función de aquello que lo hizo posible.

      El tiempo modal del acontecimiento no es ni el presente ni el futuro, sino el pasado. El acontecimiento solo existe en el pasado y no podemos más que hacer una lectura retrospectiva de él, pues aquello que hizo posible, los mundos posibles que abrió, únicamente puede comprenderse en retrospectiva.

      La hermenéutica del acontecimiento

      El acontecimiento remite a un punto de torsión, de ruptura, de quiebre “sin garantías ontológicas ni sostén alguno en la cadena causal, que excede a sus causas y cuyo espacio separa (o más concretamente anula) la contigüidad entre causa y efecto” (Fernández, 2016, p. 18). Como lo señalara Claude Romano, aunque no están completamente exentos de causación antecedente, sus “causas no los explican, o bien, si los ‘explican’, solo y siempre dan razón del hecho y no del acontecimiento en su sentido acontecial” (Romano citado en Tavera, 2019).

      El acontecimiento es un fenómeno de orden hermenéutico en un doble sentido: “no sólo exige ser comprendido (y no explicado por sus causas), sino que es él mismo fuente de sentido (source de sens)” (Quéré, 2006, p. 188). El acontecimiento, nos recuerda el sociólogo Louis Quéré, posee un poder de revelación o de develación que da lugar a un nuevo tipo de comprensión, una comprensión del mundo a partir del acontecimiento, que pone de manifiesto el poder hermenéutico de la ruptura que introduce. De suerte que “el acontecimiento manifiesta algo de su propio pasado y de su propio contexto que sin él habría quedado oculto” (Quéré, 2006, p. 192).

      En consecuencia, el análisis acontecial se interesa menos por los antecedentes de los acontecimientos o por sus causas que por su interpretación. “Pasamos así de un esquema de explicación causal en el que el evento se interpreta en su sentido ascendente —por sus causas— a una interpretación descendente de carácter hermenéutico en el que el evento se interpreta por sus huellas” (Tavera, 2019, p. 164).

      Ahora bien, no se trata de una “hermenéutica de los símbolos”, ya que los rastros que dejan los acontecimientos no son ni simples efectos, ni simples signos, sino de una “hermenéutica de las huellas” o en términos de Claude Romano de una hermenéutica évenémential, en tanto que el acontecimiento es en sí mismo una huella significante y su realidad es indisoluble de su interpretación (Romano, 1999, p. 198; Greisch, 2014, p. 49; Dosse, 2010, p. 19).

      Dos aspectos interesa resaltar aquí. Por un lado, aunque la realidad del acontecimiento es indisoluble de su interpretación, para Romano el acontecimiento “trae consigo el horizonte de posibilidades interpretativas a la luz de las cuales se dibuja y decide su significado” (Romano, 1999, p. 162; Greisch, 2014, p. 48). El acontecimiento es, en ese sentido, “el origen del sentido del mundo tal y como surge después del acontecimiento y con el acontecimiento” (Romano, 1998, p. 83; Greisch, 2014, p. 50). Por otra parte, tal y como lo señala Dosse, el acontecimiento es como el Fénix que nunca desaparece verdaderamente, pues al dejar múltiples huellas “retorna sin detener la interpretación de su presencia espectral con los acontecimientos ulteriores, provocando configuraciones cada vez más inéditas” (Dosse, 2010, p. 20).

      Acontecimiento y sujeto

      El acontecimiento solo puede ser calificado como tal de manera retrospectiva por una “intervención interpretante”. Dos cosas son importantes de mencionar con respecto a este punto. La primera es que la necesidad de una intervención interpretante le otorga al acontecimiento cierta fragilidad. La fragilidad del acontecimiento radica en