El X Congreso del PCI adoptó oficialmente estas tesis. Pietro Ingrao, el principal referente político italiano de Francisco Fernández Buey, fue uno de los principales impulsores de esta nueva cultura comunista sobre el cristianismo emancipador. El texto de Valentino Gerratana, responsable de la edición crítica de los Cuadernos de la cárcel de Gramsci, sobre comunismo y laicidad, le influyó mucho16. En los últimos años del PCI, admiraba el trabajo de feministas católicas y comunistas en ese partido. Hay que tener en cuenta que una de ellas, Livia Turco, era la responsable de este sector en la ejecutiva del PCI.
Hay un tema que convendría explorar y es el de la posible influencia de Rosa Rossi17 —comunista italiana e íntima amiga de Gulia Adinolfi, esposa de Manuel Sacristán— en la concepción de Fernández Buey sobre el cristianismo, también en su dimensión espiritual. Rosa Rossi visitaba con cierta frecuencia a estos amigos y entabló buenas relaciones con diversos discípulos de Sacristán. En la biografía de este escrita por Juan Ramón Capella hay información interesante sobre este nudo de amistades. Ella era especialista en Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, y publicó dos libros importantes sobre estos místicos castellanos. El primero de ellos está dedicado a Vera Sacristán Adinolfi. En este entorno familiar siempre hubo bastante respeto por este tipo de espiritualidad. En su época premarxista, Sacristán, cuando escribía en la revista Laye, publicó una reseña sobre la obra de Anselmo Stolz, Teología de la mística (n.º 19, 1952), en la que muestra un verdadero interés por este tema. Josep Maria Castellet —uno de los primeros amigos de juventud de Manuel Sacristán— afirmó en un coloquio que antes de ir a Alemania, de donde volvió comunista marxista, «estaba muy interesado por san Juan de la Cruz […] él siempre tuvo una actitud mucho más respetuosa por la religión y los fenómenos religiosos que yo». En ese coloquio, Lorenzo Gomis, director de El Ciervo, le comunica que «Rosa Rossi, en el libro que ha publicado ahora, dice que lo primero que leyó ella sobre san Juan de la Cruz fue de Sacristán»18. Castellet ha citado una carta del 13 de octubre de 1952 en la que este le dice: «Simone [Weil] es la mejor tratadista de religión que conozco […] es, no superior como mística, pero sí mejor tratadista mística que san Juan de la Cruz»19.
Josep Maria Castellet contextualiza esta afirmación escribiendo lo siguiente:
La gente del grupo de Laye —con un par de excepciones de cristianos más o menos convencidos— no solo fuimos furiosamente anticatólicos, sino que exhibimos un materialismo pied à terre, rotundo y sin concesiones. Manolo [Sacristán], más anticatólico que nadie, tenía en cambio un sentido de la religión —entendida como misterio, tal como él mismo escribió— que, por lo que yo sé, jamás lo abandonó20.
La relación con cristianos de izquierda y cristianos comunistas
Además de la influencia del PCI en el tema de este libro, la relación con cristianos de izquierda y cristianos comunistas en España es el ambiente vital que marca fuertemente el aprecio que Fernández Buey tenía del cristianismo emancipador. Miguel Riera, director de El Viejo Topo y una de las personas que mejor lo conocían, ha destacado este hecho en su intervención en el homenaje que tuvo lugar en la Universidad Pompeu Fabra el 13 de diciembre de 2012:
Paco era comunista. Siempre se definió así, a pesar de que esta palabra en algunas épocas y dicha en según qué bocas era un insulto. Su comunismo estaba, sin embargo, mucho más cerca del comunismo primitivo, casi podría decir del comunismo evangélico, que del comunismo que decían practicar los países del Este europeo. Quizá por eso, Paco, que era ateo, se llevaba tan bien con los cristianos de base. Les unía su amor por «los de abajo»21.
Conocía los diálogos teóricos entre intelectuales marxistas y cristianos que se inician en la década de los sesenta del siglo pasado y en los que intervino Sacristán con un texto muy esclarecedor22. Apreciaba la persona y el compromiso social y político de Alfonso Comín23, quizá el cristiano comunista más relevante y cofundador de Cristianos por el socialismo. Este mantenía buenas relaciones con Manuel Sacristán y con Joaquim Sempere, militante del PSUC y miembro del colectivo que creó mientras tanto.
Especial relevancia desde el punto de vista teórico tuvo el debate entre Manuel Sacristán y Alfonso Comín en la revista Materiales sobre la militancia de cristianos en el PSUC, en el PCE y en el Partido Comunista de Euskadi. En el texto del primero se entremezclan críticas a la dirección del partido, satisfacción porque entre los «cristianos que se integran en el movimiento comunista abundan los de ideas revolucionarias» y réplicas a algunas argumentaciones de estos cristianos y a su voluntad de presencia ideológica en el partido. Comín publicó una extensa respuesta en otro número de Materiales24. No puedo ahora realizar un análisis detallado del mismo, pero sí subrayar que su contenido influyó para el tipo de diálogo, relaciones y compromiso que Fernández Buey defendió en este ámbito. Por cierto, relata en Sobre Manuel Sacristán que este se negó a incluir su texto en las obras casi completas que publicó Icaria: «esto no lo quiero publicar porque no es lo que yo pienso, eso es consecuencia de una discusión en aquel momento y no es lo que yo pienso ahora»25. A continuación, informa de la buena relación entre Sacristán y Comín y de su mutuo aprecio.
Tanto Sacristán como Fernández Buey no deseaban que el cristianismo emancipador y el marxismo tuvieran que desnaturalizarse suprimiendo discrepancias hondas que existían entre ellos en diversos ámbitos26. Este hecho no impedía que el partido fuera laico y en él convivieran, dialogaran y lucharan por un mismo objetivo comunistas con culturas de fondo diversas, tanto marxistas como no marxistas emancipadoras.
En una conferencia titulada «Sobre cristianos y marxistas», Sacristán expone con nitidez reflexiones complementarias a su texto de Materiales. Insiste en que esta relación se tiene que centrar en el terreno de la moral y de la política, evitando «chapucerías teóricas» por ambos lados. Para evitarlas, desecha la teologización de la política desde el lado cristiano y para ello se basa en dos teólogos: Karl Bultmann y José María González Ruiz. Piensa que dicha relación es una buena ocasión para avanzar en un modelo de marxismo no ideológico y laico. En esta conferencia aclara esta concepción. Para él, ideología es igual a falsa conciencia. Desde esta perspectiva afirma:
[…] lo que hace posible esa relación más allá de la ética es el vaciamiento de bastantes ideologismos antes no percibidos como tales […] la necesidad de revisar desideologizadoramente el marxismo está impuesta por este riesgo de ideologización en el que se encuentra […] cuanto más cientificista, peor […] reafirmar los fines revolucionarios sin hacer ideología objetivista, despojando al marxismo de «incrustaciones positivistas», subrayando el elemento subjetivo hoy en el programa revolucionario […] lo que los hechos imponen es el abandono de muchos enunciados objetivistas, un paso más en el sentido de la comprensión metodológica del marxismo como fundamentación dialéctico-empírica (no especulativa) de la práctica comunista revolucionaria […] el encuentro posible es por vía de desideologización-desmitologización