–¡Ah, ah, ah! ¡Ten cuidado, mi mano!
–Soy delgada pero muy fuerte, además esto no consiste en cuanta fuerza tengas, sino en cómo la utilizas.
En un rápido movimiento, se subió sobre mí y yo grité sin dejar de reír, inmovilizó mis manos.
–¡A ver si ahora eres tan fuerte! –Me besó, sin dejar que pudiera moverme.
Pero yo llevaba haciendo peleas con mi hermano desde que era muy pequeña y sabía bastantes trucos de defensa. Con un rápido movimiento, fui capaz de ponerme sobre él.
–¿Y ahora qué?
Ahora era él quien no podía dejar de reír, seguramente por ese motivo pude ganarle, pero en ese momento era yo quien tenía sus manos inmovilizadas y totalmente a mi merced. Me pareció tan guapo y atractivo, tan libre y tan feliz en ese momento, que deseé grabarlo en mi mente, no quería pensarlo, pero no creí que muchos momentos en mi vida podrían hacerme sentir tan inmensamente feliz.
Lo besé con pasión, me fundí en sus labios, seguí bajando por su cuello hasta su pecho, lo deseaba de nuevo, necesitaba sentirlo en mí otra vez, era como si supiese que aquello tenía final y necesitaba aprovechar cada uno de los segundos que estuviésemos juntos.
Yo misma lo guie hasta mí, y nuestra danza de amor empezó de nuevo, una y mil veces, aquella mañana era nuestra, solo nuestra.
CAPÍTULO 3
Eran más de las cuatro de la tarde, sentía un hambre atroz, pero no había forma de convencer a Alex para que bajásemos a comer algo, no sé si pensaría que si nos movíamos de su habitación aquello se esfumaría como un sueño.
–¡Por favor vamos a bajar, me voy a desmayar! –Él seguía abrazándome muy fuerte y siseó para que callase– ¡Pues yo me voy! –Intenté levantarme, pero de nuevo me atrajo hasta él.
–¡Solo un poquito más!
–¡Alex tengo mucha hambre, mi hermano llegará de un momento a otro y nos va a hacer mil preguntas si ve que estamos solos y aún no hemos comido!
El ambiente de broma que había hasta ese instante dio un giro de 180º y me habló bastante serio:
–Sisí esto se va a acabar, he seguido con la tontería de lo de tu hermano por no meter la pata, pero ya no somos unos críos para tener que estar pendientes a sus caprichos, luego hablaré con él y pondré las cosas bien claras, no sé qué razones tendrá para que no quiera que estemos juntos, pero no le voy a aguantar ni una tontería más.
Cogí su cara entre mis manos, sabía que tenía razón, pero no quería que nuestra relación comenzara con mal pié.
–Escúchame por favor, no estás diciendo nada que no sea verdad, pero déjame que sea yo quien hable con él, con el carácter que tenéis los dos no vamos a conseguir que esto llegue a buen puerto, no podéis ponerme en medio de una encrucijada y tener que decantarme por uno o por otro. ¿Lo harás? ¿Me dejarás que yo hable primero con él?
–Pero tienes que hacerlo hoy mismo, no quiero perder un minuto más sin estar contigo. ¿De acuerdo?
Asentí con la cabeza, me cogió por mi nuca y me acercó de nuevo a su boca. Sin poder separarme de sus labios le dije:
–¡No, no, no, me voy, tengo mucha hambre!
Se echó a reír y aproveché el momento para levantarme de su cama, cogí su camisa, que estaba sobre el respaldo de la silla y me la puse.
Él seguía acostado, puso sus brazos por detrás de la cabeza y no movió un solo musculo más, yo notaba cómo no dejaba de observar cada uno de mis movimientos y me estaba poniendo nerviosa.
–¿Qué? –Le dije sin poder dejar de reírme.
–Que nunca me cansaré de decirte que eres lo más bonito que he visto en mi vida.
Me sonrojé al escucharlo. Él, que había viajado a las mejores ciudades del mundo, que habría conocido montones de chicas y a mí me miraba con esos ojos llenos de amor. Me puse al filo de la cama y lo besé, me abrazó con dulzura, pero de nuevo me atrapó entre sus brazos y me recostó a su lado. ¡Bueno al fin y al cabo tampoco tenía tanta hambre! Y todo empezó otra vez.
Nos habíamos quedado dormidos, exhaustos y hambrientos, el cansancio pudo con nosotros, pero el motor de la furgoneta de mi padre me despertó sobresaltada. Puse atención y lo pude escuchar entrando por el portón hacia el garaje.
Los nervios se apoderaron de mí. Alex seguía durmiendo, no quise despertarlo, mejor así. Fui corriendo hacía mi habitación y me puse algo de ropa, bajé enseguida al jardín recogiendo a mi paso toda la que nos habíamos ido quitado en nuestro camino hacia su dormitorio. Escuchaba la voz de mis amigas y no sabía cómo iba a responder mi hermano cuando se enterara de que habíamos pasado todo el día los dos solos.
–¡Hola!
Las chicas vinieron corriendo hacia mí, mientras ellos descargaban las cosas de la furgoneta.
–¡Hola Sisí! ¡Tenías que haberte venido con nosotros, lo hemos pasado genial!
Pensaba para mí, “tampoco yo lo he pasado muy mal que se diga”
–Bueno, así habéis podido estar toda la mañana con los “Don Juanes” –Las dos se echaron a reír.
–¡Jo, si vieses lo que te tenemos que contar! –Dijo Mónica dando saltitos.
–¿Qué?
Miriam no pudo esperar que Mónica continuara y la interrumpió:
–¡Qué ya es formal! Somos cuñadas, bueno tú no –le dijo a la pobre Mónica– ¡Pero tú y yo sí! –exclamó dirigiéndose a mí.
Lanzamos unos chirriantes grititos, cogí la mano de Mónica y le dije bajando mucho el tono de voz para que mi hermano no me escuchase:
–¡Tú y yo también y así por extensión las tres! ¡Yo estoy ya formalmente con Alex! –De nuevo nos pusimos como tres bobas a abrazarnos sin parar de dar aquellos incómodos gritos para los que nos escuchaban.
En ese instante un taxi paraba en la puerta de entrada de casa, Marisa se bajó y vino hacia nosotras.
–¡Hola! ¿Ahora llegáis?
–Sí, acabamos de hacerlo –dijo mi amiga. Ella continuó con su conversación.
–¡Yo estoy agotada, llevo desde esta mañana en el hospital con mi sobrina, menos mal que todo parece haber salido bien!
Y como si mi hermano y yo tuviésemos una conexión más allá de lo normal, ambos nos miramos; podía leer perfectamente en sus ojos lo que estaba pensando, vino hacia mí y me cogió del brazo apartándome de las miradas de todos que no entendían esa reacción por su parte, me metió casi arrastras hasta el hall de la casa.
–¿Habéis estado toda la mañana solos los dos?
Di un fuerte tirón de mi brazo y me liberé de él.
–¡Cálmate Raúl! Déjame que te explique.
–¿Qué tienes que explicar? Seguro que te ha llevado a la cama ¿a qué has picado como una idiota?
–¡Raúl, no sé por qué te desagrada Alex! ¡Es un tío genial y creo que le gusto enserio!
–¡Joder Sisí! ¿Sabes que se va en una semana y que no va a volver? ¿Te lo ha dicho? ¡Seguramente se van a vivir a Los Ángeles, ya es casi seguro si cierran este último contrato! –La voz de mi hermano sonaba cada vez con más fuerza, no me dejaba explicarle– ¡Va a hacer una gira y no volverá! ¡Además me ha contado Fran que su hermano es de los que van de una mujer a otra, sin nada estable! –Intenté contestarle, pero la voz de Alex me detuvo:
–Tu hermana sabe de sobra lo de mi gira, es verdad que