–Ha sido un placer haberte conocido, Jane Smith –murmuró Gabe al cabo de una eternidad y le tendió la mano.
Paula y Rosemary, tras abrir los ojos como platos al encontrar a la anfitriona y a uno de los invitados en la cocina hablando con Jane, se dispusieron a lavar los platos que Jane no había podido fregar por culpa de aquella interrupción. Felicity sonreía feliz, todavía emocionada por aquella cena que había considerado un éxito. Solo Jane parecía ser consciente de que estaba mirando aquella mano como si fuera una víbora a punto de morderla.
–Gracias –contestó fríamente. Pero sabía que no le quedaba más remedio que estrechar la mano que le tendía. Nadie entendería que no lo hiciera, a pesar de que ella sabía exactamente por qué no quería tocar a aquel hombre.
Sintió su mano fría y firme durante las décimas de segundo que se permitió estrechársela.
–Quizá nos veamos en otra ocasión –sugirió Gabe, cuando se separaron.
–Quizá –contestó ella.
¡Y quizá no lo hicieran! Habían pasado tres años sin verlo y, si por ella fuera, no volvería a encontrarse con él en su vida! Y, puesto que Gabriel Vaughan pasaba la mayor parte de su tiempo en América y solo se adentraba en aguas inglesas cuando veía alguna presa apetecible, no sería difícil conseguirlo.
–Voy a estar en Inglaterra durante tres meses –comentó, como si acabara de leerle el pensamiento–. He alquilado un apartamento. No puedo soportar la frialdad de los hoteles.
¡Tres meses!
–Espero que disfrute de su estancia en Inglaterra –replicó ella sin interés y se volvió. Ya no era capaz de seguir mirándolo. Y necesitaba sentarse, las piernas le temblaban terriblemente. ¿Por qué no se iría aquel hombre de una vez por todas?
Comenzó a colocar los platos limpios en su sitio y, para cuando volvió nuevamente la cabeza, Gabe ya se había ido.
–¡Cielos! Qué hombre tan atractivo, ¿verdad? –comentó Rosemary suspirando.
¿Atractivo? Sí, Jane suponía que lo era. Pero tenía más razones para temerlo que para encontrarlo atractivo. Aunque era obvio por la sonrisa de Paula que a ella también se lo había parecido.
–El aspecto es solo una cuestión superficial –replicó Jane–. Y tengo entendido que, a pesar de ese barniz de civilización, Gabriel Vaughan es una piraña.
Paula hizo una mueca ante su vehemencia.
–Parece que le has gustado –comentó con expresión especulativa.
–A los hombres como Gabriel Vaughan no les gustan las mujeres que trabajan para ellos –añadió bromeando, y se levantó–. Y ya es hora de que os vayáis vosotras dos a casa con vuestros maridos. Yo puedo arreglármelas sola con todo esto.
De hecho, casi se alegró de poder quedarse sola. De esa forma, prácticamente pudo convencerse de que todo había vuelto a la normalidad, de que el encuentro con Gabriel Vaughan no había tenido lugar…
Una hora después, cuando todo estaba limpio y ya se había marchado el último invitado, Felicity volvió a la cocina. Parecía tan feliz que Jane no tuvo corazón para transmitirle sus dudas acerca del supuesto éxito de la noche.
–Jamás podré agradecértelo lo suficiente, Jane –sonrió con cansancio–. No sé cómo me las habría arreglado sin ti.
–Seguro que estupendamente.
–Yo no estoy tan segura –hizo mueca–. Pero mañana será cuando pueda decirte de verdad si tu esfuerzo ha merecido o no la pena.
Jane deseaba con toda su alma que aquella pareja no sufriera una decepción. Aunque, teniendo en cuenta lo que sabía de Gabriel Vaughan, no le extrañaría nada.
–Creo que ya es hora de que vaya pensando en irme a la cama –comentó Felicity bostezando–. Richard traerá ahora a la cocina las copas que quedan, pero no se te ocurra lavarlas. Debes de estar mucho más cansada que yo –se dirigió hacia la puerta de la cocina–. Por favor, vete a casa, Jane. Y, por cierto –añadió antes de salir–, definitivamente esta ha sido tu noche. Gabe se ha mostrado muy interesado en ti.
Jane tuvo que hacer un serio esfuerzo para mantener la compostura.
–¿Ah sí?
–Desde luego. No me extrañaría nada que volvieras a encontrártelo.
–¿Y qué te hace pensar algo así? –preguntó, disimulando su tensión.
–Bueno, él… Ah, Richard –Felicity se apartó para dejar pasar a su marido–, estaba diciéndole a Jane que estoy segura de que Gabe y ella volverán a verse.
Richard miró a su esposa con una sonrisa.
–Deja de hacer de casamentera. Estoy seguro de que, si Jane y Gabe quieren volver a verse, son perfectamente capaces de quedar ellos.
–Pero nunca viene mal una ayuda en estos casos –replicó Felicity.
–¿Quieres hacer el favor de irte a la cama? –le pidió su marido–. Yo acompañaré a Jane hasta la puerta y después me reuniré contigo.
–De acuerdo –admitió Felicity con voz somnolienta–. Y muchas gracias por todo, Jane. Has estado maravillosa.
–Ha sido un placer –respondió ella–. Por cierto, no puedo evitar sentir curiosidad sobre por qué pensáis que el señor Vaughan y yo volveremos a vernos –insistió.
–Porque nos ha pedido tu tarjeta, cariño –contestó la otra mujer–. Ha dicho que era porque quería llamarte la próxima vez que tuviera una cena en casa, pero yo tengo la sensación de que tendrás noticias suyas mucho antes. No tardes mucho, cariño –le dirigió una sonrisa radiante a su marido y fue después hacia el dormitorio.
–Siento todas estas tonterías –se disculpó Richard–. Felicity ha estado muy preocupada durante estas últimas semanas, y no le conviene nada, teniendo en cuenta que está en los primeros meses de embarazo. Pero hazme caso: Gabe Vaughan es el último hombre con el que te convendría tener ningún tipo de relación. Es capaz de devorarte y engullir tus restos antes de que hayas tenido oportunidad siquiera de decir «no».
Jane, que se había quedado completamente helada desde que Felicity había anunciado que le había pasado su tarjeta a Gabriel Vaughan, comenzó a ponerse precipitadamente la chaqueta.
–No sabía que Felicity estaba embarazada –dijo lentamente. No dudaba de que aquella feliz pareja estaría encantada con la idea de tener un tercer hijo, pero, al mismo tiempo, era consciente de que el bebé llegaba en un momento difícil para ellos.
–Todavía está en las primeras semanas de embarazo. Bueno, Jane. Muchas gracias por lo que has hecho por nosotros esta noche. Aunque, al contrario que Felicity, yo creo que hace falta algo más que una cena excelente para convencer a Gabriel Vaughan de que merece la pena salvar mi empresa.
Y Jane estaba completamente de acuerdo con él. Desde luego, no envidiaba en absoluto la suerte de Richard, que al cabo de unas horas tendría que volver a vérselas con aquel tiburón de las finanzas.
–Espero que todo salga bien. Ahora, tengo que irme. Y creo que deberías subir cuanto antes a dar un abrazo a tu encantadora esposa. Tienes mucha suerte al poder contar con el apoyo de una mujer como Felicity y una familia adorable –añadió.
–Desde luego, Jane, desde luego.
Por mal que fueran las cosas al día siguiente, pensó Jane mientras se marchaba, aquel hombre continuaría teniendo a su esposa, dos hijas maravillosas y un bebé que se hallaba todavía en camino. Y eso era ya mucho más de lo que otras personas tenían.
Y a veces, recordó Jane con desolación, todas esas cosas por las que