El último año en Hipona. Roberto Carrasco Calvente. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Roberto Carrasco Calvente
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788416164370
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una trama en la que se combinan motivos de la novela gótica con necesarios guiños a la novela histórica. En ella, más allá de la ficción —llena de acción y giros inesperados—, late la voluntad de dar voz a quienes, solo unas décadas atrás, vieron su vida, su sexualidad y su libertad condenadas y amputadas durante los años de la Dictadura. Hombres y mujeres que, como los niños y adolescentes del Hipona, sabían que ser implicaba arriesgarse, porque no había forma de conjugar ese sencillo verbo (soy, eres, somos) sin jugarse la vida en un tiempo donde la diferencia era objeto de condena y escarnio. Un tiempo que no acabó en 1975, sino que pervivió en nuevas batallas a favor de la consecución de unos derechos que, aún hoy, siguen necesitando de la acción y del compromiso, no solo de la comunidad LGTB, sino de toda la sociedad. Las heridas, tal y como se cuenta en esta novela, no solo pertenecen a quienes lo sufren, sino también a cuantos son testigos —y cómplices mudos— de cada una de ellas.

      Construido en dos tiempos y espacios que coinciden lenta e inexorablemente en uno solo, este juego de espejos nos invita a conocer la historia de amor de Julio y de Damián pero, sobre todo, a buscar en sus miedos y en sus dudas un reflejo de las que también nosotros —sea cual sea nuestra orientación— sentimos en algún momento. Porque nada hay tan complejo ni tan laborioso como construir la identidad y, aunque el tiempo parezca camuflar esas cicatrices, alguna queda en el yo que somos de aquel yo que fuimos. De esa infancia y de esa adolescencia en la que, seguramente, no tuvimos que abordar los peligros que acechan a los protagonistas en este cruel internado, pero donde sí nos tocó recorrer nuestros propios recodos oscuros y dolorosos. Somos aquello que fuimos, igual que Mario es —en cada página−todos los personajes que recuerda —¿inventa?— en esta historia. Por eso lo acompañamos en su viaje, porque entendemos cómo le atormenta cuanto calla y recordamos, a través de su periplo, que también nosotros guardamos una secreta novela, una historia que quizá aún no hemos escrito y que esconde sus palabras y personajes en nuestro interior.

      Son muchos los nombres —y las vidas−que habitan en estas páginas. Historias y biografías que orbitan en torno a la pareja protagonista y que, aunque a veces son simplemente esbozadas, consiguen hacerse visibles y rotundas a través de las pinceladas con las que las construye su autor. Roberto Carrasco nos ofrece un mosaico de vidas envueltas en una atmósfera de pesadilla y elabora con todas ellas la memoria de un tiempo que sus protagonistas intentan no olvidar para evitar que el dolor haya sido en vano. El recuerdo amargo de unos años que, quizá, no queden tan lejos como nos gustaría.

      Porque si hay algo que se percibe con claridad en estas páginas es su beligerancia. Su firme compromiso a favor de los derechos LGTB, de la visibilidad y de la igualdad real. Una defensa que late tanto en las palabras del doble narrador —el autor intradiegético y el autor extradiegético— como en las de sus personajes. En todos ellos vive el recordatorio de que solo se puede vencer a los monstruos de Hipona —en el ayer, en el hoy y en el mañana— mediante la memoria y la lucha. Porque aunque sean muchos los pasos que se hayan avanzado, aún son muchos otros los que nos quedan por recorrer.

      Adentrarse en los pasillos del Hipona y desentrañar los misterios que en él se ocultan es un modo de conocer hasta qué punto los límites externos y las convenciones sociales pueden llegar a truncar una vida. Un descenso a los infiernos de la sinrazón y de la intransigencia que solo los más valientes se atreven a desafiar. Héroes improvisados que, como los que habitan estas páginas, solo persiguen una meta: su identidad.

      Construida como un thriller emocional con firme voluntad crítica, El último año en Hipona oscila entre la ternura y la sensualidad, el terror y el intimismo, la reflexión y la vivencia. Una historia escrita en esa ambigua frontera que componen el recuerdo y la ficción, obligando al lector a recomponer por sí mismo el rompecabezas y situar en él sus personajes y sus historias. Solo entonces habremos descubierto qué sucedió ese último año. Y qué hay de sus personajes en cada uno de nosotros.

      Fernando J. López

PRIMERA PARTE EL ÚLTIMO AÑO EN HIPONA

      1

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      La separación entre las dos camas es un abismo. Hace años que Mario no duerme junto a su esposa, él sabe cuánto tiempo exactamente, cuántos días, cuántas horas y minutos. Imagina que ella también calcula lo que dura aquella edad de hielo y que, al igual que él, actúa como si no pasara nada. Mario se ha despertado a las siete, cada noche duerme menos. Le duele la cabeza y la espalda, le duele el alma y lo que hay por debajo del alma. Contempla el rostro de Marga, que aún conserva su belleza, su encanto. Mario piensa en la injusticia que planea sobre sus vidas y no puede evitar sentirse culpable, quizá sea él el responsable de que se hayan convertido en un par de sombras tristes habitando una casa fría, gris y antigua. Esa voz que a veces le aconseja, que bien puede ser la voz de la conciencia o la de una musa fiel, susurra un nombre. No es la primera vez que lo hace, es el mismo nombre que enterró cuarenta años atrás, pero que, desde el atentado, sale a flote cada mañana, como si la memoria fuese un lago sin fondo y aquel recuerdo, un trozo de corcho rebelde. «Hipona», murmura Mario. Y entonces, Marga abre los ojos y siente que su matrimonio no es más que un alga frente a un glaciar.

      —Buenos días, cariño —dice ella con voz acaramelada y fingida. No es así como le gustaría dar los buenos días, como si pretendiese ser una princesa cuyo colchón no esconde guisantes.

      —Buenos días.

      —¿Quieres que te alcance la pierna, cariño?

      —No, ya puedo yo solo.

      Mario se incorpora y coge la pierna ortopédica que descansa junto a su cama. Le pone nervioso que Marga lo vea como un minusválido, como una víctima, y prefiere obviar que, algún tiempo atrás, lo primero que hacía por las mañanas era calzarse sus zapatillas y que, ahora, es una pierna lo que ha de ponerse. Mario sabe cuánto tiempo lleva obviando ese hecho. Es el mismo tiempo que lleva sin dormir junto a Marga. Exactamente, los mismos días, las mismas horas y los mismos minutos. Puede ser que el 11M fuera, al fin y al cabo, la excusa perfecta para no tener que abrazarla más.

      —¿Quién es Hipona, cariño?

      Mario contempla la tostada quemada y la nata que flota sobre la superficie del café. No sabe cuánto tiempo espera antes de responder la pregunta que le hace su esposa.

      —El lugar donde transcurre mi nueva novela —dice finalmente.

      Marga es invadida por un repentino ataque de buen humor. Se pone de pie, se acerca a su marido y lo besa en la mejilla.

      —¡Sabía que llegaría este día! ¡Eres el mejor, cariño!

      Mario también sabía que este día llegaría. Esboza una sonrisa cansada y le devuelve el beso a su mujer.

      —Me gustaría hacer un viaje para documentarme.

      —¿No será un nuevo libro de Escuela de magos?

      —No, este es diferente. Es también sobre un colegio, pero no tiene nada que ver con los magos.

      —¡Mario! ¡No sabes la alegría que me das!

      Y, de tanta que es la alegría, Marga llora y ríe y abraza a Mario y lo besa y le dice que claro que sí, que pedirá unos días en la galería, que pueden hacer un viaje y dos y tres si hace falta. Los ojos de Mario no pierden el poso de tristeza, de ser testigos de una vida demasiado feliz y brillante a la que ya no pertenecen. Su mujer sabe que es la marca de todos los que sobrevivieron en aquel tren y de todos los familiares de aquellos que no sobrevivieron.

      —Vamos a un pueblo que se llama Hoyoseco. Está en el sur, pasando Despeñaperros.

      —Me dejas sin palabras, en serio. No sabes lo mucho que me gusta verte en activo otra vez, que tengas una nueva historia que contar.

      Mario termina el café, no le dice a Marga que quizá no sea una nueva historia, que de hecho se trata de una historia vieja, apolillada y olvidada. De una historia que decidió no contar nunca y que