El carácter de la filosofía rosminiana. Jacob Buganza. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jacob Buganza
Издательство: Bookwire
Серия: Biblioteca
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786075028804
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y en esta percepción consiste el nexo entre el alma humana y el cuerpo” (n. 140). Alma y cuerpo están ligados de manera íntima y se influyen mutuamente (fisico infusso). Esta íntima unión puede romperse cuando el cuerpo, término de la actividad del alma, se desorganiza. Cuando acaece esta desorganización sucede la muerte del hombre.

      Ahora bien, con respecto al movimiento y desarrollo del alma, afirma el roveretano que la psicología realiza dos labores: una analítica y otra sintética. La primera deduce las facultades de la esencia del alma, es decir, estudia sus potencias; la sintética se enfoca en las leyes o modos constantes de operar de las facultades deducidas. Con respecto a estas leyes, Rosmini distingue tres tipos: las propiamente psicológicas, que son las que provienen de la propia naturaleza del alma; las leyes ontológicas, que son impuestas al alma por su término superior intelectivo –que es el ente y cuya ley principal es el principio de cognición: “el término del pensamiento es el ente”– y, finalmente, las leyes cosmológicas, que se imponen al alma por su término inferior, que es el mundo sensible.

      Con respecto al destino del alma humana ésta tiene un triple fin. Por un lado, el análisis de la naturaleza del alma muestra que es inteligente y que tiende a la verdad; por otro lado, la segunda parte de esta naturaleza es la voluntad, que se dirige hacia la virtud; pero hay una tercera parte que se deduce del análisis de la naturaleza anímica y es el “sentimiento”, en cuanto tendencia a “gozar”, a ser “feliz”. De ahí que “La voluntad que se adhiere a la verdad y que es virtuosa, la voluntad que en consecuencia ama a todos los entes según la verdad, quiere también que estos entes se le dieran para gozar, ya que con el gozo se cumple su conocimiento y su amor sobre ellos. Esto es la felicidad” (n. 150). Evidentemente es un triple fin:

      El alma tiende por su naturaleza a la perfección, y que esta perfección consiste en la plena visión de la verdad, en el pleno ejercicio de la virtud y en la plena consecución de la felicidad, triple fin, triple destino, en el cual se encuentra, sin embargo, una perfecta unidad, porque no se puede ser sólo uno de estos tres elementos de manera completa sin que estén los otros dos […] No son más que tres formas de un único bien (n. 150).

      Pasa a hablar brevemente de la cosmología, que es la “doctrina del mundo”. Es parte de las ciencias de la percepción, porque los cuerpos con los que se conforma el mundo son objeto del alma humana. La cosmología es la doctrina de lo contingente, aquello que “No tiene en sí mismo la razón de su propia existencia” y por ello “exige una causa” (n. 155). De esta forma, la cosmología estudia al ser real contingente y su causa. Rosmini se dedica a dar varias pruebas de la contingencia del mundo, entre las que destaca la propia conciencia de uno mismo que hace caer en la cuenta de que no subsistimos gracias a nosotros (cf. n. 157).

      Afirma también que la cosmología trata las diversas partes del universo, en donde distingue al menos tres: los espíritus puros, las almas y los cuerpos; de esto no da mayores pistas. Finalmente, la cosmología también trata el orden del universo, tema que expone mediante las leyes cósmicas o universales de todas las cosas contingentes. Esto muestra, según Rosmini, que la cosmología no puede tratarse aparte de la ontología y de la teología. ¿Cómo hablar del ente finito y contingente sin hablar o haber tratado del ente infinito y necesario? “Nosotros consideramos –dice Rosmini– que es imposible hacer de la cosmología una ciencia completa; creemos, empero, que ella no puede ser otra cosa que parte de una ciencia superior que brinda la doctrina del ente: en abstracto y universal, y en su acto completo y absoluto” (n. 162).

      De esta forma, el autor pasa a la tercera parte de la obra, que tiene por objeto las ciencias del razonamiento. El razonamiento depende tanto de la intuición como de la percepción (cf. n. 163). Estas ciencias del razonamiento se dividen en dos grupos. El primero corresponde a las ciencias ontológicas, que tratan de los entes como son. El segundo atañe a las ciencias deontológicas, que deliberan sobre cómo deben ser tales entes. Las ciencias ontológicas se dividen en dos: la ontología propiamente dicha y la teología natural.

      La ontología trata del ente en toda su extensión; de su esencia y de las tres formas en que tal esencia puede darse: la forma ideal, la real y la moral. La esencia es la misma, pero las formas son diferentes entre sí. La forma ideal se refiere a la esencia del ser en cuanto cognoscible; la forma real es el ente subsistente (que puede ser tanto subjetivo como extrasubjetivo (cf. n. 170); la forma moral “Es la relación que tiene el ser real consigo mismo mediante el ser ideal” (n. 169). Estas tres formas son el fundamento de las categorías, que son precisamente la categoría ideal, la categoría real y la categoría moral (cf. nn. 171-172). Según Rosmini, hay una ley de síntesis del ente, que consiste en que éste no puede existir bajo una sola de las tres formas si no existe bajo las otras dos; en el Sistema filosófico esta tesis permanece sólo anunciada y no la desarrolla por ningún lado.

      La teología natural trata del ente como es en sí, “En cuanto nuestra mente se da cuenta de que el ente es todavía más extenso que como se nos manifiesta: trata, en suma, del Ser absoluto, de Dios”. En este sentido, para el roveretano la teología natural supera a la propia ontología. La teología natural trata, en primer lugar, de demostrar la existencia de Dios; posteriormente, se dedica a esclarecer cómo es que el hombre puede conocer a Dios permaneciendo en el orden de la naturaleza; al final expone cómo es Dios en sí mismo y cómo se relaciona con las criaturas. Con respecto al primer problema, Rosmini brinda cuatro argumentos que no será conveniente revisar aquí, ya que son de una gran profundidad. Sólo uno de ellos, el tercer argumento, recuerda a las vías de la existencia de Dios del Aquinate, y los otros tres son rosminianos, aunque tienen un cierto sabor feneloniano y hasta malebranchiano. Con respecto al segundo asunto, la teología natural enseña que “El hombre no puede conocer a Dios sino a través del razonamiento. No pudiendo ni intuir ni percibir a Dios naturalmente en esta vida, se vuelve necesario el razonamiento para descubrir su existencia” (n. 182). Esta vía de razonamiento puede ser negativa –a la usanza del pseudo-Dionisio, cuando los defectos y limitaciones del ente real no se aplican a Dios– o de eminencia, sendero que afirma las perfecciones de Dios sin ningún género de limitación. Estos dos caminos suelen llamarse via exclusionis y via eminentiae. Con respecto al tercer problema, Rosmini afirma que la revelación ayuda a esclarecer la naturaleza de Dios, en donde encuentra que Él es gobernante del universo y donde destaca la doctrina de la conservación y la labor de la Providencia, que por ningún motivo merma la libertad de los entes inteligentes; este último asunto es el quehacer de la teodicea, como la llama Leibniz.

      Pasa inmediatamente a las ciencias deontológicas, “Aquellas que tratan de la perfección del ente, y del modo de adquirir y producir esta perfección o de perderla” (n. 189). Las ciencias deontológicas se bifurcan en deontología general y deontología especial. La primera trata de todos los entes en general y la segunda de algún ente en particular. La general asume que hay relaciones entre los entes y que éstas se reducen a las categorías que estudia la ontología. En el caso de Dios, tales relaciones permanecen siempre idénticas, por lo que tiene perfección absoluta; en el caso de los entes contingentes puede darse una mayor o menor perfección, de acuerdo con estas relaciones. Rosmini dedica especial atención a la perfección moral, que es la perfección de la libre voluntad, en cuanto ésta aprecia a los entes en su medida proporcional; es decir, en cuanto a la entidad ontológica que tienen: “Si la voluntad no reconoce la entidad y la verdad, no puede obtener la perfección” (n. 207). Por otro lado, el roveretano afirma que la doctrina de la perfección de los entes se divide en tres partes: 1) la que describe el arquetipo de cada ente, es decir, el modelo del ente perfecto en cuestión; 2) la que describe las acciones que producen tales perfecciones; 3) la que describe los medios con los que se puede adquirir el arte en las acciones mencionadas; estos medios equivalen, para él, a la educación.

      Después, Rosmini no se detiene a clasificar todas las ciencias deontológicas especiales, se enfoca en la deontología humana que se refiere especialmente a la perfección moral, ya que según la interpretación rosminiana la doctrina moral completa las dimensiones real e ideal y, en cierto modo, las une [cf. n. 212]. La deontología humana implica las tres partes de la deontología general, a saber: la doctrina del arquetipo, la doctrina de las acciones que acercan al arquetipo, y la doctrina de los medios que estimulan y valoran tales acciones. La primera doctrina es la telética, la segunda es la ética y la tercera