La geografía crítica de David Harvey (2005, 2007, 2009) aporta a la discusión sobre los conocimientos y los métodos del saber geográfico e indaga sobre sus usos políticos; de ahí que en esta aproximación se entiendan los actores locales, los sujetos sociales de las organizaciones y los movimientos sociales afronortecaucanos —con su potencialidad de movilización— como protagonistas en la construcción conjunta de conocimientos situados, de una geografía que se distancia de universalismos y que permite encuentros entre diferentes saberes y formas de comprender el territorio encaminadas a lograr transformaciones ecológicas y sociales.
Así pues, este libro aporta a la construcción de los ideales de justicia cognitiva y democracia epistémica, a mejorar la condición humana en el marco de la esperanza, el reconocimiento de un futuro más justo y decente para el mundo, así como a ampliar los límites del conocimiento para visibilizar la emergencia de otras nociones de territorio desde los movimientos sociales, sus prácticas tradicionales y saberes emergentes que contrastan con el modelo capitalista neoliberal.
La lectura de esta obra permite comprender las relaciones que se gestan en el norte del Cauca, que hacen posible la configuración de dicho territorio como un espacio de esperanza (Harvey, 2007) que resiste la mercantilización, la privatización y el individualismo impuestos por el capitalismo neoliberal. A partir de esta idea, se explica cómo en la FTA “la concertación motivada confiere sentido a una política de la solidaridad, la equidad y la paz, comprometiendo a cada ciudadano con el destino común” (Hoyos, 2007, p. 100), porque los acuerdos ciudadanos no se logran despóticamente, sino en la medida en que se establecen responsabilidades con diversas formas de ciudadanías mestizas, multiétnicas y pluriculturales que fortalecen la participación democrática.
Los movimientos sociales son fundamentales en la reconstrucción de sentidos y formas de movilización, pues como poderes en movimiento (Zibechi, 2007) se distribuyen en la sociedad sin órganos especializados. De ahí que resulte importante comprender tanto las múltiples dimensiones del territorio agenciado por los afronortecaucanos como las formas en que los actores y organizaciones sociales del norte del Cauca —en red con movimientos antiglobalización y guiados por la idea de que otro mundo es posible3— están creando estrategias innovadoras sobre la base del desarrollo local, la flexibilidad y la solidaridad. La metáfora del sur y la epistemología del sur de Boaventura de Sousa Santos sitúan en el sur al sufrimiento humano, causado de forma sistemática por el colonialismo y el capitalismo, que constituyen el sur imperial.
En consonancia con las orientaciones de la epistemología del sur, las reflexiones que presento destacan formas más ecológicas y relacionales para transformar las conexiones sociales y el conocimiento. La dimensión epistemológica, aquí, se desplaza del paradigma dominante de la ciencia moderna occidental al paradigma emergente o, en palabras de Santos, al “conocimiento prudente para una vida decente” (2003, p. 14). En este sentido, las formas científicas más ortodoxas entran en diálogo con los conocimientos populares campesinos para ampliar las fronteras, desnaturalizar los supuestos y visibilizar otras formas comprensivas posibles.
Por su parte, la dimensión social transita desde el paradigma dominante, centrado en la competencia promovida por el capitalismo neoliberal, el mercado libre, el patriarcado y las dinámicas electorales no democráticas, hacia esquemas de poderes en movimiento y manifestaciones experimentales de imaginación utópica y horizontes emancipadores. En este marco, tanto las relaciones como las construcciones de los actores sociales territoriales se ponen en diálogo y discusión con las elaboraciones de los autores de la ciencia occidental. Así, pese a que los pobladores afronortecaucanos han sido silenciados y desacreditados de muchas formas, pongo en evidencia que son ellos los protagonistas y los que muestran alternativas significativas frente a sus relaciones y construcciones en y con el territorio.
Comprender el territorio desde las visiones, las proyecciones, los esquemas organizativos, las acciones colectivas, las prácticas y las resistencias de los sujetos sociales permite reconocer formas relacionales y políticas, transformadoras de las organizaciones, además de entender cómo se construyen las solidaridades locales y las cohesiones para la transformación y la autonomía territorial.
La investigación que da lugar a este libro es de naturaleza situada, por cuanto observa, reconoce y se alimenta de los trabajos desarrollados en las universidades del Cauca, Valle, Javeriana de Cali, así como del proyecto “Imperativos verdes y subjetividades ambientales campesinas en tres regiones de Colombia”, de los profesores Jefferson Jaramillo, Diana Ojeda y Carlos del Cairo, de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. También toma como referencia los trabajos sociodemográficos de Michel Agier, Fernando Urrea, Olivier Barbary y Héctor Fabio Ramírez, que hacen énfasis en procesos étnicos, raciales e identitarios; las investigaciones de José María Rojas Guerra, Gustavo de Roux, Teodora Hurtado y Carlos Efrén Agudelo, para entender los conceptos de poder, lucha de clases y las formas de acción colectiva de poblaciones afrodescendientes; los trabajos de Odile Hoffmann en el Pacífico sur de Colombia, que versan sobre asuntos socioterritoriales, y los estudios del Centro de Investigaciones y Documentación Socioeconómica (Cidse) de la Universidad del Valle sobre la economía del trabajo, el crecimiento económico, la productividad y la competitividad industrial del suroccidente del país, en especial del departamento del Valle del Cauca.
Es importante aclarar que esta obra toma distancia de la perspectiva disciplinar que asumen los autores del Cidse, cercana al posicionamiento de ciencia occidental moderna, y por la cual los actores sociales se entienden como objetos de conocimiento. En estas páginas, por el contrario, los actores sociales se consideran sujetos de conocimiento, acción e interlocución, por lo que valoro sus experiencias para comprender y explicar los conflictos presentes en el territorio nortecaucano, como las alternativas propuestas para su resolución.
También destaco el trabajo del Centro de Estudios Interculturales (CEI) de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, dedicado a procesos de intervención e investigación interdisciplinar en diversas regiones del país, por medio de los cuales aporta en procesos políticos y sociales, además de mediar en las relaciones entre el Estado y las organizaciones de base de las comunidades, especialmente en la resolución de conflictos interculturales. Esto, a través de tres líneas de trabajo: desarrollo rural y ordenamiento territorial, movimientos sociales y sostenibilidad ambiental y productiva, líneas de las que bebe esta obra y con las cuales comparte la complejidad de sus aproximaciones, en la medida en que considera los problemas ligados a estrategias para su intervención, en lugar de caer en el lugar común de plantear categorías generales que separan lo inseparable.
Las investigaciones del CEI reconocen a los diferentes actores en procesos de diálogo para tramitar conflictos territoriales y, en algunas ocasiones, han propuesto insumos metodológicos y de mediación entre las organizaciones comunitarias con el Estado, a través del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder). De ahí, el reconocimiento de este centro como referente en la generación de acuerdos en zonas de conflicto del suroccidente del país.
De otra parte, es importante mencionar el trabajo del historiador Óscar Almario (2013) sobre la configuración moderna del Valle del Cauca, así como las investigaciones de Axel Alejandro Rojas sobre educación intercultural y etnoeducación, implementadas en los contenidos y el diseño metodológico de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos; esta última, sustentada en una serie de talleres realizados por todo el país. Finalmente, el