Territorio en movimiento(s). Isabel Cristina Tobón Giraldo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Isabel Cristina Tobón Giraldo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789587814200
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hijos, gente que tenía pena de irse de la vida solo porque el mundo era bonito… gente, y ese fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.

      JOSÉ SARAMAGO

      Al parecer, un régimen económico absolutista domina la cotidianidad de los habitantes del mundo. Años atrás, se imponían las dictaduras militares represivas y sus escuadrones de la muerte; hoy lo hace el autoritarismo del capitalismo con su paradigma de éxito, entendido como la acumulación excesiva de bienes materiales de consumo. A las personas se les valora y caracteriza como “clientes” por sus adquisiciones, antes que por sus legítimas responsabilidades, derechos civiles y políticos que les revisten como ciudadanos. Por fortuna, paralelo a este modelo de vida, existen otras formas de ser, estar y habitar que se enfrentan a la opresión y la alienación del modelo dominante; formas y valores de vidas construidas con principios propios, que cuestionan y desnaturalizan la explotación del hombre por el hombre, a partir de sus capacidades y su autonomía creativa.

      El sistema capitalista y la noción utilitarista que lo caracteriza ha privilegiado la explotación extractiva del mercado, restringiendo las condiciones de sustentabilidad, así como los bienes intangibles y de arraigo que albergan los territorios como patrimonio social y cultural de quienes lo habitan. Incluso, el mismo sistema promueve la vulneración de derechos y condiciones mínimas para la preservación de la vida de territorios en conflicto por vía de las políticas públicas.

      La configuración territorial, como totalidad, está conformada y dispuesta en relaciones de interdependencia entre recursos naturales —cuerpos y corrientes de agua, accidentes geográficos, la cobertura vegetal, el suelo, el subsuelo— y recursos materiales e inmateriales creados —vías y obras de infraestructura, asentamientos humanos, las formas comunitarias de vida, las organizaciones sociales, políticas, económicas, las expresiones, los patrimonios culturales— que se representan de manera parcial y fragmentada por medio de cartografías, imágenes, estadísticas, con la información disponible en el momento. Con ello, la vida social basa sus dinámicas en fuerzas productivas en diferentes escalas interrelacionadas en un mundo capitalista que delimita transformaciones, áreas, industrias, empleos, redes y que, a su vez, determina políticas públicas, desplazamientos de personas como fuerza productiva, rentas y productos, como si la representación parcial de la realidad fuera la realidad misma. Con ello, se ignora el carácter relacional que implica vivir en la imbricación de lo natural y lo creado.

      Las opciones políticas y económicas basadas en la explotación y la extracción de recursos —renovables y no renovables— dan cuenta de una valoración y apropiación imprudentes, de una reducida comprensión del territorio, de su consecuente degradación ambiental y de una visión ambiciosa, ursurpadora, dirigida a la acumulación irresponsable. Cada vez más, los países productores de bienes primarios exportan materias primas e importan productos, ocasionando el empobrecimiento de sus comunidades e imposibilitando la recuperación de los recursos extraídos, al menos en el corto plazo. Estas transformaciones, motivadas por los intereses de acumulación de capital, han alterado la política, la economía y las condiciones ambientales del mundo.

      El capitalismo, en sus diversos matices, ha incentivado la intensa búsqueda de nuevos productos y tecnologías, así como la difusión e imposición de estilos de vida y formas de expresión y comunicación para el beneficio humano. Sin embargo, el crecimiento y la acumulación excesiva han acarreado consecuencias devastadoras en los niveles ecológico, social y geopolítico. Con la vana esperanza de que “con dinero todo se compra”, se anulan las posibilidades de futuro; además, las crisis definidas en el capitalismo como “bajo crecimiento” albergan la falacia de producir riqueza para luchar contra la pobreza, ocultando así las inequidades distributivas y el agotamiento de los recursos. La noción de países en vías de desarrollo fomenta la explotación indiscriminada de la naturaleza, al tiempo que agudiza los daños ambientales y sociales, relegándolos al lugar más vulnerable del proceso de globalización. Los gobernantes de estos países continúan promoviendo y facilitando la inversión de empresas con fines extractivistas, ignorando las numerosas protestas y las acciones colectivas de orden local y global que reclaman frenar la explotación desproporcionada del sector primario y alertan sobre las amenazas a la biodiversidad. Ante las exigencias de líderes y organizaciones, la estrategia de los dirigentes políticos ha sido levantar cortinas de humo, para ocultar los impactos y el deterioro ambiental frente a la opinión pública, así como criminalizar y reprimir las protestas sociales en contra de las actividades extractivas.

      Los discursos de los actuales gobiernos del sur promueven el bienestar social, pero de forma contradictoria deciden invertir en actividades extractivistas, pese a las resistencias de las comunidades locales que habitan los territorios y viven en condiciones cada vez más vulnerables debido a la degradación de sus ecosistemas. Por otra parte, se ha evidenciado que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) no asegura mayor bienestar a los pueblos, al punto de que “hoy es fácil mostrar que el bienestar no depende tanto del nivel de riqueza cuanto de la distribución de la riqueza” (Santos, 2003, p. 29). En consecuencia, el desarrollo se convierte en un espejismo que se quiebra y que exige superar los modelos existentes, para pasar a las alternativas.

      Es muy importante reconocer que los impactos ecológicos, culturales y sociales de la depredación profundizan la injusticia social, el asistencialismo y la dependencia, intensificando los conflictos entre el norte y el sur (Santos, 2009). Estas dimensiones son primordiales en las demandas de los movimientos y las organizaciones sociales, de ahí que políticos y teóricos sociales consideren que los movimientos de carácter local son semilla de grandes cambios. En la misma línea, este libro se ocupa de mostrar el potencial emancipatorio de las organizaciones sociales del norte del Cauca, territorio donde impera el monocultivo de la caña de azúcar y en donde confluyen —en diferentes escalas— las tensiones por los impactos del desarrollo con los conflictos por desigualdad.

      En la FTA, la construcción social del territorio se fundamenta en las relaciones y correspondencias sensibles, dando lugar a la emergencia de alternativas al esquema impuesto por el capitalismo neoliberal. En este orden de ideas, la FTA responde a la necesidad de construir utopías, en el sentido de

      definir una alternativa, no en función de una forma espacial estática, ni siquiera de un proceso emancipador perfecto. La tarea es reunir un utopismo espacio-temporal —un utopismo dialéctico— enraizado en nuestras posibilidades presentes y que al mismo tiempo apunte hacia diferentes trayectorias para los desarrollos geográficos humanos desiguales. (Harvey, 2007, p. 226)

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