La esposa excelente. Martha Peace. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Martha Peace
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9781629461564
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hace años. El estaba entusiasmado sobre este proyecto y siempre interesado en lo siguiente que pasaría.

      John Crotts, nuestro nuevo pastor, se involucró casi al final. Estoy segura que él no tenía la menor idea en que se estaba metiendo cuando consintió leer el manuscrito y hacer un comentario. John ha sido una persona escrupulosa en cuanto al contexto, la claridad, y ver el proyecto en su totalidad. Amablemente él me ha explicado una y otra vez ciertos puntos. En pocas semanas, él me ha enseñado mucho, y anticipo trabajar con John, bajo su cuidado pastoral en el futuro.

      Tenemos muchos otros amigos quienes han tenido un interés en este proyecto y han orado por mí, ¡Y también me han embromado mucho! Algunos de ellos son Maribeth Standring Franklin y Jane Lawrence, Cindy Waddell, Cindy Carson, Mike Robinson, y la entera familia de nuestra iglesia. Les quiero a todos y doy gracias a Dios por ellos.

      Sería yo negligente al no mencionar las maravillosas personas en Focus Publishing. Don Winters y stan Haley me dieron una oportunidad. Don bromeaba sobre mis familiares expresiones sureñas de Norteamérica en el libro. Jan Haley y Barb Smith laboraron fielmente en editarlo. Ellas tenían mucho entusiasmo para el material y vieron una necesidad grande para el libro. He disfrutado trabajar con todos ellos.

      También quiero agradecer a Jay Adams por leer el manuscrito y por sus comentarios provechosos. Estoy contenta de estar asociada con él a través de la Asociación Nacional de Consejeros Nutéticos. Su ministerio ha mejorado mucho al mío.

      Estoy tan agradecida al señor por todos aquellos a quienes El ha mandado para ayudarme, enseñarme, y animarme. Me siento como el apóstol Pablo se debió sentir cuando escribió a la iglesia de Filipos:

      Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por

      todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio,

      desde el primer día hasta ahora; / Filipenses 1:3-5

      Parte Uno

      •

      El Entendimiento de la Esposa

      •

      Verdades Fundamentales

      para la Esposa Excelente

      La Esposa Excelente

      ¿Quién la hallará?

      La esposa que yo fui

      “¿¡ Sumisa!? Yo, ¿ser una esposa sumisa?” Con un grito airado, agarré mi Biblia y la arrojé directamente hacia mi amigo de largos años. Ed y su esposa Jackie nos habían testificado a mi esposo Sanford y a mí por semanas. Ed acababa de mostrarme 1 Pedro 3:5 que dice, “Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos.” Él no tuvo que esperar mucho tiempo para ver mi reacción. De todas las cosas que yo quería ser en mi vida, ser sumisa no era una de ellas.

      Afortunadamente, ese incidente ocurrió hace unos quince años, aunque el recuerdo todavía es vívido. Este incidente representó el punto de vista acerca de la sumisión que yo tenía en ese entonces. Sin embargo, no mucho tiempo después, llegué a ser cristiana y sometí mi vida al Señor Jesucristo y a mi esposo. Alma, otra buena amiga, comentó una vez, después de haber oído mi testimonio, que ¡mi conversión fue como La Sumisión de La Mujer Regañona! ¡Ella tenía razón! Pero, déjeme empezar desde el principio.

      Mis padres me amaban y me complacían como hija única. ¡Era bien consentida! Imagínese mi sorpresa cuando al tener 19 años mi enamorado del colegio y yo nos casamos y yo descubrí que no todo se centraba en mí. Yo era egoísta, terca e iracunda. En retrospectiva, yo sé que si Sanford no me hubiese amado lo suficiente para “llevarse conmigo,” nuestro matrimonio hubiera terminado en las primeras etapas.

      Yo pensaba, equivocadamente, que casarme y tener hijos me haría feliz. Es cierto que me calmó por un tiempo, pero muy pronto estaba buscando algo más. Buscaba felicidad en las organizaciones comunitarias, la educación, el empleo y en las fiestas. Cada una de estas cosas me entretuvo por un rato, pero siempre deseaba algo más. No podía estar satisfecha. A través del tiempo, decidí comprometerme en una carrera. Estaba segura de que una carrera resolvería mis problemas. Por tanto, comencé un postgrado en la profesión de enfermería y llegué a ser maestra de enfermeras en una universidad local.

      Disfruté mucho enseñar enfermería, pero mis intenciones estaban centradas en cómo complacerme a mí misma y seguir mi carrera. Muy pronto, mi matrimonio empezó a derrumbarse. Me había convertido en una feminista total, quien iba a dejar su marca en el mundo – a mi manera. Casi al mismo tiempo en que yo empecé a enseñar, empezamos a construir la casa de nuestros sueños, la cual era de estilo victoriano, amarilla, de dos pisos y con terraza en tres de sus lados. Después de unos meses, nos enteramos de que el contratista nos estaba robando grandes cantidades de dinero. Nos quedamos con una casa incompleta que tenía más de $15,000.00 dólares en deudas contra la propiedad. Yo traté de escaparme de la creciente presión tomando y yendo a fiestas. Por fin, decidí que lo que realmente necesitaba era la libertad. En secreto, empecé a hacer planes para abandonar a mi familia. Ya que Sanford era mucho más estable que yo, justifiqué en mi mente que dejaría a los niños con él. Afortunadamente para mí, Dios tenía otro plan.

      Dios intervino mandando a tres personas a mi vida. Una fue la que ahora es mi querida amiga Katrina, con quien compartía una oficina en la universidad. ¡Me sentía como si estuviera encadenada al apóstol Pablo! Me burlaba de su fe cristiana y le gritaba cuando intentaba hablarme del Señor. Ella se fue a casa llorando más de una vez, por mi culpa. Fue mientras compartía una oficina con Katrina que el Señor mandó de vuelta a Ed y Jackie a Atlanta. Renovamos nuestra amistad que había comenzado en la universidad hacía muchos años. Pero, admito que tenía dudas acerca de ellos, porque había oído rumores de que los dos eran “religiosos”. ¡Era la verdad! Entre ellos y Katrina no había cómo escapar de las conversaciones acerca de Dios y Su Palabra.

      Traída bajo convicción

      Mientras mis planes para dejar a mi familia se desarrollaban, me puse más y más inquieta. Pronto empecé a tener ataques de ansiedad y lo que el mundo llama “ataques de pánico”. Ahogar mi dolor emocional con el alcohol sólo me dejó aún más deprimida y ansiosa. Ed me seguía diciendo que debía orar y leer el Evangelio de Juan. Por fin, de pura desesperación, seguí su consejo. Ya me estaba “desquiciando” y pensé que necesitaba ayuda psiquiátrica. No hice una cita, porque sabía que las medicinas que el psiquiatra me recetaría no me dejarían llevar a cabo mi trabajo como instructora de enfermeras. Sanford insistió. Pensando que muy pronto me sacarían de la casa en una camisa de fuerza, por fin estuve de acuerdo en ir, pero con una condición: Primero Sanford tenía que dejarme hablar con un Pastor de una iglesia local. Él estaba renuente, pero consintió.

      Empezamos a asistir a una iglesia local con nuestros amigos, Jackie y Ed. Durante ese tiempo, leí el Evangelio de Juan una y otra vez. La mayor parte de lo que leía ya lo sabía y creía – Jesús era Dios, el único Salvador, y que Él había muerto en una cruz para pagar la pena por mis pecados. Me habían enseñado estas cosas cuando era niña, pero no conocía a Dios personalmente. Aunque quería, no sabía cómo. Pero una noche, mientras Sanford estaba en el trabajo y nuestros niños, Anna y David, estaban dormidos, yo estaba en la cama leyendo el libro de Juan, como lo había hecho muchas noches. Esta noche sería diferente.

      Cuando llegué a Juan 14, leí lo que se habían convertido en las familiares palabras de Jesús: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré...” (Juan 14:14). Dije, en voz alta, “Eso no es verdad. He estado pidiéndole y pidiéndole que me quite la ansiedad, que nos devuelva nuestro dinero que nos robó el contratista y que reconstruya nuestro matrimonio.” ¡Él no había hecho ninguna de esas cosas! Pero me acordé que Ed me decía, “Sigue leyendo, Marta.” Entonces, leí el versículo otra vez. Esta vez leí el versículo entero. “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” (Juan 14:14). De repente, entendí.